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Los artistas llevan el circo a los escaparates de bares y restaurantes

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Translation by:

Amanda Maruny Paz

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Desde hace varios meses, la cultura avanza a cámara lenta. Sin embargo, Espace Catastrophe, una organización que acompaña al circo contemporáneo, ha presentado el proyecto Circus in the City. Esta iniciativa permite a los circenses actuar en los escaparates de los bares y restaurantes que permanecen cerrados en la capital belga.

Son las 17:30 y empieza a anochecer en la plaza Saint-Boniface, en el barrio de Ixelles, en Bruselas. A pesar del cierre de bares y restaurantes decretado el 19 de octubre, el bar Ultime Atome está iluminado. Unas diez personas observan lo que ocurre detrás de la ventana. Una niña clava su mirada en el cristal y le dice a su madre: «Parece que tiene dos alas». Nicolas Longuechaud, malabarista y creador de ilusiones, actúa durante unas horas en ese escaparate. Desde finales de octubre, el proyecto Circus in the City, apoyado por Espace Catastrophe, ha permitido a más de veinte circenses instalarse en los bares y restaurantes cerrados de Bruselas.

Con un pequeño bigote y un bombín, el artista circense Nicolas crea ilusiones ópticas con la ayuda de un espejo y utensilios de malabarismo. Fundador de la compañía francesa Longshow, tenía previsto presentar su espectáculo «Membre Fantôme» en varios teatros de Bruselas y alrededores a lo largo de 2020. «Iba a actuar en la Maison des cultures de Molenbeek, en Braine-l'Alleud [...]. Todas las fechas previstas se han cancelado», explica Nicolas. Sin embargo, el malabarista francés se siente afortunado, ya que ha podido recuperar algo de dinero. Algunos de los locales en los que solía actuar le siguen pagando y, además, se beneficia de tener la condición de artista que trabaja de forma intermitente en el mundo del espectáculo en Francia.

Algo parecido le ocurre a Constanza Sommi, alias Coni, una circense que trabaja con el hula hoop y la rueda Cyr (un aro metálico de unos 2 metros con el que el acróbata realiza piruetas) y es contorsionista. De origen argentino y exgimnasta del equipo nacional, creó el espectáculo Cruda aux allures autobiographiques (Cruda con una mirada autobiográfica). En clave de humor, el espectáculo revela el pasado de una antigua gimnasta de alto nivel y las exigencias físicas, mentales y dietéticas que conlleva. En 2020, Coni iba a presentar su espectáculo en varios lugares de Bélgica. «El 13 de marzo habría sido el estreno y el 12 de marzo los cines estaban cerrados», comenta con amargura.

La necesidad de reinventarse

Como todas las personas que trabajan en el ámbito cultural, los circenses no pueden ejercer su profesión en Bélgica o, por lo menos, hacerlo a bajas revoluciones. Espace Catastrophe, promotor del circo contemporáneo, ha conseguido recuperarse y aportar una solución gracias al proyecto Circus in the City. Dio la oportunidad a artistas como Coni o Nicolas de actuar en los escaparates de varios bares y restaurantes durante una semana. «Estos artistas tendrían que haber actuado en el UP SEASON! (un programa de espectáculos de circo que tiene lugar de septiembre a mayo en toda Bruselas. No muestran un extracto de su espectáculo, sino que crean una actuación para los escaparates). Esto les supone un nuevo reto. Tienen que desarrollar una comunicación no verbal con el público», indica Catherine Magis, directora artística y pedagógica del Espace Catastrophe.

A pesar de no poder presentar su espectáculo, Coni ha sabido adaptarse a los escaparates. «Había puesto carteles [en la fachada] con pequeñas escenas de improvisación para que el público eligiera. Había uno que era un baile de payasos con hula hoop y el personaje parodia era Rulio Iglesias», bromea. Con una sonrisa, añade: «Otro de los retos era hacer la rueda Cyr en un espacio de 3 m2 porque la rueda ya tiene 2 metros de largo, así que necesitamos espacio. Fue un momento cómico y fuera de lo común».

Constanza Sommi
Constanza Sommi, alias Coni, presenta su espectáculo en el marco de _Circus in the City_, organizado por Espace Catastrophe © Esla Goldstein & Lula Gabai Gabai

Pelotas que levitan, anillos que cambian de color, manos que aparecen de la nada... La experiencia de Nicolas Longuechaud también es completamente diferente a lo que está acostumbrado a hacer en el teatro. «Hay algo íntimo. Este pequeño espacio, el momento de la actuación, lo hago mío. La gente puede imaginar que es mi casa, mi entorno, mi mundo. Lo transformo como todos los artistas que actúan en los escaparates», confiesa el artista francés.

«Es como una pecera, porque te observan»

Coni no lo sentía tan íntimo. Para ella, actuar a través del cristal plantea varios retos. En primer lugar, evitar que la perciban como un simple objeto al que mirar. En segundo lugar, aceptar el hecho de que el espejo interfiere cuando actúa. «Me veía reflejada en el espejo, pero yo no quería verme», afirma. A partir de ese momento, el auténtico reto para los artistas fue ir más allá de los escaparates y fomentar la interacción con los transeúntes ocasionales.

Ante la melancolía

A diferencia de un espectáculo en el interior, no hay principio ni final. Los transeúntes llegan espontáneamente, en cualquier momento, se detienen a observar y luego vuelven a sus actividades. «Es un poco como una pecera, porque te observan y tú los observas. Hay un intercambio. Lo viví como cuando estás en el tren en la estación y hay otro tren en las vías de enfrente. Te encuentras con la mirada de un desconocido o una desconocida a través de la ventana y ya está, se fue», describe Nicolas Longuechaud.

Cierto día, a última hora de la tarde, los ojos de Ophélie se cruzaron con los del malabarista. Vive en el barrio de Saint-Boniface, en Bruselas, y desde su ventana puede oír la música de las actuaciones del bar l'Ultime Atome. «Cuando mi novio y yo veníamos con la compra, nos hizo un gesto para que fuéramos a verle y nos miró a los ojos. Nos atrapó y dejamos las bolsas en el suelo. Durante la representación, les sostiene la mirada a los espectadores» señala la joven.

Nicolas Longuechaud
Nicolas Longuechaud durante su actuación de ilusión óptica para _Circus in the City_ © Margot Houget

Los circenses demuestran tener un gran ingenio cuando interactúan con los transeúntes, ya sea a través de las miradas, los post-its o los carteles. Sin embargo, debido a las mascarillas, es imposible escuchar los comentarios de la gente a través del cristal o leer los labios.

Estos espectáculos efímeros contribuyen a devolver un poco de vida a las calles de Bruselas. «¡Me parece una pasada! Estos artistas desempolvan las mesas de nuestros locales favoritos. Les dan un nuevo sentido durante este periodo en el que los bares están cerrados. Devuelve la vida al barrio y nos sube el ánimo. Nos olvidamos de la COVID por un momento», señala Ophélie, que ha tenido la oportunidad de ver varias representaciones.

El proyecto Circus in the City también permite pagar a los trabajadores del circo. Espace Catastrophe paga a los artistas por cada una de sus actuaciones en los escaparates. Esto supone un impulso porque muchos de ellos están pasando por dificultades económicas debido a la crisis sanitaria. En el marco de una semana de movilización durante el mes de febrero, Espace Catastrophe transmitió el mensaje «Still standing for culture» para que las autoridades tengan más en cuenta al sector cultural.

Una iniciativa similar ha tenido lugar en Quebec, Montreal. Tanto circenses como bailarines y pintores se instalaron en el escaparate de una tienda de productos lácteos con la intención de actuar. Sin embargo, para acabar con la precariedad en el ámbito artístico no bastará con el proyecto Circus in the City, sobre todo porque podría surgir otro problema en el futuro. Desde marzo de 2020, los espectáculos no dejan de amontonarse y amenazan con provocar un colapso cultural al final de la crisis.


Foto de portada: Esla Goldstein & Lula Gabai

Story by

Margot Houget

Former master student in journalism at the ULB (Brussels) and BA at Universität Augsburg, Germany

Translated from Les artistes mettent le cirque dans les vitrines