La poción mágica de la flexiguridad
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fernando garcíaLa moda de la flexiguridad, llegada desde Dinamarca, hace furor entre la clase política europea que ya la considera el remedio milagroso a la actual crisis del modelo social.
La flexiguridad combina los conceptos de flexibilidad y seguridad. En teoría, se trata de una estrategia política encaminada a lograr un mercado de trabajo flexible, que además garantice una fuerte protección social, sobre todo a los trabajadores en situaciones más precarias. Al parecer, el balance macroeconómico que pone celosos a los vecinos del reino de Dinamarca le debe mucho a la flexiguridad. Incluso Austria, que ocupará la presidencia de la Unión Europea en enero de 2006, la ha situado como una de las prioridades de su agenda política.
Imaginemos una tasa de paro del 6%, un nivel de empleo excepcionalmente elevado entre las mujeres y los jóvenes y que sólo el 1,2% de la población activa se encuentre en una situación de desempleo de larga duración. Adornemos todo ello con un PIB por habitante de cerca de 35.000 euros. Añadamos una pizca de igualdad en las rentas, una inversión en educación del orden del 8,51% del PIB que se refleje en el éxito escolar, y acomodémonos en un contexto social de los más consensuados… Entonces habremos logrado algo parecido al "milagro danés".
Flexibilidad, seguridad y activación: los ingredientes de la flexiguridad
La flexicuridad se basa sobre todo en la movilidad de los trabajadores (entre 600.000 y 700.000 daneses cambian de trabajo cada año) e igualmente en la facilidad para despedir trabajadores. Así, un trabajador de la construcción puede ser despedido con un preaviso de 3 días sin ningún tipo de indemnización. Una situación que daría lugar a huelgas generalizadas en cualquier otro país. Sin embargo, en Dinamarca, los actores sociales están más o menos de acuerdo, por la simple razón de que son ellos mismos los que fijan las reglas del mercado de trabajo.
En contrapartida, los daneses pueden disfrutar de pagas de prestación por desempleo muy cómodas. Reciben hasta el 90% de su salario, durante un máximo de 4 años. Una práctica que sería totalmente ineficaz si no viniera acompañada de las famosas "políticas de activación". Basadas en las nociones de deber y derecho, muy estimadas por la cultura danesa, su objetivo principal es incitar a los desempleados a encontrar rápidamente un nuevo empleo. Para ello, el desempleado debe seguir un "plan individual de activación" que le permita seguir cursos de formación y, gracias a la "rotación laboral", remplazar a personas que se encuentren de permiso o en formación.
El consenso antes que nada
Sin que ello desagrade a nuestros políticos, deseosos de aplicar esta poción mágica que dinamizaría las políticas económicas y sociales, el éxito danés se inscribe en un largo proceso que no aportó sus frutos hasta llegado el año 1994 bajo el mando de los social-demócratas. Cuando se pusieron en marcha las primeras políticas de activación, el objetivo era dar trabajo al máximo número de personas posibles, reduciendo los periodos de las pagas de prestación por desempleo. Una política perseguida tanto por gobiernos de derechas como de izquierdas gracias a un consenso ejemplar que data del año 1899, el año del "Compromiso de Septiembre". Después de más de un siglo, la cultura corporativista se ha anclado en la sociedad danesa donde el 80% de los ciudadanos son miembros de un sindicato. Un acuerdo que es también político, pues la elección de gobiernos minoritarios conduce a éstos a gobernar con el apoyo de la oposición. Se trata de un elemento central del "milagro danés", que hace imposible su aplicación en los demás países.
¿Larga vida al sistema danés?
Desde el año 2001, la coalición liberal-conservadora encabezada por Anders Føgh Rasmussen ha acentuado el lado flexibilidad a través del leitmotiv de la "responsabilidad individual" y el "enderezamiento moral del pueblo danés". El famoso programa "Flere i Arbeje" pretende dar trabajo al máximo número de personas posible, aunque ello suponga importantes recortes en las ventajas sociales así como la congelación de los impuestos. Dos medidas que cuestionan el sutil equilibrio de la flexiguridad.
El envejecimiento de la población y el desafío de la inmigración ponen también en entredicho la duración del sistema. De aquí a 2040, al menos 1,2 millones de personas (frente a los 0,8 millones de hoy en día) tendrán más de 65 años. La solución prevista por el momento es persuadir a los trabajadores para que soliciten su jubilación cada vez más tarde al mismo tiempo que se anima a los jóvenes a que empiecen a trabajar cuanto antes. Una solución ya prevista en otros países. Aun así, ¿cómo lograr la supervivencia de este consenso frente a una inmigración excluida de este "milagro danés"? Alimentando su popularidad con discursos de tintes xenófobos, el Primer ministro ha reducido los beneficios sociales de los inmigrantes entre un 30% y un 40% durante sus 7 primeros años en Dinamarca con el objetivo de estimularles a que encuentren un empleo. El milagro no se comparte fácilmente.
Un nuevo contrato social europeo
Es el momento de proponer un nuevo contrato social a los ciudadanos europeos que tenga como objetivos lograr una elevada tasa de empleo entre las mujeres, una inversión en las nuevas generaciones, una flexibilidad de trabajo combinada con un sistema de protección social elevado y servicios públicos de calidad. Además, una agenda de Lisboa acompañada de una verdadera voluntad política. Quizá sólo así se puedan producir otros milagros en Europa.
Translated from La potion magique de la « flexicurité »