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Lev Nikolaevich y 'La última estación' (reseña)

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Cultura

Un genio venerado, personajes pasionales, reflexiones cursis y las praderas de Rusia occidental. Estos son los elementos que maneja La última estación (Michael Hoffman, 2009; recién llegada a Rusia y a punto de estreno en Francia) para narrar la vejez de Lev Tolstoi de forma entretenida y bien actuada, pero muy previsible. Breve crítica y postal de la Rusia pre-bolchevique.

El consagradísimo escritor Lev Tolstoi (Christopher Plummer) ha fundado una nueva religión, el “movimiento tolstoiano”, una especie de cristiano-comunismo-rural basado en el “amor” (los personajes hablan de “amor” todo el rato, con un piano de fondo), y una reacción a los avances industriales y el veneno político que amenazan la pureza del pueblo ruso, del campesino, del mujik; pero el movimiento parece habérsele ido de las manos al desarrollar su propia jerarquía e incluso una eminencia gris sedienta de control (Paul Giamatti). Al otro lado está su mujer (Helen Mirren), que pelea a gritos para que su marido no deje todo el patrimonio en manos de unos sectarios. Entre tantas pasiones, el autor de Anna Karenina sólo quiere tranquilidad, así que se deja llevar y da paseos por el bosque junto a su joven secretario, un tímido y virginal aprendiz (James McAvoy) que conoce el “amor” (el amor, el amor) en brazos de una vivaracha tolstoiana.

Logros: captar el carácter (o cliché) ruso y el paso a la modernidad

La mayoría de las escenas transcurren en el jardín de Yásnaia Polyana, los dominios del conde a las afueras de MoscúLos personajes son muy rusos: hombres llenos de dudas y mujeres dominantes que chillan y se arrojan al agua helada; son personas que, como en Guerra y Paz, siempre andan escribiendo cartas, conteniendo las lágrimas y dando portazos. Y este comportamiento extremo (buen trabajo actoral) casa con la fuerte presencia de la naturaleza: durante casi dos horas no paramos de oír el cantar de los pájaros o el viento que agita las ramas, como si el bosque fuese un personaje más.

También se aprecia la imparable llegada de la modernidad en detalles como la vitriola que impresiona al escéptico Tolstoi y las cámaras de cine prehistóricas que pululan para filmar el “movimiento”; Rusia todavía no conoce la revolución industrial, sigue gobernada por un zar y hay infinitas corrientes políticas (incluidas el “tolstoianismo” y otras por el estilo) planeando muchos futuros. Este clima de agitación  sería perfectamente confirmado, poco después, por la guerra y la revolución.

Retoques

La película está inspirada en un libro de mismo título (escrito por Jay Parini en 1990), y no sabemos muy bien hasta dónde se han estirado las cosas para vender más entradas. Todo parece indicar que al viejo Lev Nikolaevich (si quieres hablarle a alguien seriamente, llámale por su nombre y patronímico), harto de predicar la austeridad mientras vivía como el conde que era, decidió irse al campo, fundar escuelas para campesinos y ejercer de zapatero ante la rabia de su mujer, Sofia Andreevna (también puedes utilizar nombre y patronímico como signo de confianza hacia una persona mayor o muy respetada). O sea que sí hubo tensiones, como nos confirmó el mismísimo Tolstoi en una reciente entrevista.

Pero esta historia patina, baila, cambia según quién la cuente (las últimas palabras del escritor tienen mil versiones, por ejemplo). Y hay más: ¿Es casual que el centenario de la muerte de Tolstoi coincida con Hollywood y con una vuelta de los autores rusos a las editoriales? ¿Huele ya el mercado las reflexiones heladas, la introspección, el crimen y el castigo como nuevo filón? Bienvenido sea.

La última estación se estrenará en Francia el8 de diciembrede 2010.

Fotos: Portada: cartel promocional de La última estación; Christopher Plummer y James McAvoy en fotogramas de la película (Sony Pictures Classic, 2009); vídeo: Youtube