Los estonios pasan de la política
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Aida Ramos MartinezIntenta hablar de política a un estonio y verás que la sola idea hace que se le ponga la carne de gallina, mucho más que por efecto del frío báltico. ¿Comprometerse, militar, estar afiliado? En Tallin, pocos jóvenes responden. En cuanto a Europa, queda lejos de las preocupaciones cotidianas de estos estudiante
Desde la planta 24 de la torre más alta de Tallin, la vista panorámica sobre la ciudad está asegurada. Sentado en una butaca de cuero, frente a su escritorio, Jaan Urb se encuentra en lo más alto de la jerarquía de un gabinete de auditoría. Con solo 25 años, trabaja durante la semana y estudia los fines de semana. Un ritmo que le ha hecho dejar de lado su actividad dentro del partido Unión Popular: "En la capital estonia, los estudiantes están demasiado ocupados con otras actividades", constata este antiguo miembro del Consejo nacional de jóvenes estonios. "Nuestras representaciones funcionan mejor en el resto del país. Las personas tienen más tiempo para reunirse o piensan menos en su carrera personal”.
A los 24 años, Evelin Kruusse forma parte de esta escasa minoría de jóvenes que sacan tiempo para invertirlo en política. Su dinamismo es tan sorprendente como el mechón rosa fosforito que asoma entre su pelo rubio. Ya sea el club de debate sobre temas de actualidad, o el de jóvenes francófonos, esta estudiante de un máster de relaciones internacionales en Tartu (segunda ciudad de Estonia) acumula actividades. Por no hablar de la política: "Trabajé un mes en un ministerio. Por nada del mundo me gustaría depender de un partido antes de haber visto la política desde dentro", dice riendo.
Por todo esto, ciertas organizaciones no se debilitan. El sentimiento nacional sigue siendo fuerte entre los estonios, y aún quedan numerosas organizaciones estudiantiles. Cuidado con los que se atreven a acercarse a estas ceremonias secretas, con sus gorras atornilladas a la cabeza y los trajes de rigor.
Los militantes no están muy cotizados
Cada uno de los seis partidos políticos posee una división destinada a los jóvenes. En las que, por cierto, los desacuerdos internos son los mismos que los de sus mayores. Por el sesgo de los medios, los jóvenes plantean los problemas que les son más cercanos, como la violencia escolar, los derechos de los animales o la ecología. Pero la militancia política no siempre está bien vista. Sobre todo en lo que concierne al Partido de jóvenes socialdemócratas, como Laur Kiik: "Los estonios tienen miedo de la izquierda. Para ellos, la palabra social tiene connotaciones comunistas".
Desde el punto de vista de los partidarios, aparte de los grandes proyectos innovadores y los discursos elocuentes, los logros no siempre están a la altura de las palabras. "Estamos en una sociedad en la que es difícil confiar en los demás", afirma Laur Kiik. "La desconfianza se encuentra en todas partes. Ciertamente, son los restos de la KGB. Incluso en el seno de los partidos hay discordias todo el tiempo".
Cuando el político duda de la política
La clase política estonia es demasiado joven todavía. "A la cabeza de los partidos hay poca rotación, y por tanto no quedan plazas vacantes", observa Gerd Tarand. Este estudiante de 23 años posee el perfil del típico candidato. Móvil pegado a la oreja, boli con el símbolo de la Unión Europea siempre en mano, y una agenda digna de la de un ministro a pesar de su corta edad. Incluso los parlamentarios instan a los jóvenes a concentrarse en sus estudios en lugar de comprometerse políticamente: "Educación y política deben permanecer separadas. Los estudios son más importantes, deben estar por encima de todo", confirma Peeter Kreitzberg. Por lo tanto, unir la palabra política y la palabra Europa desata una carcajada general. "No obstante, según las encuestas, los estonios son pro europeos", analiza Regina Palandi, estudiante de ciencias políticas de 21 años. "Sobre todo después del ejemplo georgiano y el hecho de que el ‘paraguas’ estadounidense no se active automáticamente".
La Unión Europea, por ahí abajo
Conexión, valores, avances sociales... Las palabras que gravitan en torno a las estrellas europeas no carecen de elogios. No obstante, los estonios no se interesan demasiado por lo que pasa en esa misteriosa y lejana ciudad burocrática franco-flamenca que es Bruselas. La tasa de participación en las elecciones parlamentarias europeas de 2004 fue la más baja de Europa: 26,89%. Una tendencia que no parece que vaya a cambiar de aquí a las elecciones de 2009. "El debate del momento consiste en saber si tendremos listas abiertas o cerradas", indica Peeter Kreitzberg, parlamentario estonio a cargo de asuntos culturales y de educación. Los estonios necesitan elegir a personalidades. No irán a votar si no ven resultados concretos en los seis escaños que tenemos".
Una opinión unánime: La prensa tendría ciertamente un papel educativo que representar. "Solo tenemos un periodista permanente en Bruselas, cuando un país como Malta tiene cuatro", se queja este miembro del Riigikogu, el Parlamento estonio. Las páginas de los periódicos que relatan los escándalos tienen mucho éxito, en detrimento de los análisis. ¿Pero no es este el defecto de una sociedad permanentemente conectada a Internet?
Translated from Des Estoniens bien frileux politiciens