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La recesión de las ideas

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La aprobación del presupuesto europeo y la ampliación avanzan a buen paso. Pero Europa está presa de una crisis de confianza sin precedentes. Más política que económica.

El domingo 25 de enero la Comisión presentará el proyecto presupuestario para los próximos siete años que, una vez aprobado, determinará el montante de los gastos anuales de la Unión Europea. Estos siete años son precisamente los que marcarán la integración de 10 nuevos países, cuya adhesión es saludada unánimemente como un éxito histórico, fruto de un deshielo y un acercamiento iniciados hace casi treinta años. Es por tanto normal esperar que a esta generosidad «política» corresponda también una cierta solidaridad «económica» con los recién llegados. Nunca hay que casarse con higos secos, como se dice en Italia...

Pero al mismo tiempo, la reforma del Pacto de Estabilidad –en lugar de ser objeto de un debate racional sobre la base del incontestable estado de crisis en el que se encuentran las economías europeas –será bajo el golpe de un proceso querido por la Comisión. Un recurso delante de los tribunales que puede parecer justificado desde un punto de vista jurídico , pero que no es menos económicamente absurdo y, sobre todo, nocivo para el buen equilibrio y las relaciones entre las diferentes instituciones europeas.

Si hasta los alemanes dicen que no...

Llegar, con tal clima, a discutir del presupuesto a otorgar a la Comisión para los próximos siete años, parece complicado. Los Estados miembros que son contribuidores netos (es decir, aquellos que dan más que reciben) se oponen a toda expansión del presupuesto simplemente porque no confían en los eurócratas de Bruselas. Si quieren obligarnos a la recesión para respetar un Pacto en lo sucesivo desprovisto de sentido, se preguntan ellos, ¿qué quieren además de nuestras contribuciones? Lo paradójico es que sean los estados tradicionalmente más federalistas, como Alemania, los que se opongan a dotar a las instituciones centrales de má recursos para hacer frente a los desafíos de los próximos años. Con la excusa –nada más insensato- de que una coordinación pura y simple de las políticas económicas nacionales será suficiente. En estas condiciones, imaginar un acercamiento rápido de las economías de los países de Europa central y oriental a aquellas de los “occidentales” no es más que una triste utopía.

La ampliación en peligro

Aumentar el esfuerzo presupuestario sería importante para planificar inversiones masivas en los países entrantes, sin por ello abandonar las regiones deprimidas del Oeste que reciben todavía ayudas europeas. Y esto es aún más necesario si, como es el caso actual, la voluntad de reducir gradualmente el presupuesto de la PAC está ausente de la agenda de nuestros dirigentes. Sin lo que, a contribuciones no cambiadas por parte de los Estados miembros, y con una renta per cápita que disminuye en el ámbito europeo, el efecto de redistribución del presupuesto de la UE está destinado a disminuir drásticamente. Los ingresos generales serán en efecto insuficientes para asegurar el equilibrio entre las economías de los Países miembros.

Atrapados entre dos fuegos, desorientados por ríos de retórica y de buenas intenciones confrontados al desafío del cambio, la Comisión y los Estados miembros valientemente optaron por... la parálisis total. La clave parece ser: "paremos todo". ¡Más crecimiento, más Constitución, más balance consecuente, más Pacto de estabilidad! Muy bien. Y continuemos todavía- ¿por qué no? - a dejar subir el euro (¡orgullo europeo!), sin darnos cuenta de que esto causará perjuicios a nuestra recuperación. ¿Todo anda mal? ¡ Prosigamos como si nada! En Europa, más que la economía, son las ideas las que están en recesión.

Translated from La recessione delle idee