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La historia del feminismo romano a través de sus librerías

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Un viaje a través de las librerías feministas de Roma, empezando por la librería Tuba, en el barrio de Pigneto. En este lugar de culto del feminismo, cada detalle cuenta y reivindica las luchas de las mujeres.

En medio de las mesas de los bares que invaden la calle peatonal del barrio de Pigneto, en la periferia más cercana de Roma, se encuentra Tuba: librería feminista, bar, bazar. Con su suelo rojo, su gran mostrador, sus estanterías llenas de libros y su vitrina con objetos de placer y de sexualidad femenina, Tuba es un espacio feminista donde todos los detalles cuentan y reivindican la lucha de las mujeres. En las paredes del exterior, delante de las coloridas mesas y sillas, se ven carteles del festival de historietas y de ilustración femenina Bande de Femmes que se celebró el pasado mes de diciembre. Dentro de la librería: solo libros de autoras.

Viola Lo Moro es una de las socias de Tuba, encargada de la programación cultural y autora del poemario Cuore Allegro, publicado en octubre del 2020. «Tuba es un lugar para las mujeres, un lugar especial, con una esencia política y emprendedora a la vez. Tiene la sociabilidad de un bar, y al mismo tiempo es un espacio dedicado al placer y a la salud sexual femenina, a los libros y, sobre todo, a las mujeres», nos cuenta.

La experiencia de Tuba

En 2007, cuando nace Tuba, las dos fundadoras, Barbara Piccolo y Barbara Leda Kenny, eligieron un pequeño bar, diferente al actual, pero ya en el Pigneto. Como cuenta Viola, «en esa época era un barrio muy diferente, pero, de algún modo, mostraba cierta efervescencia del feminismo y el lesbianismo romanos. A decir verdad, era un espacio muy pequeño en un contexto más bien "familiar", con un diván rojo en el centro. Evidentemente, todo eso se convirtió enseguida en el lugar de encuentro de diversos tipos de feminismo».

Después de la apertura, el grupo creció tanto que Tuba es hoy en día un colectivo de una decena de mujeres. Entre los desayunos y los aperitivos, los encuentros y las presentaciones de sagas literarias, Tuba es un espacio culturalmente rico que ha sabido intensificar la organización de debates y eventos. Todos los años se organizan dos festivales en el barrio: Bande de Femmes, un festival de historietas e ilustración, e InQuiete, un festival dedicado a las escritoras. Viola se ocupa de este tipo de eventos, de relacionarse con las escritoras y las autoras, de la programación, el calendario, las redes sociales y la fotografía.

Retrato de Viola Lo Moro
Viola Lo Moro dentro de Tuba. Fotografía de Carlotta Valente

InQuiete, el festival que llenaba las calles del barrio de Pigneto antes de la edición online de este año, nació de la colaboración entre el colectivo Tuba y otras mujeres. «El objetivo de InQuiete era crear un festival en el barrio que le dé una dimensión metropolitana y nacional, con una escena de escritoras, periodistas e intelectuales. Un festival que tenga como centro la escritura femenina, no como objeto de estudio sino como esencia misma de la escritura», explica Viola.

Bande de Femmes está, por su parte, dedicada a los cuerpos, la sexualidad y los relatos LGBTQI+. Este año, en su séptima edición, y la primera online, se propuso un programa muy variado durante cuatro días con la participación de invitadas internacionales, la organización de talleres de arte e historietas y una exposición virtual.

Más allá de los momentos excepcionales de los festivales, Tuba es un lugar de encuentro cotidiano para los habitantes del barrio de Pigneto. «Barbara y Sara, por ejemplo, se ocupan de los pedidos de libros y de la relación con los editores, pero en realidad todas se ocupan de todo. Nosotras estamos en el bar, recomendamos libros, nos ocupamos de las miles de cosas que hay que hacer. Intentamos leer lo más que podemos para intercambiar nuestro punto de vista con los lectores. Como tenemos gustos literarios diferentes, miramos cada una un catálogo y después hablamos con Barbara, que hace los pedidos de libros. En mi caso, soy una apasionada de la poesía y de las novelas familiares y de aventura», explica Viola.

Interno di Tuba
Tuba. Fotografía de Chiara Pasqualini

No solo se les presta atención a la lectura y la literatura, sino también al cuerpo, al placer, a socializar y a compartir. La experiencia de Tuba tiene su inspiración en dos fuentes. Por un lado, el colectivoSexy Shock, nacido en Bolonia en 2001, centrado en la sexualidad femenina y los juguetes sexuales, y, por otro, la larga historia internacional de librerías feministas. La experiencia de Tuba está relacionada con realidades internacionales, como por ejemplo las librerías feministas argentinas. Pero no hace falta ir tan lejos: todo comenzó con el cierre de la librería "Al tempo ritrovato" de la calle Fienaroli, en el barrio de Trastevere. Y para entender el motivo hay que volver al feminismo de los años 70.

La historia del feminismo en Roma

«El movimiento feminista romano era muy rico, heterogéneo y diverso en su composición», cuenta Paola Stelliferi, historiadora y autora del libro El feminismo en Roma en los años 70. «Entre 1969 y 1970 se formaron los primeros grupos separatistas, unos colectivos formados por mujeres que no aceptaban ninguna participación masculina. Después del referéndum sobre el divorcio de 1974 el crecimiento fue explosivo, tanto que se habla de un movimiento masivo: se ve la multiplicación de colectivos feministas y marxistas, de artistas, de grupos asociados a la ayuda mutua y la salud femenina, de consultas de planificación familiar autogestionadas, de asociaciones culturales, de grupos de escritura y de teatro».

Durante esa época, los espacios culturales feministas eran lugares de teatro, arte, cultura. Lugares que dialogaban con el resto de la sociedad y los movimientos, como el caso de la asociación cultural La Maddalena, que en los 70 y los 80 se convirtió en teatro, en sede de la redacción de la revista EFFE y en la primera librería feminista de la ciudad. En definitiva, se trata de un escenario muy estructurado que incluye inicialmente el centro histórico de la ciudad, pero que se extiende como un reguero de pólvora también en los barrios más populares y, sobre todo, en los barrios donde viven la izquierda extraparlamentaria, los sindicatos y el Partido Comunista Italiano (PCI). «La Magliana, un barrio de la periferia sudoeste de la ciudad, por ejemplo, fue un laboratorio político para la lucha por la vivienda y el derecho a vivir. También fue un teatro con un fuerte activismo feminista», cuenta Stelliferi.

Con todo ello, la librería "Al tempo ritrovato", fundada en 1977 por Maria Luisa Moretti, activista del colectivo Magliana, nació en el centro de Roma, en la plaza Farnese, antes de trasladarse a Trastevere. En realidad, estamos ya a finales de los 70 y es un momento de paso fundamental en la historia del feminismo italiano, que viene de una década de lucha en las plazas, de manifestaciones masivas, con miles de mujeres invadiendo las calles y reivindicando sus derechos, del nacimiento de colectivos, de la práctica de la autoconciencia y que, justo en la transición a los 80, vive un momento de crisis.

En este contexto, «la librería "Al tempo ritrovato" es el emblema del clima crepuscular de mediados de los 70», cuenta Paola Stelliferi, «y de esa fase descendente del activismo». De hecho, Maria Luisa Moretti dejó el colectivo, que se estaba disolviendo de todas formas, y abrió la librería, que se convirtió entonces en una tienda, en un negocio, pero también en un lugar de cultura y de encuentro feminista.

En Roma, como en otros lugares, muchos colectivos se disuelven hacia finales de esta década. Pero no todo está perdido. «El activismo se transforma en profesión, en una empresa, en librerías feministas y en nuevas revistas. La historia de las mujeres se entiende como disciplina y nacen los estudios feministas. Las librerías son la confirmación de que la planificación de las mujeres no se detiene al final de una década de lucha, y de que avanza en busca de nuevas formas y nuevos lenguajes».

En definitiva, las librerías de mujeres fueron una característica de los movimientos feministas de los años 70, nacidas de la necesidad de crear lugares en los que las voces de las mujeres, a menudo ignoradas en un mundo exclusivamente masculino, pudieran encontrar espacio y dignidad. «El objetivo era poner en marcha un proceso de liberación de las ideologías y los sistemas de pensamiento patriarcales; dar espacio a la creatividad de las mujeres, permitir que experimentaran sin el miedo a no encajar.». Desde entonces, las librerías de mujeres se han extendido por toda Italia, convirtiéndose en laboratorios de práctica política, lugares de discusión, de producción de pensamiento, y sedes de revistas feministas que actúan como medio de debate entre diferentes espacios, entre diferentes ciudades.

¿Qué queda aparte de Tuba?

Mientras que en otras metrópolis, como Milán, algunas de las librerías históricas sobrevivieron hasta finales del siglo pasado, en Roma, con el cierre de "Al tempo ritrovato" en 2004, esta particular experiencia parecía haber llegado a su fin de no ser por Tuba. Pero ¿qué queda del feminismo romano aparte de Tuba?

«Hoy en día, la Casa Internazionale delle Donne de la calle Lungara, en Trastevere, sigue viva y activa, es un centro de activismo, sede de asociaciones feministas y de la Biblioteca Archivo», explica Paola Stelliferi. Sin embargo, si se observa con detenimiento, no queda mucho de los espacios históricos del feminismo romano. «La sede de lo que fue la primera Casa de la Mujer, el Palazzo Nardini en la calle Governo Vecchio, es inaccesible». Resulta increíble pensar que ese mismo lugar, ocupado en octubre de 1976 por el Movimiento de Liberación de la Mujer, fue la sede de muchos colectivos, periódicos y emisoras de radio, así como también el primer centro antiviolencia.

En la actualidad, cuando te asomas por las rendijas de la enorme puerta, solo se ve el patio de un palacio renacentista abandonado desde hace décadas. «Hay muy pocos signos del pasado que den un nuevo significado al espacio público en el que vivimos. En el barrio de San Lorenzo, en la pared de la calle Sabelli, en el número 100, se ve el retrato de Simonetta Tosi, una bióloga que fue un pilar fundamental del feminismo. Comprometida con la salud y la medicina de la mujer, Tosi fue fundadora, en 1973, del primer consultorio autogestionado de la ciudad, y tenía su sede en el sótano de un edificio en el corazón de San Lorenzo, un barrio obrero con una fuerte identidad política en el que también se asentaban otros grupos políticos o político-culturales».

Esto no es casualidad. Stelliferi señala que, tanto en Roma como en otros lugares, «el feminismo forma parte del contexto, no es un fenómeno desvinculado de la sociedad. Por ejemplo, la lucha por la despenalización del aborto y por la independencia sexual y reproductiva forman parte de una época de luchas por el derecho a la salud y por la democratización del conocimiento médico». «Pero lo interesante del caso romano», añade, «es que realmente es un caleidoscopio: están casi todos los tipos de experiencias que se han extendido al resto del país». Se puede decir que hay un diálogo entre los diferentes lugares feministas y sociales.

Viola Lo Moro confirma esta interpretación: «Los lugares son diferentes porque las personas que los habitan son diferentes. Pero entre Tuba y los demás espacios feministas de la ciudad, como la Casa Internacional de la Mujer y Lucha y Siesta, una "casa refugio" semiautónoma y un centro antiviolencia, existe un diálogo continuo. El hecho de estar excluidas de la historia ha llevado a las mujeres a trabajar en red y, sobre todo, a unirse en los momentos de lucha. En Tuba, las mujeres venían a menudo a pedirnos ayuda. En esos casos, servimos de apoyo a la red feminista de la ciudad. Al igual que hemos acogido reuniones o presentaciones de otras asociaciones».

«Durante la pandemia nos trasladamos, como tantos otros, al espacio digital», explica Lo Moro. «Y hemos intentado hacerlo lo mejor posible, reapropiándonos de una serie de herramientas tecnológicas que son una característica y un logro del feminismo de los 90 y a las que nos sentimos muy unidas: el mundo del hacking y el ciberfeminismo. Empezar a utilizar de nuevo la tecnología en nuestro beneficio ha sido un verdadero logro en este dramático año». La mirada feminista, por tanto, también está detrás de la forma de reaccionar ante la pandemia, así como de la obra de Tuba y del poemario que acaba de publicar. Porque, concluye Viola «el feminismo es la base sobre la que se asienta todo, es la forma de ver el mundo, y una vez que se cambia esa mirada, cambia la escritura, cambian las relaciones, cambia la forma de moverse por él».


Fotografía de portada: Carlotta Valente

Translated from La storia di Tuba e degli spazi del femminismo romano