La Odisea de los médicos en la frontera siria
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Carme Laguarda RipollEn Siria los médicos escasean y ya no existen los hospitales. Según los cálculos de la Organización Mundial de la Salud hay más de 500.000 heridos en el país. Los pocos médicos que quedan se enfrentan a los bombardeos del gobierno y a los secuestros de los islamistas. La lucha de los médicos en la frontera entre Turquía y Siria.
“Aquí la tierra es roja, como en Siria. En casa decimos que es por la sangre derramada”, murmura Ahmad mientras me señala los campos arados a los pies de las colinas. Bajo el calor del sol de otoño, rodean la carretera que nos dirige hacia la frontera entre Turquía y su país.
Antes incluso de alcanzar a ver el check point del gobierno, adelantamos a una larga cola de camiones con matrícula turca. Ninguno va realmente a Siria. Se adentran unos pocos quilómetros, descargan las mercancías y regresan. Entre camión y camión, se ve un carro de combate, todavía embalado, encima de un remolque. Al otro lado, en la calzada, justo después de cruzar la aduana turca, un centenar de personas van cargando maletas, bolsas de plástico y alfombras. Todos se apresuran a cargar sus pertenencias en los taxis y en los coches de los amigos y familiares que les esperan aquí en Turquía. Ahmad les pregunta adónde piensan ir. Algunos hablan de Suecia o Alemania, pero la mayoría se quedará de momento en Turquía. La primera ciudad a la que llegarán es Reyhanli, a pocos quilómetros de distancia: con 63.000 habitantes antes del estallido del conflicto en Siria, hoy en día casi ha duplicado su población debido al flujo constante de sirios que llegan a esta ciudad huyendo del conflicto.
EL ÚLTIMO DE LOS MÉDICOS
Aquí conozco a Ahmad, médico de patologías que llegó de Turquía hace algunos días. Es un hombre alto y corpulento, lleva una cazadora deportiva, gafas de sol y su Smartphone suena cada 10 minutos. Va y viene a su ciudad natal, Homs, donde el gobierno de Assad sigue fuerte e inexpugnable. “Mi casa fue bombardeada, como tantas otras. Homs es el bastión de Assad y de los alawitas-chiitas; de hecho, solo han destruido las casas sunitas”. Sin embargo, Ahmad sigue ejerciendo de médico en Homs. Su familia está a salvo en Turquía y él hace de enlace entre su país en guerra y Reyhanli, donde se aprovisiona de medicamentos.
Alrededor de 15.000 médicos huyeron de Siria cuando estalló el conflicto. Según la Organización Mundial de la Salud, el 55% de los hospitales han sido dañados o destruidos, y el 52% de las ambulancias ya no funcionan. “Homs tiene 400.000 habitantes”, explica Ahmad; y continúa: “¿Sabes cuántos médicos hay ahora en la ciudad? Catorce, y todos especialistas en algo diferente. Algunos resultan poco útiles cuando hay que asistir a víctimas de guerra, que son la mayoría. Tuve que darle algunos consejos prácticos a un carpintero que en el último mes practicó cinco partos con cesárea”. Cuando le pregunto si se ha planteado mudarse a Europa, me responde que sí. Ya se ha informado: le piden 30.000 euros por llevarles a él, a su mujer y a su hija a Suecia de forma clandestina. “¿Por mar?”, le pregunto. Ahdmad me responde con una carcajada espontánea, pero nerviosa: “Disculpa, pero no estoy tan desesperado todavía. Sé que hay mucha gente que intenta entrar en Europa por el mar, pero hay otras rutas más seguras. Aunque resulten más caras”.
TIERRA DE NADIE
A 40 quilómetros más al oeste me encuentro con el personal de una importante ONG internacional: son italianos, franceses y españoles en una misión cerca de la ciudad siria de Idlib. Su campamento se llama Fellini. Sin embargo, hace 3 semanas que están bloqueados en Antioquía, en Turquía. “Mañana por la mañana intentaré por enésima vez convencer al gobierno turco de que nos deje entrar en Siria”, me cuanta Loiq, responsable de la misión. Después de la explosión de un coche bomba y del secuestro de 6 miembros de la Cruz Roja en la provincia de Idlib, cerraron la frontera a los europeos. Mientras esperan la autorización del gobierno turco, el equipo tiene que contentarse con coordinar a sus colaboradores sirios al otro lado de la frontera, por Skype. “Es penoso, pero es la única manera que tenemos de atender a los pacientes”, me cuenta Elisa, una psicóloga italiana. De momento se quedan en Antioquía donde, desprovistos de sus batas, se confunden con los turistas. Una obstetra francesa acaba de volver después de pasar algunos meses en Tolosa. Está inquieta con la idea de atravesar la frontera de nuevo. La situación ha cambiado desde la última vez. “Ahora el problema no es solo el gobierno de Assad, sino también los rebeldes extremistas como el ISIS (Estado islámico de Irak y Levante), originarios de otros países musulmanes. Ellos luchan por la creación de un Estado islamista, que no pertenezca ni a los Sirios, ni a los rebeldes del Ejército Sirio Libre. Estos grupos detestan nuestra manera de trabajar y eso nos complica mucho las cosas. La mayoría de los sirios se preguntan quiénes somos y qué es lo que queremos”.
El 16 de septiembre de 2013, 55 médicos de varias partes del mundo publicaron una carta abierta dirigida al gobierno sirio y a todas los grupos armados envueltos en el conflicto, pidiendo el cese de los ataques al personal médico y a las instalaciones sanitarias en territorio sirio. En la carta, publicada en The Lancet, los médicos definen la situación actual como “una de las urgencias humanitarias internacionales más graves desde el fin de la Guerra Fría”.
Mientras en Europa se discute sobre la fallida intervención militar de Occidente, Elisa me manda un e-mail desde Antioquía anunciándome el cierre definitivo del campamento Fellini. Esta es una doble derrota para los sirios. Para los que combaten y los que no.
Este reportaje forma parte del dossier que CaféBabel ha dedicado al conflicto de Siria
Translated from Siria: il confine dei medici