La vida de un refugiado sirio en Alemania
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Melisa Laura DíazMúsico y activista, Omar huyó de Siria hace cuatro años y vive en Berlín hace unas semanas. Visita a alguien que debe reconstruir su vida completamente.
Fuera está gris y llueve. Dentro, Omar prepara té. La habitación es grande y cálida, con un sofá en la esquina. En el centro, hay una mesa larga. Uno puede imaginarse que alrededor de esta mesa se bebe mucho té, se fuman muchos cigarrillos y se habla mucho de todo. “Lo único que me molesta realmente en Alemania es el clima”, dice Omar riéndose. Por supuesto, hay otras cosas: El hecho de que la burocracia alemana trabaje tan lentamente, por ejemplo. Omar ha tenido algunas experiencias en este sentido.
Cuatro años han pasado ya desde que este joven de 25 años dejó su ciudad natal de Alepo, en Siria, unos meses después del comienzo de la Primavera Árabe. Las manifestaciones pacíficas contra el régimen represivo sirio evolucionaron rápidamente en guerra civil. Antes de la guerra, Omar ya hacía música y había escrito un poco de rap. Sin embargo, su contenido era algo ligero, pero eso cambió con el inicio de la guerra civil. Sus canciones se volvieron más políticas, él criticaba abiertamente al régimen e iba a las manifestaciones. “Hablar de política era prácticamente imposible”, dice Omar. “Siempre existía el riesgo de que la policía secreta llegase, te arrestase y te llevase consigo”. ¿A dónde? Nadie lo sabe. Omar pronto se convirtió en el objetivo de la policía secreta, y un día lo supo: “Vendrían por mí”.
Una nueva vida en el Líbano
Omar no tuvo más opción que hacer sus maletas y tomar el primer avión a Egipto. Apenas unas horas después la policía secreta estaba frente a la puerta de la casa de sus padres: “Nosotros no lo conocemos, no es nuestro hijo”, les dijeron para protegerse a sí mismos así como al resto de su familia. Omar relata todo con detalle y con calma. Es un orador pensativo, que se toma su tiempo para encontrar las palabras adecuadas. En Egipto, Omar trabajó para su tío y permaneció allí diez meses. Luego continuó su camino hacia el Líbano, lugar al que su familia había huido mientras tanto. Dado que la familia vivía cerca de una academia de policía, fue utilizada como escudo humano por el régimen: Mientras allí viviesen civiles, el Ejército Libre Sirio de la oposición no atacaría la escuela. Un cálculo cínico.
Cuando Omar habla sobre el Líbano, su rostro se ilumina. Él vivía con otros 800 refugiados sirios y creó, con un grupo de voluntarios motivados, una escuela para niños sirios. Todo esto fue financiado al principio por los Hermanos Musulmanes. En ese entonces Omar enseñaba inglés. Pero los problemas comenzaron cuando los Hermanos Musulmanes introdujeron reglas muy estrictas como la separación por sexos, por ejemplo. Luego, la ONG For the Unseen se convirtió en patrocinadora y Omar finalmente pudo enseñar lo que más le gusta: Arte y música. También ha trabajado para otra organización, Relief & Reconciliation for Syria (Socorro y Reconciliación para Siria) y ha producido vídeos sobre esta escuela, que ya han sido vistos por mucha gente alrededor del mundo.
En pocas palabras, Omar era relativamente feliz en el Líbano. Un tiempo después recibió, a través de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la propuesta de ir a Alemania. Y Omar tomó la decisión: Iba a hacerlo. ¿Por qué? “Para mí, el Líbano, era genial, pero yo no estaba solo. Tenía que cuidar de mi familia. En Siria, mi padre era un emprendedor, pero en el Líbano estaba desempleado. Fue difícil para mí ver eso”. Alemania ofrecía nuevas oportunidades, nuevas esperanzas.
Aprender alemán: seis horas al día, cindo días a la semana
A principios del 2015, los nueve miembros de la familia de Omar, tras pasar por Hannover, llegaron a Berlín. La locura administrativa comenzó. Omar termina su té, busca sus palabras. No quiere parecer ingrato, está impresionado por la cortesía de los alemanes. Sin embargo, explica: “En Alemania, todo está muy bien organizado. Pero todos los procesos son increíblemente largos”. Omar y su familia pasaron ocho meses en un campamento de Marienfelde (distrito de Berlín, n.d.r.), sin muebles, sin Internet y con cientos de personas a su alrededor todo el día. Omar dice que esta experiencia ha sido deprimente para él: “Antes, era yo él que siempre ayudaba a otros, y de repente, era a mí a quien le ofrecían ayuda”.
A Omar le resultó difícil llevar a cabo su papel de refugiado. Y todavía le es difícil. Es por esto que una cosa estaba clara para él: Quería irse de este campamento y retomar su vida rápidamente. No la vida que tenía en Siria o el Líbano. Él era consciente de que eso era imposible. Pero quería encontrar una vida. Ser activo, hacer música, crear algo. Y por encima de todo, estudiar. En Siria, Omar había estudiado traducción pero no había obtenido su diploma. Quiere retomar sus estudios en Alemania y, de esta manera, aprender alemán —seis horas por día, cinco días a la semana. Omar es impaciente, quiere progresar rápidamente.
Entre extranjeros
Desde hace unas semanas, vive en un apartamento compartido con tres alemanes. “Ha sido difícil encontrar un apartamento”, dice Omar. Y luego se ríe: “Aunque generalmente no es tan simple en Berlín”. Anteayer, su primo de Siria llegó y vive de momento en la habitación de Omar. A diferencia de él, que tomó un avión para salir del país legalmente, la peligrosa fuga llevó a su primo a través de Turquía, Grecia, y Hungría, y empieza ahora el largo proceso administrativo que Omar ya completó. Omar no realizó ninguna solicitud de asilo, él tiene un permiso de residencia. En cualquier caso, él quiere permanecer en Alemania el tiempo que le lleve obtener un título universitario.
¿Y luego? Omar se encoge de hombros: “Volveré al Líbano o Turquía”. Todavía no se siente como en casa en Berlín, pero por el momento, la ciudad es un buen lugar para él. “Esta no es mi casa. Pero lo que es bueno en Berlín, es que todos son de cierta forma extranjeros”.
Este artículo fue escrito por el equipo editorial de cafébabel Berlin.
Translated from Syrischer Flüchtling in Berlin: Zwischen Aufbruch und Ankommen