¡Look and do it: likindoy!
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Alemanas seducidas por franceses y estibadores irlandeses enseñando en España ellos saben lo que es crear lenguaje local mediante extranjerismos. ¿Y usted?
¡Aprisa, hay que redactar un artículo en 10 minutos! “¡Jurrió, jurrió!”, nos diría un malagueño que quisiera apremiarnos. “Hurry up”, fue lo que escuchó alguno de sus antepasados de boca de la legión de turistas británicos en la Costa del Sol española. Las ciudades portuarias fueron fábricas de expresiones híbridas debido a la gran mezcla de culturas y lenguas que concitaba su actividad comercial.
La sureña Cádiz concentró en el siglo XIX hasta 138 nacionalidades distintas. A principios del siglo XX uno de los estibadores más importantes de su puerto era un irlandés gruñón y algo impaciente con sus aprendices. Cuando se equivocaban, volvía a mostrarles la tarea de forma correcta apoyándose siempre en el mismo latiguillo: “¡Look and do it!”. Y de ahí que los gaditanos digan hoy “estar al likindoy” para significar que hay que estar atento a los acontecimientos.
Suele ser gente humilde y avispada quien amalgama lenguaje práctico y chispa para convertir un extranjerismo en una palabra genuina del lugar. Como los limpiabotas que rondan los alrededores de los bares en los que se alojaba la marinería. En Nápoles, otro mítico puerto, se les conoce por “Sciuscià”, término que proviene del inglés “Shoe shine”, o del alemán “Schuh Schein”. Una expresión tan conocida que hasta Vittorio de Sica la usó para dar título a uno de sus filmes realistas más celebrados.
Y de Alemania nos viene otro extranjerismo adaptado que las madres dicen a sus hijas cuando salen de marcha para concienciarlas de no cometer tonterías, es decir fisimatenten, del francés “visitez ma tente” (“venga usted a visitar mi tienda de campaña”) que los soldados de Napoleón empleaban para seducir a alegres tudescas.