Latinoamérica está de moda en Austria
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Mientras los mandatarios se reunían en Viena, los eurolatinos de esta ciudad proseguían con su quehacer diario a veces difícil de sobrellevar.
A unas horas de que comenzara la cumbre actuaba en un pequeño local de Viena un grupo de música cubana. Entre los asistentes, unas jóvenes latinoamericanas caldeaban el ambiente. Los austriacos están encantados con ellas, pues se saben todas las canciones. Da la impresión de que nunca se había hablado tanto de este continente y la cumbre ha sumado todos los medios de comunicación en torno a él. Pero no sólo eso: en abril tuvo lugar un festival de cine iberoamericano, durante el mes de mayo se celebró el festival de arte Onda Latina y los músicos cubanos de Buena Vista Masters visitaron la escena vienesa. “Cuando yo llegué hace cuatro años no se escuchaba música en español. Ahora enciendes la radio y están Juanes, Shakira…”, comenta Elizabeth Caballero, la cubana que ha traído a su grupo de amigas al concierto.
Según el censo de población de 2001, más de 6.600 latinoamericanos viven en Austria. Las cifras han aumentado en los últimos años, y mucho más si se tiene en cuenta la inmigración ilegal que no aparece en ninguna estadística. En cualquier caso, la proporción de inmigrantes procedente de América Latina es bastante baja (1% del total).
Elegir Austria
Las razones que traen a los latinoamericanos hasta aquí son muy diversas, pero tienen que ver más con la oportunidad que con una elección premeditada. Elizabeth conoció al que ahora es su marido en Cuba y se trasladó a Viena con él. “Hay muchas mujeres que vienen porque se han casado con austriacos”, constata Ronja Vogl, trabajadora social de LEFÖ, una asociación que ayuda a las mujeres inmigrantes de Latinoamérica, “pero también vienen para estudiar, porque ya tienen familiares aquí o como au pairs”, continúa.
Es el caso de Johanna Abanto, que llegó de Lima hace seis meses. Una amiga suya ya había estado en esta ciudad como au pair y la animó a venirse. Aun estando casada y teniendo que dejar a su marido en Lima, no se lo pensó dos veces: “Este tipo de oportunidades no se presentan todos los días, y aquí gano mucho más de lo que ganaba en Perú”.
Dicho esto, echa de menos algunas cosas. “¿Quién no quiere estar con su familia?”, se pregunta. Además, le faltan los sabores de su tierra. Incluso reconoce que aquí come cosas típicas de su país que allí ni probaba, sólo por nostalgia. Si no fuera porque no puede comerse un ceviche, a Johanna le gusta su vida en Viena: “Me encanta el lugar, la cultura y la gente. Me quiero quedar en Europa”.
Problemas de integración
No a todos los latinoamericanos les resulta tan fácil la adaptación como a Johanna. “Son muchos los problemas a los que tienen que hacer frente”, explica Ronja Vogl. El más evidente es el idioma, pero también existen muchas complicaciones legales. “El latinoamericano que quiere venir legalmente a Austria depende siempre de alguien: un/a esposo/a o un empleador”, explica.
Cinthia Ferrufino, boliviana, no tuvo, sin embargo, dificultad legal para entrar en Austria. Sus abuelos son alemanes y ella tiene el pasaporte alemán. Llegó hace once años, con sólo 17, pero ahora no piensa en otra cosa que en regresar. “Los austriacos quieren que te integres, pero luego no te abren las puertas”, comenta Cinthia. “El problema aquí no es encontrar un trabajo, sino un buen trabajo”, prosigue. Trabaja como camarera en un restaurante latino enfrente de la emblemática Staatsoper de Viena. Quería estudiar en la universidad pero el Estado austriaco no le reconoció su título de bachillerato boliviano: “Aquí no te dan ‘chances’ para superarte”, se lamenta.
“Nuestros países tienen muchos problemas y Europa se vende como la tierra de las oportunidades”, opina Cinthia; “lo que no sabe la gente es que cuando llegas aquí también hay problemas, como la pobreza o el paro, que afectan a los propios europeos”. Ronja Vogl coincide diciendo que en general los latinoamericanos tienen una imagen idílica de Europa que se viene abajo cuando llegan, pero que “en general prefieren quedarse porque creen que a pesar de todo aquí hay un futuro mejor”.
Europeos del otro lado
Durante la II Guerra Mundial o la dictadura de Franco, muchos fueron los europeos que eligieron Latinoamérica como nueva patria. Ahora la balanza migratoria se ha dado la vuelta. Aún así, muchos europeos no dudan en marcharse al otro lado del Atlántico.
Es el caso de Jiri Binder, profesor en Toluca, Méjico. Este checo se enamoró de una mejicana y se fue para allá hace tres años y medio. “Me gusta de la vida mejicana que es más viva, alegre y fiestera”, apunta. A la hora de encontrar un trabajo, Jiri reconoce que para los europeos no es muy complicado. “Los hablantes de ingles, francés o alemán, a menudo empiezan en México como profesores de idiomas”, explica. La situación para los españoles es aún mejor: “sus diplomas son reconocidos en Méjico y a menudo se les da más prestigio que a los diplomas nacionales”, cuenta Jiri.
También Reinhard Petz es profesor, pero él en Guatemala. Partió hace 6 años para trabajar en el Instituto Austriaco Guatemalteco movido por “el deseo de conocer otra cultura y otra gente”. Aparte de esto, también ha encontrado algunas dificultades propias de la adaptación a una nueva cultura, entre ellas “el ritmo de vida diferente, la inseguridad o la falta de puntualidad”.
¿Es Latinoamérica tan diferente de Europa? Depende de desde donde se mire. Desde Guatemala o Méjico opinan que la región está mucho más influida por EE UU que por Europa. Sin embargo, la visión desde el cono sur del continente varía. Antonio Graziano es un italiano que trabaja desde hace 15 meses en un proyecto de desarrollo en Uruguay. “Queda mucho de lo bueno y de lo malo de Europa; la burocracia, el arte del descanso, la amabilidad de la gente o el calor humano”, opina él.