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La excelencia del teatro de Avignon

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Translation by:

Encarna Ayllón

Cultura

En el festival de Avignon se han compartido 1.480 obras teatrales que han hecho reír, llorar y reflexionar, que han llamado la atención, han hecho redescubrir a los grandes clásicos o aplaudir a las nuevas compañias.

La expresión “era mejor antes” se ha instalado definitivamente en las conversaciones de los aviñoneses. Ya hace cinco años que se escucha en todas las mesas de los restaurantes de la rue des Teinturiers. Antes (pero antes, ¿cuándo?) El año pasado se celebraron los setenta años del festival, había menos espectáculos, más espectáculos de calle y sobre todo la calidad del conjunto era mucho mejor…Pero ¿qué es un buen espectáculo? Una acepción muy subjetiva ya que no todo el mundo tiene las mismas expectativas al cruzar las murallas.  

Homenaje a la lengua francesa 

Para algunos, y están bien servidos, el festival off es la ocasión para relajarse, para reír. Así se espera que hayan sido tentados a ello por el memorable trío (es un decir) sueco  Blønd y Blõnd y Blónd. Tø, Glär y Mår Blond, hermano y hermanas, retoman en familia lo mejor de la canción francesa. Incluso si el espectáculo es lento al inicio, las bromas fáciles del principio se transforman rápidamente en una sucesión de performances tanto vocales como teatrales que nos dejan con la boca abierta. Los juegos de palabras y referencias culturales ya no terminan. Primero, segundo, quince grados, hay para todos los gustos y todas las edades; también son muchos los que los siguen de gira y los que vienen a aplaudirles más de una vez durante este festival.  

Para otros, Avignon, es la ocasión para descubrir nuevos formatos. El festival off apoya en realidad la creación, ya que se han presentado más de mil espectáculos por primera vez. Es la ocasión para iniciarse en el teatro de marionetas, para emocionarse ante los espectáculos de calidad para jóvenes (menciones especiales para Ballon Blanc de Grégoire Aubert y para Magdalena de Vincent Clergironnet); en resumen, para satisfacer la curiosidad. Un lugar excelente para los amantes de las novedades: el teatro de los Doms donde hemos descubierto Piletta Remix, una ficción radiofónica en vivo proporcionada por el colectivo Wow. A la entrada, a todos los espectadores se les dota de auriculares para escuchar en directo la destacable obra de los cinco actores-músicos-cantantes-sonidistas que participan en la escena. A pesar de que nos supo a poco -la creación de sonidos no siempre alcanzó el nivel- este cuento iniciático del género negro y sin embargo, divertido, nos puso la carne de gallina.  

El festival off es también la cita perfecta para aquellos a los que les gusta hacerse preguntas, reflexionar, debatir. Antes de llegar al sitio uno siempre se pregunta acerca de los grandes temas que se tratarán en los espectáculos aviñonenses. Terrorismo, inmigrantes, refugiados, algunos puntos que siempre nos llaman la atención. Se puede elegir entre aprovechar las nuevas creaciones para llevar un poco más lejos la reflexión o para redescubrir a los clásicos en función del contexto de la sociedad actual.

Optamos por la segunda opción y fuimos a ver En la soledad de los campos de algodón de Bernard-Marie Koltès, puesta en escena de Alain Timár en el Teatro de Halles. Siendo grandes fans de Alain Timár por su Éternel, esta obra también nos dejó con ganas de más. Si la batería, elemento recurrente en sus puestas en escena, es bienvenida para destacar la fuerza de las palabras, la escenografía está demasiado trabajada. Se echa de menos el minimalismo que reforzaba la obra de Rhinocéros en 2010 o de Todos contra todos en 2016. Los actores son de verdad muy buenos, apropiados y al servicio del texto, pero el conjunto está quizás demasiado pulido. Al final se notan los detalles que no funcionan, el suelo demasiado blando por ejemplo. La arcilla blanca, utilizada para unir las diferencias entre el que ofrece y el que solicita, es un procedimiento poco innovador. Un clásico demasiado clásico finalmente.  

Yo me había preparado

Segunda tentativa de poner en marcha nuestra mente con Rumbo a peor de Samuel Beckett, interpretado por el formidable Denis Lavant, en una puesta en escena de Jacques Osinski. “Yo me había preparado”, nos sopla nuestra vecina de la primera fila, y ha hecho bien. Los que han tenido la suerte de asistir al espectáculo están en su derecho de plantearnos esa cuestión, riendo: ¿De verdad que “Rumbo a peor” es un espectáculo para aquellos a quienes les gusta reflexionar? Más bien para los que necesitan una siesta ¿verdad? o incluso para los masoquistas. No, es un espectáculo para los amantes de las palabras. ¡Qué magnífica declaración de amor a la lengua, qué actuación tan increíble del actor. Y qué sufrimiento! Sufrimiento del autor que no encuentra la palabra adecuada para describir, sufrimiento de no poder explicar su sufrimiento, intentar, fracasar, intentar de nuevo. Porque las palabras son dignas de amor, las últimas compañeras en el camino del final. Compañeras del niño, del hombre que le da la mano. Intentar describir, de encontrar la palabra justa, ponerle toda su energía hasta el punto de que nada se mueva. Y es en esta inmovilidad perfecta que la voz, cálida y potente de Denis Lavant resuena en cada unos de nuestros poros: “Intentar otra vez, volver a fracasar. Fracasar aún mejor. O mejor más mal. Fracasar más mal otra vez. Otra vez más mal otra vez".  

Pasar el mes de agosto en Avignon, es también una ocasión maravillosa para hablar con los que hacen el festival: regidores/as, directores/as, y también actores y actrices comprender cómo funciona este festival de locos, porque sí, hay que estar loco para lanzarse a esta aventura. Rentabilidad, precio de las entradas, sistema de intermitencia…Cuestiones esenciales en las que hemos tenido el placer de ahondar con los actores de No Show, un espectáculo “must-go-on” a cualquier precio, dirigido por Alexandre Fecteau.”He aquí la receta para esta tarde, ustedes han pagado lo suficiente para pagar a 3 actores, así que los otros 4 harán huelga”. Para asistir al No Show, son ustedes quienes eligen cuánto quieren pagar (y lo hacen de manera anónima). Dos horas de espectáculo teatral que se presenta al mismo tiempo divertido y profundo, innovador y desbordante de energía. Nos plantean varias decenas de preguntas, técnicas: ¿cuánto cuesta un proyecto teatral? Prácticas: ¿por qué algunas obras se interrumpen mientras otras siguen? E incluso más personales: ¿hasta donde se puede llegar para intentar conseguir su sueño y vivir de este oficio? ¿En qué momento se vuelve uno patético? Salimos de la sala emocionados y llenos de energía al mismo tiempo, sobre todo tenemos ganas de darles las gracias a estos siete grandes actores, de gritarles ¡que no lo dejen!      

Y por último, entre los espectadores que recorren las calles de la Ciudad de los Papas, están los que buscan buenos espectáculos. Extranjero(…) dime pues el que es mejor. El Perro, la noche y el cuchillo, responderemos a Sócrates, una obra de Marius von Mayenburg, dirigida por Louis Arene. El único espectáculo de este año que nos hizo llorar. Ni de risa, ni de pena, de belleza simplemente. No es sólo el texto, en el que cada palabra es de una exactitud abrumadora, no son sólo los trajes y las máscaras, cuyo diseño es destacable, no es sólo la actuación de los tres actores (antes del inicio del espectáculo, creímos eran cinco) que nos deja sin aliento. Todo, todo en este espectáculo está calibrado, reflexionado, pensado. Louis Arene hurga en los resortes del cine y saca partido del poder teatral para sublimar tanto sus actores como el texto que declaman con una potencia muy raramente escuchada.

Así, la banda original (puesto que es de esto de lo que se trata) y la voz del narrador (que nos recuerda a la de Gaspard Uliel  en Solo el fin del mundo) nos transportan en este cuento fantástico y morboso en el que la sangre salpica a borbotones y el cuerpo se expresa entero. Pues sí, estamos en el teatro y nada se corta, ni se encuadra ni reencuadra. Sólo el cuerpo que nos muestra que no tiene necesidad de ningún artificio, es el mejor de los efectos especiales y se moldea a voluntad para ser un perro, un lobo, una mujer enamorada, un monstruo, un hombre frágil, otro que habría comido mejillones, en agosto. Mágico y majestuosos, François Praud nos deja sin habla. Interpreta con brio M., un hombre ordinario que se encuentra sumergido en un mundo de monstruos hambrientos, convirtiéndose él mismo en monstruo. Un trabajo colectivo que no sirve al texto sino que lo ofrece, como un regalo intelectual, emocional, sensorial para la más absoluta fusión de los sentidos. 

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Translated from Théâtre : le très bon d'Avignon