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La Unión depende de la energía exterior

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La Unión, cuya producción energética es insuficiente, ve cómo crece su dependencia de otros países. El Libro Verde analiza el crecimiento del consumo comunitario.

El Libro Verde de la Comisión Europea, presentado en noviembre de 2000, analiza los recursos energéticos de la Unión bajo el título "Hacia una estrategia europea de seguridad de abastecimiento". En concreto, la Comisión ha subrayado que si no se actúa en los próximos veinte o treinta años, la Unión cubriría un 70% de sus necesidades energéticas con productos importados frente al 50% actual. A su vez, las consecuencias económicas de tal dependencia son importantes en la misma medida: en 1999 estas suponían 240.000 millones de euros, es decir un 1,2% del producto nacional bruto de la Unión. En lo que respecta a términos geopolíticos, el 45% de las importaciones petrolíferas provienen de Oriente Medio, mientras que el 40% de las importaciones de gas natural, de Rusia. No obstante, la subordinación repercute en todos los sectores económicos. Tanto el transporte, el consumo doméstico como la electricidad, dependen mucho de la evolución de las reservas de hidrocarburos, y por tanto de las erráticas variaciones de los precios internacionales.

¿Preferencia económica o geopolítica?

Frente a este hecho, aparece un asunto crucial: ¿Puede la Unión Europea tolerar un incremento de su dependencia con respecto a los recursos energéticos extranjeros sin comprometer la seguridad de aprovisionamiento y la competitividad europea? ¿Sobre qué fuentes de energía convendría encaminar la política de importaciones? En este contexto, ¿habría que favorecer una solución económica (coste energético) o geopolítica (riesgo de quiebra del stock)?

Es obligatorio constatar que no se ha producido en los últimos veinte años un auténtico debate sobre la selección de filiales, y menos aún sobre las políticas energéticas que deben tomarse dentro del contexto de la garantía de abastecimiento. Sin embargo, hoy en día la doble presión originada por las preocupaciones medioambientales así como por el nuevo funcionamiento del mercado energético europeo, exige una respuesta.

¿Debe por tanto producirse tal debate teniendo en cuenta que el consumo energético actual está formado por un 41% de petróleo, un 22% de gas natural, un 16% de combustibles sólidos (carbón, lignito y turba), un 15% de energía nuclear y un 6% de energías renovables? Se desprende del texto que si no se produce una inflexión en tal tendencia, la situación energética continuará apoyándose hasta 2030 en combustibles fósiles: un 38% de petróleo, un 29% de gas natural, un 19% de combustibles sólidos, y apenas un 6% de energía nuclear y un 8% de energías renovables.

Estrategia a largo plazo

Desde entonces, el Libro Verde ha esbozado una estrategia energética a largo plazo según la cual la Unión tendría que reequilibrar su política de oferta mediante claras acciones a favor de una política de demanda. En efecto, parece que el margen de maniobra respecto al crecimiento de la oferta comunitaria es débil teniendo en cuenta sus necesidades, mientras que dicho margen respecto a la demanda parece más prometedor. En lo que respecta a la demanda, la Comisión Europea ha apelado por tanto a un auténtico cambio en el comportamiento del consumo, y ha insistido notablemente en la puesta en marcha de una política activa de economía energética. También ha enfocado el interés instrumental tributario con vistas a orientar la demanda hacia consumos mejor educados y más respetuosos con el medio ambiente (la Unión Europea se ha implicado, por ejemplo, en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 8% en 2012 con respecto a 1990). Sin embargo, tal instrumento sigue bloqueado en el Consejo.

Por contra, el Libro Verde realiza un análisis según el cual los esfuerzos para reducir la dependencia energética de la Unión Europea pasarán antes que nada por el incremento de la producción energética europea no fósil. Desde 1957, el Tratado EURATOM promueve la energía atómica, a pesar de que esta decisión es muy controvertida en algunos países. El proceso de diversificación implica asimismo la utilización de gas natural así como -en menor medida- las energías renovables que se espera que representen un 15% del consumo global en 2010. No obstante, no podemos dejar de pensar que los importantes esfuerzos que hay que realizar a favor de otras fuentes de energía -especialmente nuevas y renovables- quedarán por desgracia limitados frente al crecimiento de la demanda. Las energías convencionales permanecerán durante largo tiempo en niveles altos de consumo.

Por último, el Libro Verde se pregunta sobre la oportunidad de enfocar una política importadora, a pesar de la oposición de un gran número de miembros que esgrimen el fraude que esto supondría para el equilibrio de los mercados energéticos liberalizados hace apenas unos meses.

Nueva dimensión comunitaria

De este modo, el Libro Verde podría redimensionar la política energética a nivel comunitario sin que esto pueda traducirse en nuevas competencias. En efecto, esta política permanecería en la competencia de los Estados, ya sea para la producción, el consumo o la diversificación. Las decisiones son por tanto muy divergentes entre los distintos países persistiendo para cada uno de ellos la libertad de elegir los medios a emplear con objeto de respetar sus implicaciones en la realización de objetivos fijados por la Comisión (como por ejemplo la preeminencia de la energía nuclear para Francia, del lignito para Alemania, del carbón para Polonia o del gas para el Reino Unido).

Europa ha actuado hasta ahora sobretodo a través de la coordinación radial, lanzando reflexiones estratégicas globales y financiando importantes programas de investigación. Existen aún varios caminos por explorar. Urge desanclar la política energética comunitaria por otros medios que no sean sólo el del mercado interior, el de la armonización, el del medioambiente o el de la fiscalidad.

Translated from L’Europe dépendante de l’énergie extérieure