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La Pegatina invade Europa a golpe de rumba

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Cultura

El concierto del grupo catalán La pegatina llegó a Bruselas como un vendaval de energía, música y baile. Sus frenéticos directos, cargados de sorpresas y cambios de ritmo impregnaron de rumba la sala Ancienne Belgique, haciendo de Bruselas una ciudad un poco menos fría. En su ajetreada gira europea encontramos un momento antes del concierto para hablar con el cantante del grupo, Adrià Salas.

No es fácil en­con­trar un hueco para en­tre­vis­tar­les. El pri­mer con­tac­to es por te­lé­fono. Aca­ban de lle­gar a Áms­ter­dam des­pués de tocar en Zú­rich. Lle­ga­rán a Bru­se­las el mismo día del con­cier­to, y se mar­cha­ran al si­guien­te. Du­ran­te su gira “Llo­ve­rá y yo veré” re­co­rren toda Eu­ro­pa a un ritmo in­ce­san­te, igual que sus con­cier­tos. Fi­nal­men­te en­con­tra­mos un rato para ha­blar con Adrià mien­tras el resto del equi­po des­car­ga todo el ma­te­rial de la fur­go­ne­ta, con la que se des­pla­zan de ciu­dad en ciu­dad.  

Ca­fé­Ba­bel: ¿En que mo­men­to sur­gió La pe­ga­ti­na?

Adrià Salas: La ma­yo­ría de no­so­tros ve­ni­mos del mismo pue­blo, Mont­ca­da i Reixac. Cuan­do íba­mos a con­cier­tos al­ter­na­ti­vos en Bar­ce­lo­na, siem­pre apa­re­cía des­pués Rubén (can­tan­te y gui­ta­rris­ta) a tocar, hasta que un día al­guien dijo "mirad el pe­ga­ti­na este...". Así que en nues­tro pri­mer con­cier­to nos que­da­mos

con el nom­bre.

Ca­fé­Ba­bel: Lle­váis ya diez años de ca­rre­ra, cua­tro dis­cos y uno de los gru­pos ca­ta­la­nes con más pro­yec­ción in­ter­na­cio­nal. ¿Os ha re­sul­ta­do fácil?                                                 

Adrià Salas: La ver­dad no nos lo es­pe­rá­ba­mos pero si quie­res con­se­guir al­gu­na cosa tie­nes que pro­yec­tarla. Es decir, no­so­tros éra­mos tres al prin­ci­pio, no sa­bía­mos ni tocar… ¡pero nos hacía tanta ilu­sión cada fan nuevo que ha­cía­mos! Se ne­ce­si­ta tra­ba­jar duro, y no­so­tros ya lle­va­mos unos cuan­tos años así. Aun­que la marca Bar­ce­lo­na venda mucho, lo que la gente va­lo­ra es la ale­gría de traer el sol, la fi­lo­so­fía del sur.

Ca­fé­Ba­bel: Vues­tras pri­me­ras giras tu­vie­ron lugar en Ca­ta­lu­ña, y poco a poco fuis­teis am­plian­do el radar. ¿Cuan­do y cómo dis­teis el salto in­ter­na­cio­nal?

Adrià Salas: De hecho lle­ga­mos antes a Eu­ro­pa que al resto de Es­pa­ña. Como po­nía­mos nues­tros dis­cos en In­ter­net en libre des­car­ga nos co­no­cie­ron en Suiza y nos lla­ma­ron para hacer una gira en ese país. Des­pués em­pe­za­mos en País Vasco, Ga­li­cia y Ma­drid ya que son lu­ga­res que acos­tum­bran a estar al tanto de lo que pasa en Ca­ta­lu­ña. De ahí em­pe­za­mos a ir a fies­tas más gran­des, como el Vi­ña­ro­ck o el Are­nal, y al final te acaba co­no­cien­do todo el mundo.

Ca­fé­Ba­bel: ¿Un efec­to do­mino?

Adrià Salas: Más bien efec­to mi­me­sis. A los gran­des fes­ti­va­les tie­nes que ir con pú­bli­co, y si ya tie­nes se­gui­do­res ca­ta­la­nes, vas­cos y ga­lle­gos te ase­gu­ras que es­ta­rán a pri­me­ra fila, y que estos con­ta­gia­rán el ritmo a los otros. Por ejem­plo en Ho­lan­da ya nos co­no­cen bien, eso nos ha per­mi­ti­do en­trar poco a poco a tocar a Bél­gi­ca.

Ca­fé­Ba­bel: ¿Se está ha­cien­do la rumba un lugar en Eu­ro­pa?

Adrià Salas: No­so­tros ha­ce­mos rumba pero tam­bién ska, me­ren­gue o cum­bia. En Eu­ro­pa nos ven como mú­si­ca pop, como algo que gusta a todo el mundo. Di­ga­mos mes­ti­za­je, di­ga­mos rumba… no se puede eti­que­tar.

Ca­fé­Ba­bel: Cada año rea­li­záis una media de 100 con­cier­tos al año, en oca­sio­nes en­ca­de­nan­do hasta 6 con­cier­tos se­gui­dos y sal­tan­do de país en país. Un ritmo fre­né­ti­co… ¿ya sa­béis donde os des­per­táis cada día?

Adrià Salas: Sa­be­mos dónde nos des­per­ta­mos, pero al fin y al cabo, sigue sien­do un hotel. Sabes la hora y el lugar pero no dis­fru­tas de lo que ha pa­sa­do. Ha­ce­mos un con­cier­to, va ge­nial, pero al aca­bar pien­sas: "como me que­dan 5 más, mejor me voy a dor­mir". No pue­des estar tanto con la gente, ha­blar con ellos y ver si han dis­fru­ta­do del con­cier­to. No tie­nes tiem­po de sen­tir­te en ese país. Hasta que no lle­ga­mos al úl­ti­mo de los seis con­cier­tos con­se­cu­ti­vos no te­ne­mos tiem­po de re­fle­xio­nar sobre lo que ha pa­sa­do. In­ten­ta­mos des­can­sar un mí­ni­mo de 8 horas en una cama. Lo que ha­ce­mos es muy fí­si­co, y sino, no aguan­ta­mos… ¡vamos al fi­sio­te­ra­peu­ta una vez por se­ma­na!

Ca­fé­Ba­bel: Veros en di­rec­to es una prue­ba de esta exi­gen­cia fí­si­ca que co­men­ta­bas. ¿Qué com­bi­na­ción te­néis para con­ver­tir cada con­cier­to en esta ex­plo­sión de mú­si­ca y baile?

Adrià Salas: Es lo que lle­va­mos den­tro. Aún así, esto es tam­bién una pro­duc­ción. En enero nos en­ce­rra­mos en una sala o tea­tro y lo pla­ni­fi­ca­mos ab­so­lu­ta­men­te todo. El so­ni­do, las luces, cada cosa que ha­re­mos o di­re­mos, los mo­vi­mien­tos de todos y la in­ter­ac­ción con el pú­bli­co. Lo pre­pa­ra­mos todo. Ob­via­men­te de­ja­mos cosas a la im­pro­vi­sa­ción, al­gu­na can­ción del país o al­gu­na que otra ton­te­ría se­gu­ro que cae. Pero sa­be­mos en qué mo­men­to y entre qué can­cio­nes lo po­de­mos hacer.

Ca­fé­Ba­bel: Prác­ti­ca­men­te casi todas las can­cio­nes son com­pues­tas por vo­so­tros. Adrià, tú te en­car­gas de la ma­yo­ría de las le­tras y entre todos le aca­báis po­nien­do la me­lo­día. ¿En qué os ins­pi­ráis para es­cri­bir can­cio­nes como Alos­que u Oli­via?

Adrià Salas: Nues­tras can­cio­nes aca­ban sa­lien­do de cosas muy di­fe­ren­tes, al­gu­nas, di­ga­mos más bien la ma­yo­ría, salen de de­sen­ga­ños amo­ro­sos. Lo que pasa es que les damos la vuel­ta. Tam­bién ha­ce­mos re­fe­ren­cia a otros temas. Así como ya se hacía con la tí­pi­ca rumba gi­ta­na en la época fran­quis­ta, cuan­do can­ta­ban can­cio­nes de amor pero en ver­dad se ha­bla­ba de po­lí­ti­ca. A veces la gente no sabe verlo, pero si lo ex­pli­cá­ra­mos, ya no sería arte, seria un pan­fle­to.

Ca­fé­Ba­bel: Sin en­trar en un mitin po­lí­ti­co ¿me po­drías decir un ejem­plo?

Adrià Salas: La can­ción de Ara vé lo bo em­pie­za di­cien­do: "Cuan­do todo es­ta­lló, me cogí de una ma­de­ra, vine flo­tan­do hasta aquí de nin­gu­na ma­ne­ra, nunca me mojé, la co­rrien­te me llevó…" Es una crí­ti­ca a la gente que no se mueve por nada.

Ca­fé­Ba­bel: Ha­béis rea­li­za­do un do­cu­men­tal tras los 10 años del grupo e in­no­váis en los con­cier­tos como con la cá­ma­ra 360 gra­dos que uti­li­zas­teis en Bar­ce­lo­na. ¿Te­néis al­gu­na línea de meta?

Adrià Salas: De mo­men­to es­tre­na­mos disco en mayo. Pero nues­tro pro­yec­to a largo plazo es ser uni­ver­sa­les, que se nos re­co­noz­ca como una banda que puede tocar en todo el mundo y ten­ga­mos pú­bli­co en todas par­tes.

Vídeo pro­mo­cio­nal de la gira Llo­ve­rá y yo veré. 

Ape­nas tres horas des­pués de ha­blar con Adrià, La Pe­ga­ti­na sale en trom­ba al es­ce­na­rio de la fa­mo­sa sala bru­se­len­se. Em­pie­zan con una ba­te­ría de can­cio­nes, cam­bian­do de ritmo, y así, en unos 10 mi­nu­tos, re­pa­san gran parte de su re­per­to­rio. Po­dría ser ago­ta­dor pero es re­vi­ta­li­zan­te ya que pre­pa­ra el cuer­po para lo que viene des­pués. Desde que el con­cier­to em­pie­za, y hasta que no se apa­gan las luces, la gente baila, salta y canta sin parar. Puede que ten­gan el show pla­ni­fi­ca­do, pero lo in­ter­pre­tan en cada oca­sión con una fres­cu­ra des­ca­ra­da.