Lo hispano en el supermercado del mundo
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Desde Miami a Bucarest, desde Bush a Ricky Martin, el español está omnipresente. Lo "hispano" se opone a la cultura anglosajona. La lengua de Cervantes puede ser el factor decisivo en la futura economía europea.
Hace algunos años, y aún hoy día, la palabra “hispano” evocaba en la mente de muchos un conjunto de chicanos cantando rancheras en torno a una mesa con varios vasos llenos de tequila. Paralelamente, y mezclada con la anterior, emergía la imagen del bandolero andaluz. Patillas salvajes, trabuco en mano, escondido entre los montes al acecho de ricas comitivas que asaltar. Marginalmente, en lo hispano también se percibía la salsa cubana; también, un sanguinario capo colombiano, vestido con chaqueta blanca y cadenas de oro; y también, pequeños andinos con chulus y flautas sudamericanas cantando “El cóndor pasa”, que ya no sabe uno si la compusieron en Bolivia o fue una creación de Simon and Garfunkel inspirada en artistas callejeros de Central Park. Ver un vídeo musical de Madonna, como, por ejemplo, el de “La isla bonita”, era ver este sincretismo de lo hispano donde Sevilla se fundía con Guadalajara, La Habana con Santiago de Chile. Madonna avanzaba, vestida de gitana andaluza, por unas calles caribeñas plagadas de jóvenes mulatos bailando y tocando la guitarra: I want to be where the sun warms the sky. When it's time for siesta… ¿Para qué liarse con matices cuando lo puedes mezclar todo y hacerlo más fácil?
La capital del español
Pues bien, existe un lugar donde lo “hispano” se funde, cual crisol multicultural, en un tópico único y resumido. Todo un parque temático de lo hispano en las orillas más cálidas del imperio americano. Ese lugar es Miami.
Playas. Cantantes melódicos. Canales de televisión en español. Radios cargadas de música “en español”. Discotecas. Telepredicadores. Conciertos. Lo hispano, la cultura en español, ha medrado en el contexto global, en el mundo pop, gracias a sus tópicos. Frente a la cultura anglosajona, fría e industrial, emerge, por oposición, lo latino, es decir, “lo hispano” (puesto que el concepto de “latino” es algo difuso y bienintencionado que pretende sustituir al de “hispano” para descargarlo de significación peyorativa). Lo “hispano” es lo cálido, lo sensual, lo emocional. Por encima de localismos musicales, lo “hispano” se ha colado en la industria cultural más grande del mundo: la norteamericana. No es casual. Treinta y cinco millones de personas tienen en Estados Unidos el español como primer idioma. George Bush y su familia hablan español (por cierto, no mucho peor que Aznar, sobre todo cuando visita a Bush en su rancho y se le pega el acento tejano).
Hoy día, analizar la situación del “español” en el mundo, pasa más por Miami y los Grammy Latinos (que, en realidad, están hechos a medida de la música “hispana”) que por el Instituto Cervantes. Un histórico programa de televisión hecho en Miami, Sábado Gigante, reúne en sus varias horas de duración, y a un ritmo trepidante, concursos de canción hispana, testimonios de inmigrantes, reportajes, artistas invitados, diversión a raudales. El programa es visto por millones de personas, desde Estados Unidos hasta Argentina. La realidad hispana proviene desde Miami, y los dos mundos perviven en uno: el de las calientes ondas televisivas.
El tópico se hace producto
A base de tópicos, a base de esa efectiva fórmula que consiste en presentarse resumidamente, sin matices, de una manera fácil y pegadiza, la cultura hispana ha crecido a través de la música. Ha crecido comercialmente, y ya es la alternativa a la cultura pop en inglés. En discotecas de todo el mundo (y en las europeas también) se escucha, junto a los éxitos anglosajones, la música hispana: Enrique Iglesias, Ricky Martin, Alejandro Sanz… El idioma español ha entendido, de una manera casi espontánea, que su crecimiento pasaba por mezclarse, por permearse con el resto de idiomas que lo rodeaban. Canciones en inglés con estribillos en español. Spanglish (idioma mestizo hablado en muchas zonas de Estados Unidos). Poco a poco, ha ido ganando terreno. Lo hispano ha obtenido rango universal en el cosmos de la cultura de masas cuando se ha convertido en producto. Cuando ha generado mercado. Convertirse en producto cultural es resumirse, unificarse, ser en serie. Es desvirtuarse y lanzarse al supermercado del mundo como una fórmula. Empaquetado.
El español en Europa
Por eso, cabría preguntarse si el español es el segundo idioma de Europa. Desde luego, no es el segundo más hablado. Ni el segundo más popular. De hecho es la cuarta lengua preferida por los europeos, tras inglés, francés y alemán. Porque España no es la segunda potencia económica de Europa (aunque el fomento del español en Internet será, según el director del Instituto Cervantes, Fernando R. Lafuente, el impulsor de su poderosa nueva economía), y su presencia en Bruselas, aunque oficial, aún no alcanza al inglés o el francés. No obstante, su progreso en Europa del Este es sorprendente. De 1998 a 2002 ha aumentado su estudio en un 158% en Rumanía y un 86% en Polonia.
El español, canalizado en “lo hispano”, ocupa en Europa su espacio comercial y cultural junto a la cultura anglosajona. El francés, el alemán o el italiano son idiomas y culturas con un fuerte arraigo continental, pero con un fuerte anclaje exclusivamente nacional. El español desborda el burocrático corsé político de la UE, porque aporta a Europa su conexión directa con Iberoamérica, e indirecta con EEUU. Y le suministra la alternativa cultural de consumo en el gran mercado de la globalización.
Porque sin duda, lo “hispano” ha entrado en el siglo XXI con la fuerza de los mercados. Por fin, existe el español en la MTV, en los Grammy, en la Casa Blanca. Por fin, y a pesar de reducirse y esquematizarse, existe como la otra gran cultura de masas mundial aparte de la anglosajona. La cultura hispana.