Londres: todos caben en la ciudad destartalada
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Enero – Londres – Oxford Street. Un hormiguero de gente de todos los rincones del mundo: uno se siente como en casa.
Es un zoo en el que las tribus urbanas y los extraterrestres solitarios no dejan de sorprenderme a diario.
Un parque de atracciones de cartón-piedra a la vanguardia de Europa
El metro está plagado de pseudo Coldplays, Lennons e incluso algún Mick Jagger despistado. Por no hablar del cristiano radical que se pone a gritar por un megáfono que necesitamos a Jesús “in our lives” y los hare krishna británicos (son como el resto, sólo que van embutidos en abrigos, no se me vayan a resfriar, pobrecitos) que le dan la tarde con sus cánticos a las dependientas de la tienda Nike. Otro mejor es el loco de la colina; cada mañana está subido a una barandilla, apoyado contra un semáforo, con la mirada perdida en el horizonte. Y caso aparte las fashion victims que desafían el invierno con sus vestidos casi transparentes de verano, paseando por Oxford Street casi como vinieron al mundo.
Para conocer Londres dense un paseo por barrios como Notting Hill, South Kensington/Chelsea o el East End. Cada cual tiene una personalidad propia que se refleja en el tipo de tiendas y de galerías de arte. (El East End se está convirtiendo en la zona más vanguardista y alternativa.)
Londres auténtica
Al mudarnos a Londres incluyamos en nuestro kit de supervivencia un mapa de autobuses, evitando el metro que, a parte de caro, funciona de pena, se atasca cada dos por tres y se tiene uno que buscar la vida en su laberinto de pasillos y trenes.
Si vamos a una farmacia constipados y decimos que tenemos una constipation, en vez de una aspirina nos darán un laxante. También conviene aprenderse las reglas básicas del civismo británico: hacer cola para todo, incluso para caminar por la calle. No intentemos colarnos: nos harán la vida imposible con insultos, zancadillas y empujones. Hay que disculparse por todo, incluso cuando no hayamos hecho nada mal, siempre quedaremos bien. Sorry: el pobre Elton John se equivocó; no es la palabra más difícil de decir, sino la que más a menudo se utiliza sin motivo alguno.
Todos a la calle
Mientras, la lluvia se intercala con tardes en las que el sol se pone justo detrás del Big Ben y parece que las mil torrecillas han prendido fuego. Cuando hace sol, Londres sufre una metamorfosis en cuestión de minutos: de repente los parques se llenan de gente tirada en la hierba y niños en patinete con mofletes rojos y armando jaleo. No importa que haga frío, el caso es salir a la calle. Entonces nos percatamos de que Londres es una ciudad viva y de los sobrios edificios del centro -grises e imponentes- salen ríos de gente ávida por comprar, por pasear y por cazar un rayo de luz.
De tiendas: Westbourne Grove/Notting Hill y Kensington/Knightbridge. Para presupuestos bajos y tiendas alternativas: Mercadillos de Portobello y Camden Town.
No salga de pubs a las 22.00h. A las once cierran y ya está todo el mundo borracho.
No se pierda Asia de Cuba (St. Martin’s Lane): uno de los restaurantes más rompedores de Londres. Decorado por Philip Stark, cocina fusión y creativa llevada hasta el límite.