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Los libros buscan biblioteca en Cuba

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Mientras Fidel Castro asegura que ahora dispone “de más tiempo para estudiar”, los cubanos tienen dificultades para acceder a libros de según qué autores.

“En la Feria de la Habana de 1998, Fidel Castro declaró sin pudor a la prensa que en Cuba no había censura y que la única razón de que en las bibliotecas públicas y librerías de la isla faltaran ejemplares insustituibles de la cultura cubana y universal era la falta de fondos”, explica la economista cubana Berta del Carmen Mexidor, inspiradora del proyecto de las bibliotecas independientes de Cuba. Esta fue “la gota que colmó el vaso” de un grupo de activistas cubanos que decidieron ponerse manos a la obra para que la libertad invocada por el Comandante se hiciera realidad en el país.

Bibliotecas abiertas en alojamientos privados

Bajo la dirección del matrimonio formado por Berta y Román Humberto Castillo, más de cien bibliotecas independientes han surgido en estos nueves años en las principales ciudades cubanas. Desde La Habana a Cienfuegos, allí donde existe un voluntario dispuesto a prestar parte de su casa para albergar los libros cedidos por particulares o por fundaciones privadas y con la formación suficiente para orientar a los futuros usuarios, florece uno de estos centros “anticensura” donde la literatura se combina con la ciencia y el entretenimiento. El mínimo de ejemplares para empezar a funcionar es de 250. El mecanismo es el mismo que el de cualquier biblioteca europea: quince días de préstamo prorrogables previo aviso.

Martí, el Che, Hemingway y poco más

Las bibliotecas han servido para que muchos cubanos puedan acceder a libros casi imposibles de encontrar en este país de régimen comunista. “No se trata sólo de la censura”, cuenta Gerardo Infante, uno de libreros de la Plaza de Armas de la Habana. “Los libros en Cuba son caros hasta para el turista que paga con pesos convertibles (CUC: 1CUC = 1.08 dólares norteamericanos) la moneda creada por el gobierno cubano para la economía del turismo y que convive con el Peso cubano, porque las ediciones son escasas; y las tiradas, limitadas”, explica. La mayoría de las librerías de la capital ofrecen su mercancía sólo en la divisa internacional (CUC), lo que convierte a los libros en objetos de lujo para unos ciudadanos que se esfuerzan cada día por hacerse con escurridizos bienes de primera necesidad, como jabón o calzado. Un libro de segunda mano puede costar en Cuba hasta seis euros, el mismo precio que se paga en Europa por uno completamente nuevo. El dinero tampoco asegura una gran oferta al comprador. Si no se está interesado en la trayectoria del libertador Martí, el heroico Ernesto “Che” Guevara o el genial Hemingway, las alternativas se limitan bastante.

Las bibliotecas ofrecen una escapatoria. Un oasis dentro de la censura por el que hay que pagar un precio. Frecuentar estas bibliotecas para disfrutar, por ejemplo, de una novela del prohibidísimo Guillermo Cabrera Infante, es considerado un acto contrarrevolucionario y un delito de peligrosidad social. La situación no ha mejorado con los reconocimientos internacionales obtenidos por la organización de las bibliotecas independientes (el Premio Democracia del Partido Liberal sueco y el galardón The Voice de la asociación estadounidense People for the American Way). A menudo, los usuarios de las bibliotecas son filmados y amedrentados por la policía que les amenaza con ir a prisión si siguen frecuentando el centro, según informan miembros de la propia asociación.

Oscurantismo y miedo

Lo peor es el ostracismo social al que el deseo de saber puede conducir en la comunidad. Muchos ciudadanos cubanos de todos los estratos sociales han hecho suyo el argumento esgrimido por las autoridades. “No ofrecen libros, sino propaganda. Son un simple eco de los enemigos de Cuba”, explica Fernando, un guía que trabaja en La Habana y que prefiere no decir su nombre completo a un periodista extranjero. Este miedo se ha agudizado en los últimos meses debido al estado de salud de Fidel Castro. La incertidumbre ha provocado una atmósfera de vigilancia y prudencia de unos ciudadanos que asisten a uno de los momentos históricos decisivos para su destino político sin apenas canales de información verificable. Mientras en los principales periódicos internacionales se barajan las posibles opciones para el futuro de Cuba, el Granma, el periódico oficial, titula alegremente a cinco columnas “Bush isolated” (Bush aislado) y calla sobre una transición política convertida en secreto nacional.

Premios y castigos

Este clima afecta al desarrollo de las bibliotecas independientes, que pretenden servir de canal fiable de información sobre el contexto político internacional. Los actos de repudio se han sucedido en los últimos meses. No son sólo protestas públicas frente a las puertas de estos centros culturales, sino también todo un engranaje de presión social contra los integrantes de la asociación que las alienta. “En el régimen comunista funciona muy bien el mecanismo de premios y castigos sociales”, explica un maestro amparado en el anonimato. “Quienes protestan públicamente contra las bibliotecas independientes o el embargo viven mas tranquilos y no se les molesta”, explica.

Foto Expositor de libros en La Habana: Sergio Serrano / Flickr