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La Europa sanitaria: ¿un mito?

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Entre aumento de costes y reformas, los sistemas de salud se hallan en una encrucijada. En vísperas de la ampliación, ¿posee la UE los medios suficientes para ayudar a sus vecinos orientales?

Mientras que las sociedades de la Europa Occidental gozan de buena salud y comprueban el aumento de su esperanza de vida, sus respectivos modelos de atención pública sanitaria se ven amenazados por disfunciones externas e internas. ¿Qué diagnóstico podemos elevar respecto de los sistemas europeos de salud frente a la globalización y la ampliación de la UE? ¿No se estarían viendo estos sistemas sometidos ya a un proceso de liberalización? ¿Existe la posibilidad de una armonización de estos sistemas en el seno de las UE?

El coste sanitario en los países europeos sigue aumentando: se acerca al 11% del PIB en Alemania y en Suiza, segundos en el ranking tras los EE.UU. (1). El incremento de los costes se explica en primer lugar por el uso de tecnologías costosas que el progreso científico ha conllevado. Asimismo, los ciudadanos son cada vez más exigentes con el progreso médico y solicitan en mayor medida servicios de salud. Mientras tanto, con el envejecimiento de la población se corre el riesgo de elevar aún más la factura final. Además de esto, la medicina se caracteriza por contar con una mano de obra intensiva que implica un nivel elevado de remuneración.

Criterio de mejora

¿Cuáles son, pues, los instrumentos empleados por los gobiernos para controlar el gasto sanitario? La más natural de las soluciones consiste en reducir personal médico y camas en el seno de los hospitales. La segunda solución se basa en imponer un tope al gasto de cada establecimiento hospitalario. Finalmente, la privatización de una parte de la sanidad concedería a la población más solvente el beneficio de un seguro privado (mutualista), desatascando la financiación pública del seguro por enfermedad.

A nivel de la UE, la sanidad pública no cuenta entre las competencias compartidas. Existe básicamente una cooperación en políticas de prevención.

No obstante, la globalización y las limitaciones presupuestarias impuestas (pacto de estabilidad) empujan a los sistemas europeos de salud a tomar una dirección común que incluye mercado y competencia (entre aseguradoras). Sin embargo, es necesario matizar acerca de la liberalización de los sistemas europeos de salud, ya que la lógica de servicio público prima y los médicos aún están lejos de ser emprendedores de la salud. Más bien nos hallamos ante una posibilidad de competencia encuadrada por los poderes públicos.

Con la reunificación de Europa, el tema de la sanidad suscita otras preguntas: los PECOs han materializado progresos enormes en el terreno de la sanidad partiendo del sistema Semachko, guiándose por el criterio de mejora desde su entrada en la economía de mercado. No obstante, la «dependencia del camino trazado (2)» socialista es aún patente: es complicado deshacerse del sistema Semachko (3), cuando durante 50 años ha formateado el sistema de salud de los PECOs. La burocratización, la corrupción, la mafia y la fragilidad de los actores sociales pueden obstaculizar la reforma de la sanidad en estos países. La tasa de mortalidad infantil (reveladora de la buena salud de un país) sigue siendo elevada en ciertos países (4), el salario entre las profesiones médicas y la parte del PIB dedicada a la sanidad son bajos en comparación con los 15. Desde otro punto de vista, ¿cómo podrían reformarse los sistemas de salud siendo la retirada del Estado tan significativa en alguno de estos países?

Pauperización del seguro de enfermedad

Ante las reformas de los sistemas sanitarios de los PECOs, un nuevo «policy-making» va dibujándose. La UE participa en ello a través de programas europeos -PHARE (5) especialmente-, pero no influye la agenda sanitaria de los PECOs como lo hacen otras organizaciones internacionales. Entre éstas, el Banco Mundial ha tratado de establecer, a principios de la transición de los PECOs, un sistema de prestaciones pensadas para favorecer el acceso a la atención médica. Se añaden prestaciones sanitarias a las ya existentes para las categorías más pobres de la población, si bien son las clases medias y las élites quienes más atención médica consumen. Esta esquemática, ciertamente maniquea, conlleva el riesgo de desembocar en una pauperización del sistema sanitario de base, ya que sólo las clases más desfavorecidas se benefician de ella. Mientras tanto, la clase media, la que asegura su financiación, (con sus impuestos) puede verse tentada de no querer contribuir más al no verse concernida.

Frente a este tipo de instrumentos más bien de corte liberal, ¿cuáles son las alternativas que la UE puede proponer para mejorar los sistemas de salud de sus futuros miembros? La mayor dificultad proviene, de hecho, de la ausencia de coherencia de la política sanitaria en el seno de los 15. La Europa sanitaria no parece querer comprometerse en este terreno, y de momento, todo lo más, pintan bastos.

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(1) « Système de santé : la rationalité économique à lordre du jour », E. Docteur and H.Oxley, Dirección de empleo, trabajo y asuntos sociales, OCDE, 19 de septiembre de 2003.

(2) PALIER.B, BONOLI.G, Fenómeno de « path dependency » y reforma de los sistemas de protección social. Revues française de sciences politiques, vol.49, n°3, junio de 1999.

(3) Se trata del sistema soviético de salud, universal, financiado a partir de los presupuestos generales del Estado. Cf. entrevista en este mismo dossier.

(5) Programas europeos de asistencia técnica creados en 1989 en los PECOs. Cf. link.

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Translated from L’Europe de la santé : un mythe ?