Lo haremos nosotros: el Comercio Justo como vía para el desarrollo
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El comercio internacional está enfermo, pero la ciudadanía trabaja por el éxito de cadenas comerciales basadas en relaciones de intercambio equitativas. Análisis.
Hoy son muchos los consumidores en desacuerdo con el sistema económico actual prefiriendo productos que garanticen un beneficio suficiente para quien los fabrique. El auge del comercio justo viene justificado por esta creciente concienciación social, confirmando que hay alternativas viables dentro del marco actual. La proliferación de asociaciones de importadores así como la organización de los canales de venta en los países ricos son una excelente prueba de la fuerza de la sociedad organizada por participar en cambios.
La ayuda al desarrollo en entredicho
El tiempo ha revelado la ineficacia de la ayuda al desarrollo y son necesarias nuevas maneras de organización del comercio y de las transacciones financieras internacionales para generar por fin una mayor equidad en la distribución mundial de la riqueza.
Los actuales marcos de negociación como la Organización Mundial de Comercio, con apuesta por la liberalización total de los mercados muestran cómo los países ricos tienen enormes reticencias a abrir sus mercados, mientras exigen poder penetrar los de los países menos desarrollados. Esto provoca un escaso desarrollo rural local e inseguridad alimenticia en países que ya de por sí padecían extrema pobreza. Como ejemplo podemos tomar el caso reciente de la disputa sobre las subvenciones a la producción europea de azúcar. Además, se establecen fuertes aranceles para la importación de este producto de terceros países, encareciendo el azúcar proveniente de países en vías de desarrollo. Según una estimación de Oxfam, una política de comercio justo que redujese aranceles y subvenciones podría generar alrededor de 30.000 puestos de trabajo en países como Zambia y Mozambique.
El cooperativismo local es una posible solución
A pesar de haber declarado su interés por el comercio justo, la Unión Europea ofrece la reducción de precios solamente por determinados períodos y por un contingente determinado de importaciones. Si bien es cierto que una estrategia de reforma es compleja, es imprescindible trabajar por unos objetivos concretos para paliar el enorme desequilibrio que regenta las relaciones comerciales internacionales.
Tras la creación de la UNCTAD en 1964, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, y desde la sociedad civil se crean iniciativas que defienden el desarrollo de los países pobres a través del comercio. “Trade not Aid” fue el emblema de estos movimientos. Siguiendo una serie de principios como la garantía de un precio justo y la percepción de una retribución digna y a la vez promoviendo la creación de un tejido productor cooperativista en los países del sur, esta campaña derivó en un modelo incipiente de comercio justo. En Europa, una de las organizaciones pioneras es la fundación holandesa SOS Wereldhandel en 1967 (hoy Fair Trade Organisatie). Comercializan productos de países en vías de desarrollo bajo relaciones de equidad con los productores. Se asegura el pago de un precio que permita el acceso a necesidades básicas del productor y a demás se facilita ayuda técnica para la creación de iniciativas sostenibles a largo plazo. Con una base productiva propia, se podrá canalizar inversión local hacia infraestructuras, reduciendo la dependencia de organismos de financiación erróneamente llamados multilaterales.
La cadena comercial justa se organiza en tres fases: productores cooperativistas en el sur venden a importadores, que a su vez distribuyen los bienes a minoristas. Los principios de los importadores se caracterizan por la importancia de las personas antes que los beneficios así como la voluntad de establecer compromisos a largo plazo o la asistencia técnica. Por otro lado, las pequeñas iniciativas cooperativistas locales, deben garantizar gestión transparente de las empresas, salarios y derechos mínimos, la igualdad de género. Una ventaja más del comercio justo es que facilita los contactos directos de estos productores locales con los importadores europeos. Los minoristas venden al consumidor final, y pueden o bien aprovisionarse a través de los importadores o bien directamente con las iniciativas productoras.
Se han creado organizaciones como la Free Trade Label Organization que confieren certificados a productores e importadores que garanticen trato equitativo en el comercio de los productos. Certifican que en ningún paso de la cadena del comercio justo se corrompa la práctica y que el productor final reciba un salario suficiente a la vez que comprueban que el producto final sea de calidad.
Empiezan a verse los resultados
Gracias al éxito de iniciativas de este tipo, hoy existen más de 70.000 tiendas solidarias que comercializan agroproductos o artesanía de países en vías de desarrollo, gozando de una buena aceptación en el mercado y de un creciente interés por parte del consumidor. Europa es el mayor destino de productos de comercio justo captando el 80% de los bienes, con casos ejemplares como Alemania, que representa el mercado para el 80% del café justo mundial. Según un reportaje de la ONG canadiense Equiterre, en el sur son aproximadamente 300 grupos de productores, esto representa los ingresos de más de 800.000 familias, más de 5 millones de personas en 45 países y un volumen de 400 millones de euros.
Ante el insuficiente compromiso de los gobiernos, ha sido la propia sociedad civil la que ha organizado alternativas viables. Ahora es el momento de los gobiernos nacionales y europeos de considerar la voluntad del pueblo y ser partícipes de una reorganización de la economía mundial.