La unión hace la fuerza: el futuro de Europa
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Manu Sánchez|Opinión| El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman afirmó que Europa no se podía hacer en un día, sino más bien mediante acciones solidarias. Sin embargo, con el ascenso del euroescepticismo y el descenso en el número de votantes, la solidaridad parece estar a años luz ¿Dónde está el origen de esta desilusión y qué podemos hacer para remediarla?
Al parecer, el mayor problema al que se enfrentan en la actualidad los jóvenes con formación es tener un trabajo con contrato basura, sin estabilidad laboral ni prestaciones sociales. Con el aumento del paro de larga duración, estos jóvenes de hoy en día corren el peligro de convertirse en un futuro en adultos sin posibilidades de trabajar. Estas condiciones laborales deben cambiar si queremos que la gente se quede en su país y se fomente el desarrollo.
LAS EMPRESAS buscan MANO DE OBRA BARATA
Si en tu país de origen no hubiera trabajo, no pudieras tener un sueldo decente y las condiciones de vida se hubieran empobrecido ¿te quedarías? Si te hubieras pasado años estudiando para sacarte un título prestigioso y hubieras acabado trabajando de camarero a tiempo parcial o dependiente por el salario mínimo sólo para tener ingresos ¿no querrías cambiar las cosas? Si no te hubieran respondido ni a una sola de las cientos de solicitudes que has mandado a empresas de otros países europeos ¿no decidirías marcharte? ¿Te quedarías con los brazos cruzados mientras las empresas te desgastan para conseguir una mano de obra barata que aceptaría lo que fuera simplemente porque "tendría la suerte de seguir trabajando"?
Los jóvenes se ven obligados no sólo a marcharse de sus hogares, sino de Europa en general, porque, sencillamente, esta ha dejado de ser lo que prometía. Ha dejado de ofrecer oportunidades de crecimiento, de una trayectoria profesional brillante, de desarrollo y prosperidad. Europa te inunda de papeleos, legislación rigurosa y te fuerza a abandonarla antes de asfixiarte en sus garras.
DISCRIMINACIÓN POSITIVA
Los que tienen cuarenta y tantos o rozan la cuarentena reconocen que "ahora vivimos peor que nuestros padres", haciéndose eco de las palabras del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, sobre la generación perdida. Porque aunque los programas de la Unión Europea ayuden a los jóvenes a encontrar empleo y prácticas, no está resolviendo el problema de verdad. Son necesarias acciones de discriminación positiva para que los países con problemas se recuperen y desarrollen una infraestructura de la mejor calidad, de ahí que proliferen las voces que piden una "mayor solidaridad".
Sin embargo, los estados miembros de la UE han perdido de algún modo la voluntad de colaborar los unos con los otros. Han dejado de preocuparse por los intereses y el bien de la colectividad y en su lugar se han centrado en los beneficios de la nación. El nacionalismo está de vuelta en la orden del día, y la crisis ha permitido el aumento de los partidos extremistas, que alimentan el descontento de la población con la UE, la ausencia de solidaridad y la falta de ayuda del exterior. En efecto, según una encuesta reciente del Eurobarómetro, el número de europeos que no confía en la Unión Europea se ha duplicado en los últimos seis años a un máximo récord del 58%. De hecho, muchos ciudadanos consideran que las instituciones de la UE son perniciosas y dominantes en la vida pública de los países. Muchos no entienden por qué se gasta tanto dinero para que los funcionarios de la UE vivan rodeados de lujos y los estados miembros se encarguen de financiar todo cuando son ellos mismos los que exigen mayores recortes y medidas para reducir los salarios y las prestaciones en los países de la UE. Tampoco entienden por qué, por ejemplo, muchas decisiones se toman a puerta cerrada, sin ningún tipo de rendición de cuentas ni transparencia. Los funcionarios de la UE dan la impresión de estar muy alejados de la realidad.
AISLADOS DE LA REALIDAD
Escondidos tras informes, expedientes, propuestas y reglamentos, están tan inmersos en papeleo que no prestan atención a la sociedad, para ver cómo vive de verdad la gente. Para ver cómo todas esas decisiones sobre las que votan en esos enormes y lujosos edificios afectan a la vida de ciudadanos normales y corrientes. Esos mismos ciudadanos que los eligieron para los cargos que ocupan -si bien es cierto que de forma indirecta en gran parte de los casos- y que siguen haciendo sacrificios en nombre de la austeridad, rebajando sus esperanzas y expectativas, viendo cómo sus sueños se desvanecen, mientras sus políticos siguen aislados en la "capital europea" (Bruselas), lejos de la dolorosa realidad del mundo.
Pero ya es hora de salir de la burbuja. Los funcionarios de la UE han de ser más accesibles a sus electores. A aquellos que los pusieron donde están en primer lugar. Los funcionarios deben ser más transparentes en la toma de decisiones y mirar a su alrededor para ver cómo van a afectar sus propuestas a los ciudadanos. Comportarse como verdaderos líderes y luchar con su gente, peleando para que cada uno de ellos tenga voz. Si las próximas elecciones europeas "van a ser diferentes esta vez" de verdad, los eurodiputados deberían escuchar las peticiones de los ciudadanos sobre un mayor acceso a la información para tratar el "déficit democrático" de la UE.
Europa ha perdido el rumbo. Ha permitido que la crisis llegue hasta lo más profundo de ella y la erosione desde dentro, porque sus gentes también han perdido el rumbo. Han permitido que sus asuntos egoístas de índole nacional se impongan sobre su identidad colectiva europea, una identidad cuya fuerza reside en la unión de sus gentes. Los funcionarios de la UE proclaman que hacen falta reformas para que la situación cambie en Europa y la Unión Europea vaya de nuevo por el buen camino. No obstante, la restructuración también ha de producirse en el corazón de la UE, en su organización e instituciones. En el modo de proceder de los funcionarios. Ellos también deberían aceptar los recortes en el sueldo y las medidas de austeridad que a menudo imponen en otros países. Porque la UE es, en esencia, el producto de sus estados miembros. Y si un miembro de la familia resulta herido, el resto del grupo ha de acudir raudo a su rescate. La UE ha olvidado lo que significa comportarse como una familia. Permanecer al lado de su gente y escucharla si tienen algo que decir. Aceptar tanto sus quejas como sus cumplidos, e intentar mejorar para que la unión sea más fuerte. Lo que le falta hoy día a la Unión Europea es esa identidad unida. Y este refrán multilingüe no podría ser más cierto en este caso: "la unión hace la fuerza". Si los estados miembros son capaces de volver a descubrir las prioridades y objetivos que los unieron en un primer momento, la Unión Europea que Schuman concibió hace 54 años será por fin una realidad.
Translated from Europe: United we stand, divided we fall