La marcha sonámbula de Francia
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Miguel PallásFrancia es rica y tiene una gran economía. Así ha sido desde hace cientos de años y así sigue siendo. Cuesta imaginar otra situación. No obstante, el país puede estar andando sonámbulo hacia el desastre. Los clichés se amontonan para describir esta espiral negativa: “nada dura para siempre”, “mayor será la caída”, y otras tantas cosas más.
Cerca de mi casa, en el quinto distrito de París, hay una tranquila calle de un solo sentido. Aunque pocos coches la atraviesan, la calle cuenta con un innecesario cruce peatonal, regulado por semáforos. A modo de complemento, un policía de tráfico ondea su pequeño bastón ante los pocos que coches que pasan, muy satisfecho consigo mismo a pesar de lo superfluo que resulta. Se podría pensar que tanta decadencia indica el buen estado de la economía de un país, con un gobierno con tanto dinero que no sabe qué hacer con él. Pero no es así exactamente.
COMO UN OSO PEREZOSO BAJO LOS EFECTOS DEL VALIUM
La deuda nacional en Francia crece sin parar. El país con forma de hexágono ha arrebatado el sobrenombre de “enfermo de Europa” a países con una turbulenta historia reciente, como Grecia o Irlanda. Mientras que el resto de Europa ha superado el dolor y ha reducido sus déficits, el gobierno francés ha actuado con la delicadeza y vigor de un oso perezoso que ha tomado demasiado Valium. La segunda economía de Europa se aproxima al desastre en estado de sonambulismo.
Cuatro siglos han pasado desde que Jean-Baptiste Colbert, ministro de Hacienda de Luis XIV, estableciese su filosofía y los gobiernos franceses siguen balando que el gran estado es bueno y el mercado libre malo, como si de una bienintencionada oveja orwelliana se tratase. Los problemas de Francia empiezan con el tamaño del estado. El gobierno gasta un 56.6% de su PIB, más que cualquier otro gobierno de la eurozona. En Alemania el gasto es del 44.7%, en Suiza del 34.1% e incluso en la calamitosa Grecia el gasto es algo menor: 53.6% de su PIB.
¿Por qué es un problema que el estado gaste tanto? ¿Se estimula el crecimiento a través del dispendio estatal? Esta última cuestión puede ser verdad hasta cierto punto; además, el sistema de cobertura social de Francia es una fuente de tremendo orgullo nacional. Un estado enorme requiere enormes impuestos y en Francia los impuestos están ahogando a las empresas. El gobierno grava con fuerza las actividades de negocio, haciendo que marchen a cualquier otro lugar y dejando a Francia con un sector industrial en recesión. Entre el año 2000 y 2013 el coste salarial en Francia aumentó en un 45%, a diferencia del 24% de Alemania. La competitividad de Francia es pobre y provoca que la inversión de negocio salte al otro lado de la frontera. La Seguridad Social está destinada a incrementar la calidad de vida de la población, pero el efecto que debería tener el sistema de bienestar termina por ser el contrario, dada la gran presión fiscal que ahuyenta la creación de trabajo y la actividad industrial. Como resultado, la tasa de desempleo está en un pico del 11.1%, subiendo hasta el 25% en menores de 24 años. Parece que los cuidados del estado Francés son sofocantes.
COMBATIENDO A FRANÇOIS CON TRACTORES Y COLIFLORES
La deuda nacional de Francia es de casi 2 billones de euros. Si se apilase dicha cantidad en billetes de un dólar se alcanzaría más de la mitad del recorrido que lleva a la Luna. En 2014 el gobierno gastará 46.7 miles de millones de euros en saldar la deuda. Se requiere con urgencia algún tipo de acción, aunque François Hollande no tolerará recortar el presupuesto. La población está incómoda por la falta de iniciativa del presidente; su porcentaje de aprobación es el más bajo obtenido nunca entre los presidentes de la República Francesa: 15%. Sin embargo, los franceses le odian más cuando decide actuar, protestando cada movimiento suyo como murciélagos endemoniados. Hollande se haya en una posición complicada. En vez de asumirlo y tomar decisiones de calado, se maneja con torpeza a la búsqueda de un acomodo inexistente.
Ha intentado recaudar de las minorías con la misma cobardía con la que David Cameron redujo la protección social de las minorías del Reino Unido. Todos saben que a los franceses les gusta protestar, pero nadie estaba preparado para una reacción tan furiosa a la subida de impuestos. En octubre, intentó gravar un impuesto sobre los vehículos pesados. Granjeros de Bretaña bloquearon carreteras con sus tractores y con montañas de coliflores. Vestían sombreros rojos, en reminiscencia a la revuelta del siglo XVII contra Luis XIV y Colbert. Hollande se echó atrás. Intentó aplicar un cruel y extraño impuesto del 15.5% sobre los planes de ahorro. Como en el caso anterior, volvió a retroceder en su empeño tras enfadar a todo el mundo, desde empresarios de éxito hasta ancianas que temieron por sus fondos de pensiones.
LA RECURRENTE PANACEA DE LA CERVEZA Y EL BAILE
Con el tipo de interés público al 2.32% (rendimiento del bono a diez años), Francia puede continuar su lento sonambulismo hacia el desastre durante bastante tiempo. Esto significa que la carga de la deuda francesa, aún astronómica, todavía es sostenible porque pueden seguir pidiendo dinero prestado para pagarla. Sin embargo, el 8 de noviembre, Standard and Poor’s rebajó por segunda vez la calificación de la deuda francesa. Esto debería encender todas las alarmas, en parte porque una degradación de la calificación a menudo es una profecía autocumplida. Cuando una agencia de calificación rebaja una deuda nacional, los inversores exigen mayores intereses sobre el dinero que prestan, aumentando el costo de préstamo y aumentado la probabilidad de que el gobierno no pueda hacer frente a sus acreedores. Dicha rebaja coloca a Francia ante un gran riesgo de impago con solo mencionarlo. Esta es una de las muchas razones por las que las agencias de calificación están lejos de ser útiles, si no son directamente perniciosas.
Evidentemente las cosas no pintan bien para la economía francesa, y en la misma línea, para Europa en su conjunto. Dado que no hay nada que como individuos podamos hacer para aliviar la angustia y desesperanza que nos rodean, tenemos que recurrir a la única fuente de felicidad de la que disponemos, a la fuente interna de optimismo y felicidad a la que llamamos cerebro humano. Aleja el rendimiento de bonos y la deflación de la mente, olvida incluso que has leído este texto y abandónate a la siempre accesible panacea de la cerveza y el baile.
Translated from France is sleepwalking towards economic ruin