La joven artista que presta su brocha a mujeres yazidíes
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Karin ZapataPuede parecer frágil pero Hannah Rose Thomas es muy resistente. Tanto como las mujeres que pinta. La joven artista inglesa vende sus pinturas desde que tenía 18 años y dona el dinero a causas humanitarias en Mozambique, Sudán, Jordania e Irak. En 2017, entregó pinceles a mujeres yazidíes del Kurdistán para que denunciaran su situación.
El año pasado, mientras daba su discurso en la Trust Conference en Londres, a Hannah Rose Thomas le tuvieron que dar un micrófono de mano. El que tenía puesto en la chaqueta no fue suficiente para capturar su suave voz. Sin embargo, esta artista británica de 24 años ha sido la voz de quienes no la tienen desde que era una adolescente.
Su trabajo le ha enseñado a buscar "la belleza, dignidad y resiliencia del espíritu humano, incluso en lugares llenos de dolor y oscuridad". Cuando escuchó en las noticias que miles de mujeres y niños yazidíes habían sido capturados por el Dáesh, decidió hacer algo. En el verano de 2017, Hannah decidió llevar a cabo un proyecto artístico. Y para ello debía viajar con sus pinceles hasta el Kurdistán.
El arte como una herramienta de defensa
Por aquel entonces, la joven artista ya tenía experiencia en trabajo humanitario. En 2014, viajó a Jordania como parte de sus estudios y organizó proyectos de arte con refugiados sirios en colaboración con ACNUR. Pintó carpas con ellos que luego fueron exhibidas en Amán en el día Mundial del Refugiado. El trabajo de Hannah se exhibía mientras ella acababa su último año de Historia y Árabe en la Universidad de Durham en Londres. En 2016, regresó a Jordania para trabajar en un proyecto artístico de la organización Relief International, por el cual pasó muchas horas con niños en dos campos de refugiados. La creencia de que el arte puede ser una poderosa herramienta de defensa le ha permitido trabajar con refugiados desde que tenía 18 años.
Al hablar con la psicoterapeuta Sarah Whittaker-Howe sobre sus planes, Hannah no esperaba adentrarse en "una de las experiencias más desgarradoras" que jamás había enfrentado. En el Kurdistán pintó retratos de mujeres yazidíes y les enseñó a que ellas mismas también pudieran realizarlos. El objetivo era que todas estas mujeres pudieran compartir sus testimonios y sanar heridas mentales. De ese modo, podrían tener la oportunidad de superar parte del trauma al que se enfrentaron durante el tiempo que duró su cautiverio.
Los yazidíes son una minoría religiosa del norte de Irak. En 2014, el territorio que habitaban – la provincia de Nínive – cayó en manos del autoproclamado Estado Islámico. Cientos de miles de yazidíes fueron obligados a escapar, y aún hoy en día hay miles siguen en cautiverio. Hannah pudo conocer a muchas mujeres que lograron escapar. Sarah, la psicoterapeuta, estuvo allí para apoyarla en su proyecto de terapia artística. No hace falta decir que los traumas no son fáciles de sanar y la terapia artística puede ayudar mucho si la acompaña una apropiada ayuda psicológica. "[Los medios de comunicación occidentales] hablan y presentan constantemente a las mujeres yazidíes bajo una lente de violencia y victimización. Sin embargo, esta no es la historia que ellas quieren contar con sus pinturas" dice Hannah, refiriéndose a la milagrosa fuerza que encontró en estas mujeres valientes.
Una nueva vida
El proyecto en sí se llevó a cabo en el Jinda Centre (Jinda significa "nueva vida" en kurdo, ed.), un lugar de rehabilitación en Dohuk, Kurdistán. "Quería enseñar a mujeres yazidíes a pintar su autorretrato para que así pudieran compartir sus historias con el resto del mundo. Durante dos semanas, les enseñé a dibujar y pintar, mientras Sarah grababa sus testimonios", explica Hannah. La mayoría de estas mujeres nunca recibieron una educación, nunca aprendieron a leer o escribir, y ni siquiera saben bien cómo sostener un lápiz. Por eso Hannah cree que "el testimonio es una parte importante del proceso de sanación.”
A través de sus pinturas, Hanna conoció de primera mano sus historias. La participación en el proyecto fue completamente voluntaria, pero las que participaron le dijeron a Hannah que pintar se había convertido en una distracción de mucha ayuda para sobrevivir a sus recuerdos, su dolor y su lucha diaria.
La mayor del grupo era Liza, una madre de cuatro niños, dos niños y dos niñas. A excepción de los más pequeños, los demás siguen en manos del Dáesh. Su padre murió durante la invasión de 2014. La historia de Liza es solamente una de las muchas historias desgarradoras sobre el sufrimiento que viven los yazidíes. Sin embargo, Hannah comprobó que el Dáesh no logró derrotar a estas mujeres. La terapia artística les permitió reafirmarse en sí mismas.
Las pinturas muestran retratos coloridos de mujeres con hiyabs y ojos bien abiertos, algunos de ellos con lágrimas. Así es como las mujeres eligen autorretratarse, sacando su trauma a la superficie y mostrándole al mundo por lo que han pasado.
"Debemos mantener nuestros corazones abiertos"
Hannah cuenta que nunca olvidará a esas mujeres con las que compartió tanto tiempo. "Tras mi vuelta de Kurdistán, empecé a pintar retratos de cada una de las mujeres usando hojas de oro. No es raro que llore mientras pinto, sobre todo si pienso en sus historias. Han perdido a muchos de sus seres queridos y quienes aún están con vida siguen en manos del Dáesh. Espero poder usar esta exposición como una forma de luchar por ellos", explica.
Hannah es el tipo de artista que elige ver el vaso medio lleno. A pesar de toda la crueldad, dolor y conflicto que estas mujeres han visto, cree que – como humanos – es más lo que nos une que lo que nos divide. "Debemos mantener nuestros corazones abiertos", concluye.
Los autorretratos se expusieron por primera vez el año pasado durante la Trust Conference en Londres, pero se las han arreglado para que lleguen al Parlamento inglés, donde se pueden ver desde el 8 de made marzo para posteriormente ser expuestas en la ONU.
Sosteniendo el micrófono cerca de sus labios, Hannah concluye su discurso en la Trust Conference compartiendo un importante mensaje: "[Las mujeres yazidíes] querían que sus historias fueran escuchadas y ellas no sentían que el resto del mundo lo estuviera haciendo". Para su próximo proyecto, Hannah espera poder pintar retratos de los refugiados rohingya con los que recaudar fondos que apoyen el trabajo humanitario que se realiza en Bangladés. Una vez más, Hannah prestará su voz a quienes no la tienen.
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Translated from The young artist lending her paintbrush to Yazidi women