Los hijos sevillanos de William Morris
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Olga Furmanowska¿A quiénes pensaba encontrar en Sevilla, la ciudad donde el índice de paro entre las personas entre los 25 y 44 años es del 50,6%? A los beautiful losers españoles: jóvenes sin trabajo ni ganas de vivir, para los que emigrar es el único plan de futuro con sentido. ¿A quiénes he encontrado? A los representantes de la vanguardia sevillana, los contemporáneos prerrafaelitas españoles.
"¿La crisis? ¿De verdad quieres centrarte en cosas negativas?" me contesta Álvaro Díaz, preguntado por la situación en Sevilla y saludando a un grupo de jóvenes que acaban de entrar en Red House. Álvaro es un treintañero de Huelva y Red House es una galería-cafetería que éste inauguró junto con su mujer, Cristina Galeote, en 2012. Los dos terminaron la carrera en la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, los dos me han parecido gente interesante desde el primer momento.
"¿Cómo se os ha ocurrido la idea de este lugar y cuál es vuestra filosofía?", les pregunto. No tenemos mucho tiempo para hablar, porque en Red House el trabajo bulle desde buena mañana. "La idea se nos ha ocurrido durante los viajes a Madrid, Londres, Berlín y Moscú", explica Álvaro. "Allí hemos encontrado espacios creativos similares, así que decidimos probar suerte en Sevilla, donde no existía un nicho semejante en aquel entonces". Pero no se trata del diseño en sí, ya que Álvaro me explica que la filosofía que rige el aprovechamiento del espacio en Red House, e incluso el mismo nombre del lugar, es un homenaje a William Morris, un prerrafaelita inglés del siglo XIX. La cosa se pone interesante. ¿El marasmo y la melancolía, los desilusionados graduados universitarios en paro , el estancamiento y la crisis? Así es como me imaginaba la España de hoy. "Sí", dice Álvaro. "La crisis nos preocupa a todos, pero nuestra filosofía es la de seguir siendo optimistas, contagiar con el optimismo a otros, contribuir al desarrollo del espíritu emprendedor creativo en España y la de crear los espacios en los que las personas puedan pasar tiempo juntas y apoyarse mutuamente en estos tiempos tan difíciles" - me explica, saludando de nuevo a alguien.
Hay método en esta locura
Y efectivamente, el espíritu de optimismo, de comunidad y de William Morris se hace notar en Red House. El lugar parece un gran cuarto de invitados con un montón de sofás cómodos y mesas robustas. La abundancia de diversos elementos hace que el interior sea más que ecléctico, pero el conjunto resulta coherente. Red House también es una galería, así que aquí se venden obras de arte: platos pintados por los artistas de toda España, viejos monopatines reencarnados en una instalación artística, muebles retro, cuadros. En una de las paredes podemos contemplar una serie de fotos Polaroid a lo Dash Snow con órganos genitales femeninos y masculinos. La Casa Roja de Morris, que ha inspirado a Álvaro y Cristina, estaba pensada para satisfacer tanto las necesidades prácticas como espirituales de sus vecinos. "Red House es un espacio en el que la gente se siente como en casa y a la vez puede estar en contacto con el arte. Organizamos aquí regularmente exposiciones y conciertos durante los que promocionamos a artistas locales" - me cuenta orgulloso Álvaro. William Morris y los prerrafaelitas criticaban la influencia de la Revolución Industrial en el arte y en la percepción de los objetos de uso cotidiano, también intentaban salvar la artesanía y las prácticas artísticas y constructoras tradicionales. Álvaro y Cristina también luchan contra lo masivo. Todo lo que se vende y se usa en Red House procede de fuentes locales y es suministrado por los productores locales. Salvo la cerveza californiana que me acaba de servir Álvaro. "Le tenemos mucho aprecio a la cocina tradicional andaluza, pero también queremos poder ofrecer a nuestros clientes algo diferente", me explica.
Encontrarás la galería de fotos de Red House aquí
las farmacias en Kabul y las cafeterías en Sevilla
No obstante, el camino que han tenido que recorrer los fundadores de Red House desde los comienzos del lugar no ha sido tan bonito como el efecto final. "Es más fácil abrir una farmacia en Kabul que una cafetería en Sevilla", las palabras de Álvaro son solamente un preludio de la letanía de reproches dirigidos al gobierno español. "En un país con una tasa de paro tan elevada deberían animar a la gente a poner negocios por cuenta propia. Pero en España ocurre lo contrario", cuenta.
"¿Y no teníais ganas de marcharos como otra gente?", pregunto. "A los dos nos gusta viajar, pero Sevilla es nuestra ciudad, aquí está la familia, aquí están los amigos. Además, no podríamos llevar un sitio parecido por el mismo dinero, por ejemplo, en Londres", contesta Álvaro. En su opinión, los artistas jóvenes con iniciativa lo tienen un poco más fácil en España en los tiempos de crisis que por ejemplo los médicos o arquitectos jóvenes. "Tenemos suerte, porque somos artistas y podemos trabajar un poco al margen de todo. Cristina vende sus obras y participa en exposiciones y yo ruedo varias películas, por ejemplo vídeos musicales", explica Álvaro. Me cuenta también que en Sevilla los jóvenes emprendedores se apoyan unos a otros mucho. "Un colega mío ha abierto hace poco un estudio de tatuajes", dice Álvaro. "Le ayudamos, lo promocionamos en Facebook para que la gente pueda conocerlo. A nosotros también nos han ayudado mucho amigos y familiares. Mi padre es arquitecto y lleva una temporada sin trabajar, así que ha podido dedicar tiempo para que Red House sea un espacio funcional y no solamente un lugar bonito".
La crisis terminará algún día
"¿Has notado, con el paso de tiempo, algún cambio en la gente que acude a Red House? ¿Y es sintomático de los cambios en la sociedad sevillana?", pregunto. Quiero saber si durante la crisis los españoles no han dejado de ir a cafés y galerías. "Al principio la gente no entendía el concepto", dice Álvaro. "Pensaba que se trataba de una tienda de muebles o de una galería típica. Hace unos años en Sevilla no había sitios como Red House. Hoy, esto está cambiando. Los jóvenes creativos, que han salido de Sevilla en busca de trabajo, empiezan a retornar a la ciudad y a buscan algo qué hacer consigo mismos. Muchos de ellos ponen en marcha negocios propios", añade.
Me doy cuenta de que Cristina y otros empleados de Red House comienzan a estar cada vez más atareados, así que no quiero retener a Álvaro más tiempo. Para finalizar, decido volver a mi primera pregunta. "La crisis no acabará mañana, pero tampoco durará para siempre", contesta Álvaro. No es fácil no pensar en ella, pero las preocupaciones no llevan a ninguna parte. Dentro de poco abrimos un espacio nuevo, el No Lugar. Intentamos ser positivos ante la vida a pesar de las dificultades".
Y bien que así sea, porque una farmacia de Kabul no cambiará la actitud de la sociedad, tampoco contribuirá a aumentar el conocimiento sobre el arte o a promocionar a artistas jóvenes. En cambio, los espacios como Red House tienen grandes posibilidades de lograrlo.
Encontrarás la galería de fotos de red house aquí.
© foto: Valentina Cala y Katarzyna Piasecka
Este reportaje forma parte de la edición sevillana del proyecto de EUtopia: Time to Vote, celebrada entre el 19 y el 23 de febrero.El proyecto es cofinanciado por la Comisión Europea, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, la Fundación Hippocrène y la Fundación de Charles Leopold Mayer. Dentro de poco publicaremos también, entre otros, los reportajes de Cracovia, Estrasburgo, Bruselas, Berlín, Viena y Bratislava.
Translated from Sewilskie dzieci Williama Morrisa