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“La vie en rose”, versión georgiana

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De la mediática "Revolución de Tibilisi" surgió un presidente estrella. ¿Qué queda dos años después de aquellas esperanzas surgidas en noviembre de 2003?

Mickail Saakashvili es sin lugar a dudas un hombre de voluntad. Desde su ultra-mediatizado acceso a la presidencia de Georgia en enero de 2004, sus medidas han recibido tanto aplausos como las más duras críticas. Entre los más entusiastas se encuentran los jóvenes del país, que adoran a su héroe nacional. Giorgi Meladze, uno de los líderes del movimiento estudiantil Kmara (Basta ya) comenta que su generación, muy patriótica, "está enamorada de la bandera y del himno nacional, que entonan incluso en las fiestas familiares".

La comunidad internacional tampoco se queda corta. Misha -apelativo cariñoso con el que llaman al presidente Saakashvili- fue recibido el pasado 15 de septiembre en la tribuna de Naciones Unidas como un héroe de la democracia. Las revoluciones coloristas de Ucrania o Kirguizistán desencantan, pero la pequeña república caucásica inspira confianza. Una confianza renovada por Washington, que hace unos días le concedió una ayuda de 295 millones de dólares para mejorar las infraestructuras del país.

Democracia interpretada

La sinceridad del programa de Saakashvili es innegable, pero algunas de sus medidas sorprenden: detenciones de periodistas o incursiones militares en territorios con "alto el fuego". Vicken Cheterian, periodista y director de programas de la organización CIMERA, cree que "Occidente no ha entendido el sentido de la revolución de las Rosas". "Se ha presentado como una revolución pro-democrática, pero las intenciones de Saakashvili son por encima de todo reforzar el Estado georgiano, lo que puede revelarse contrario a las exigencias democráticas". Se diría que hay un acuerdo entre poderes públicos y los medios de comunicación. Thornike Gordazze, investigador del CERI, cree que "la impresión de mayor democracia bajo Szeverdnadze se debía a la debilidad del Estado. Se trataba de una democracia por defecto".

Pero lo que más alarma a los especialistas es la poca fuerza de los partidos políticos de la oposición. "Para que una democracia funcione se necesitan contra-poderes. Es el papel que debe jugar la oposición. Pero por ahora no hay ninguna alternativa creíble frente a Saakashvili", subraya Thornike Gordze.

Tras dos años de esfuerzos en la lucha contra la corrupción, principal objetivo del mandato de Saakashvili, Georgia sigue siendo uno de los países más corruptos del mundo. Giorgi Meladze considera que "las reformas que se han llevado a cabo son el resultado de micro-intervenciones muy concretas. El gobierno ha adoptado un sistema de intervención caso por caso, sin un programa general para reforzar las instituciones públicas". Los éxitos de Saakashvili –reforma de la educación y de la justicia y mejora de la red de carreteras– no solapan la decepción de la ciudadanía, puesta de manifiesto en las manifestaciones de apoyo a la ex-ministra de Asuntos Exteriores, Salome Zourabichvili, expulsada del gobierno el pasado 19 de octubre.

Aló, ¿Naciones Unidas?

La política regional también adolece de esta falta de visión general. La línea directriz parece ser la enigmática formula de la "federación asimétrica". Saakashvili ha tenido éxito en Adjaria, tras la derrota del líder histórico Abachidza, pero la situación parece más complicada en regiones como Abjasia u Osetia del Sur, independientes de facto desde las guerras civiles de 1992-1993. Bajo el control de 3.000 soldados rusos, estas dos regiones sólo tienen ojos para Moscú. El 80% de sus habitantes ha obtenido recientemente la nacionalidad rusa. Para Vicken Cheterian "Tbilisi no intenta hacer política en estas regiones, tan sólo evitar todo estallido de violencia".

Por otro lado, y aunque la presencia de tropas y bases militares rusas en su territorio indigna a Tbilisi, la comunidad internacional se mantiene discreta para evitar fricciones con Rusia. George Bush, por ejemplo, no duda en calificar a Georgia de "faro de libertad en el mundo", pero luego se limita a transmitir el dossier a "Naciones Unidas, por ejemplo", comprometiéndose a hacer "una o dos llamadas".

Las manos atadas

Lo cierto es que el romance entre Saakashvili y la Casa Blanca se ha exagerado un poco. Thornike Gordadze afirma "que un país como Georgia tiene poca elección en esta materia. Es lógico que miren hacia los EE UU, país que invierte en la economía, la seguridad, la cultura y la educación". La alianza con los americanos es natural. Szevardnadze también apoyó activamente a los Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre, abriéndoles su espacio aéreo y enviando tropas a Irak.

Entre Rusia y los EE UU, ¿acaso no dependerá el futuro de Georgia de la UE? Es lo que sostiene Saskashvili. Pero por ahora la adhesión no se plantea. Tanto la UE como Georgia atraviesan momentos de crisis de identidad. La delegación europea en Tbilisi baraja sin embargo la posibilidad de establecer una asociación de "buena vecindad".

Motivado y respetado internacionalmente, Saakashvili encata ahora la segunda mitad de su mandato. El destino de la Georgia moderna se jugará sin embargo en las zonas francas de Abjasia y Osetia del Sur, donde la buena voluntad no basta.

Translated from La vie en rose, version géorgienne