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La otra Bruselas: Viaje por los eco-sueños de sus artistas

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Carla Manzanas

CulturaSociedad

No todos lo saben, pero existe otra Bruselas, una diferente de aquella que cualquiera puede visitar. Es más verde, más romántica, más humana.

Es aquella que vive en la imaginación y en los esbozos de quien ha crecido y aprendido a querer la ciudad como es, con sus contradicciones, su carrera desenfrenada hacia una ilógica construcción y su convivencia “forzada” entre las dos grandes almas de Europa: la latina y la germánica. A través de sus obras, un dibujante, un arquitecto visionario y un artista/editor nos cuentan cómo y por qué sueñan con una Bruselas diferente. Reportaje

De Bruxelles a Brusel

La oscuridad y los rascacielos infinitos son rasgos de esta visión pesimista (o realista) del artista belga"Una ciudad vendida desde hace un siglo y medio al apetito de políticos y sponsors". Con estas palabras se introduce Brusel, un cómic de culto en Bélgica. François Schuiten y Benoît Peeters han escenificado e ilustrado una auténtica ciudad paralela ahogada por el fenómeno de la bruxellisation; es la historia de un florista que confía en que el progreso dependerá de la dea plastica, solucionando la degradación orgánica. Alrededor de él, la ciudad entera es víctima de un proyecto de sistemática deshumanización por obra de un megalómano hombre de negocios.

No es difícil reconocer todas las transformaciones reales que Bruselas ha vivido desde las locuras del buromaestre Anspach, obsesionado del París haussmaniano; Anspach ordenó lanzar las obras de vaciado del Sena (ahora un río fantasma que atraviesa la ciudad pasando por el inquietante proyecto de unión norte-sur), que destriparon el centro de la ciudad despoblándola hasta llegar al círculo vicioso destrucción/reconstrucción y borrando el patrimonio arquitectónico. Mucho más que un cómic, este panfleto anti-liberal muestra las heridas (todavía) abiertas de una ciudad abrumada por el progreso, el hierro y el cemento; después de haberlo leído se entiende por qué ser llamado "¡Arquitecto!" en Bélgica es una de las peores ofensas que se puedan imaginar. Afortunadamente yo me encontré con uno un tanto particular.

Luc Schuiten: de la imaginación a la posibilidad

El problema, según su creador, es que a los gobernantes este modelo no les apetece demasiado

Luc Schuiten es el hermano de François. Con aire de científico loco y una sonrisa tranquilizadora, es un arquitecto visionario que desde hace años diseña y cree en otra Bruselas, una completamente eco-sostenible. Me recibe en su casa/estudio, una especie de paraíso terrenal coronado por un roble que atraviesa la sala de estar. "La diferencia entre los dibujos de mi hermano y mi trabajo", me explica, "es que él cuenta una historia, mientras que a mí la ficción no me interesa, sino que me gusta concebir otra realidad; el mío no es un sueño, sino la construcción de un concepto que puede convertirse en realidad, si se quiere... Lo mismo que hicieron los americanos enviando un cohete a la luna. Tenían una idea e intentaron lo imposible para llevarla a cabo. Mi proyecto es más sencillo que pisar la luna, pero nadie quiere invertir. Mi mundo 'natural' no gusta a los gobernantes". A Luc no le agrada nuestro mundo. "Está basado en un crecimiento constante, una cosa impensable considerando que nuestros recursos son limitados; nuestros sistemas de aceleración sin límite nos llevaran a la catástrofe".

Sus proyectos son, ante todo, una filosofía de vida. ¿Saben que va por bruselas en un coche a pedales?Su visión es positiva y cree en una “ciudad de la luz” en contraposición a la oscuridad que plantea Brusel: "Un mundo sin petróleo, sin industria y sin el poder del dinero es más bello". Pero parece que nadie lo quiere. "Yo trabajo con la vida como material de construcción, mil veces más funcional y resistente que los materiales industriales. Por desgracia, la técnica se ha desarrollado solo por necesidades militares: también las máquinas de coser se inventaron por necesidad militar; los grandes progresos han sido para atacar al país vecino y no para mejorar el planeta, esto último no interesa a los 'capos'". No obstante, según Luc, al mundo no le quedan más de 70 años de vida: "Los políticos continúan imaginando una ciudad que está en constante crecimiento; trabajar más para producir más y consumir más. Bruselas es víctima de políticos que gestionan a corto plazo... Lo importante es solucionar pequeños problemas, ¡o tan sólo formar Gobierno! Nadie quiere invertir para crear un mundo más humano".

La herencia del 68: Frank Pé y el amor por la naturaleza

Esta necesidad de cambio hacia un crecimiento sostenible es compartida por toda una generación. Esa que aún antes del 68 y del nacimiento de los partidos ecologistas se movilizaba, ya fuera contra los excesos del neo-liberalismo o contra la instrumentalización de la pasión ecológica. Frank Pé, célebre dibujante de Bruselas, es uno de ellos. Ya no vive en la ciudad, pero eso no le impide acudir a la cita en el café del Centre Belge de la bande désinnée para hablarme de su trabajo. Estudiante de la primera generación de dibujantes belgas, entre los cuales se encuentran los célebres Hergé y Franquin (del que su personaje Gaston ha sido nominado Mascota de las Naciones Unidas para el medio ambiente), ha hecho de uno de sus personajes, Broussaille, la bandera del amor por la naturaleza y los animales, pero sin intención militante. "La ecología es diferente a la política" me cuenta. "La ecología se basa en el equilibrio, en la biodiversidad, mientras que en la política entra en juego el poder. Y donde hay poder no hay equilibrio, sino todo el contrario. Mis obras no tienen una intención pedagógica; quiero compartir mi pasión por la increíble creatividad presente en la naturaleza".

Cuando él era pequeño, era fácil encontrar el verde en Bruselas, luego "empezaron a construir sin lógica, sin límites. La política, sobre todo a partir de los años 80, ha demasiado frágil y no ha sabido afrontar el avance del liberalismo". Y ésta parece ser una prerrogativa ligada a la ciudad de Bruselas. "El verdadero problema aquí es la falta de cultura, de sensibilidad hacia el patrimonio", añade. "En Francia la cultura está integrada en la política, en Alemania hay leyes que en un momento dado dicen 'Basta, el cemento se para aquí', pero en Bruselas esto no pasa". La sociedad occidental entera se dirige hacia el abismo, "desde que Freud puso el ego en primer plano, justificando un individualismo que no se preocupa de la comunidad". Una calle hacia la cual va también el arte contemporáneo, "que ya no da forma al sentido de la vida, si no que se dirige hacia un nicho intelectual, no hacia la sociedad".

El cómic contemporáneo: un nuevo modo de compromiso

A Frank Pé, de hecho, el arte contemporáneo no le gusta mucho, y tampoco las nuevas vías del cómic. Editoriales alternativas como Fremok, L’Employé du mois o La Cinquième Couche llevan al límite la experimentación lingüística a través de imágenes "intentando encontrar siempre diferentes modos de contar una historia", dice el joven autor belga Greg Shaw. Desde la técnica cinematográfica aplicada al cómic (por el mismo Greg Shaw), hasta la utilización de sangre animal (Michael Matthys). Pero el interés por el medioambiente existe, y cómo; lo descubro hablando con Xavier Lowenthal, artista y editor de la Cinquième Couche, que en su grupo cuenta con personajes del calibre de Antonio Bertoli y Alejandro Jodorowsky. "Hoy un libro dura de 1 a 3 semanas", asegura después de recibirme en su desordenada pero acogedora casa. "Como la Nutella o el azúcar, la industria demanda producir más para vender más, reduciendo cada vez más el tiempo entre producción y consumo. Nosotros [un poco como todas las casas editoriales, ndr] estamos contra la velocidad y creemos que un bien cultural debe durar el máximo posible, y es por eso que hemos inventado la mort au pilon".

El pilón es una enorme montaña de libros destinados al vacío. Xavier y sus colaboradores, una semana al año, liberan los libros del pilón y los revenden a libre oferta. Una iniciativa inteligente contra los residuos. "Somos víctimas de la superproducción", añade, "y es la política quien lo quiere. Es por culpa de los liberales que una ciudad entre las 5 y las 6.30 de la tarde sea un infierno. No puede renunciar a los coches". ¿Hay alguna solución? "No hay nada que hacer; el capitalismo es demasiado fuerte. La gente de a pié no puede pensar a largo plazo porque tiene que comer, tendrían que hacerlo los políticos y los que tienen el dinero, pero desgraciadamente son demasiado ignorantes".

Lo que está claro es que esta carrera desenfrenada de burros tiene un final. Tarde o temprano.

Foto: ©Diana Duarte; ©per gentile concessione di Frank Pé, François Schuiten, Luc Schuiten; video: YouTube

Translated from L'altra Bruxelles: viaggio negli eco-sogni dei suoi artisti