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La entrada turca es un chollo para el sur

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Existen muchos motivos ideológicos que empujan a apoyar la entrada de Turquía en la UE, pero en los países de Europa del sur existen también razones estratégicas.

En Europa central y del norte, las opiniones públicas se encuentran muy divididas en cuanto a la posible entrada de Turquía en la UE. En Austria la mayoría no desea su entrada; en Alemania la izquierda apoya la entrada de Turquía en la UE, mientras la conservadora Ángela Merkel ha manifestado en muchas ocasiones su deseo contrario; en Francia, por último, la división es tan problemática que su presidente Jacques Chirac ha prometido la celebración de un referendo de ratificación de la entrada turca en la UE.

En cambio, en países como Portugal, España, Italia e incluso Grecia, no existe un verdadero debate acerca de la futura adhesión turca, y entre sus clases políticas se da un velado consenso a su favor.

Sorprendente consenso en el sur de Europa

Nadie duda de las obvias afinidades culturales y sociales entre los países europeos del arco mediterráneo y Turquía. El marcado carácter extrovertido de sus habitantes y su gusto por la vida nocturna y callejera se unen a la peninsularidad del país y a la calidez de su clima, que lo convierten en miembro legítimo de ese club de países de vida bulliciosa y solaz que tan buenos resultados turísticos cosecha. Pero si Grecia –país que siempre se ha enfrentado militar y políticamente a Turquía- apoya sin fisuras la adhesión turca, es que hay motivos de naturaleza estratégica que convienen a los países del sur.

Parte de estos motivos estratégicos se empezaron a vislumbrar cuando Berlusconi, Blair, Durão Barroso (y quizás Aznar) lograron que Turquía no se opusiera activamente a la invasión norteamericana de Irak en 2003. Entonces quedó patente que para los países del sur europeo era importante que Turquía actuara de tapón frente a las inestabilidades de Oriente Próximo y Medio, demostrándose así que una Turquía dentro de la UE representaría sobre todo una mayor influencia de la Unión en Oriente en vez de una mayor influencia de Oriente en la UE. Esto sin contar el impulso que se daría a la creación de un ejército europeo.

La economía y la influencia en la UE también están detrás de los apoyos

Ahora bien, lo que supondría la entrada de Turquía en la Unión es una catarata de inversiones europeas en el sur. El PIB actual de Turquía representa apenas el 27% de la media de la UE, lo que exigiría una vastísima redirección de políticas estructurales y de cohesión hacia Turquía. Estas inversiones en infraestructuras serían tan gigantescas en un país de más de 70 millones de habitantes, que sus empresas locales no darían abasto para realizarlas y presumiblemente se tendría que echar mano de las empresas de países vecinos como Grecia o Italia.

Además, con casi la misma población que Alemania (se cree que la entrada de Turquía en la UE provocaría un regreso masivo de emigrantes turcos de Alemania), el voto turco en el consejo europeo de una UE aún intergubernamental inclinaría la balanza a favor de los intereses de países como España o Portugal, que se han vuelto a quedar en la periferia comunitaria tras las grandes ampliaciones hacia el este y el norte del continente. La perspectiva de poder constituir un frente mediterráneo sólido en la UE seduce a los gobernantes del sur lo suficiente como para hacer valer los muchos puntos que les unen con Turquía: su carácter periférico y peninsular (Turquía, Grecia, Italia y España más Portugal son penínsulas), sus respectivos pasados islámicos, sus reminiscencias imperiales, su tradición emigrante, la larga presencia de bases militares norteamericanas en sus territorios y el gran peso del sector agrícola de sus economías.

Este último hecho permitiría una perpetuación de la Política Agrícola Común que beneficia mucho a países como España e Italia, a pesar de que representen un lastre a la hora de modernizar sus tejidos productivos. Por último, si se une esto a la creciente especialización turística y cultural de todos estos países, se materializaría una unidad de intereses económicos que fortalecería su voz frente a otros intereses europeos. Al fin y al cabo, bueno es no esconder que la UE es todavía un escenario de “ejes” y grandes regiones con intereses comunes tratando de influir en beneficio propio.