La desazón turca: “Turquía no necesita una niñera, sino un aliado”
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Dani VallèsDespués de que su homólogo turco le invitara este verano, el jefe de estado francés no tiene intención de faltar a la cita próximamente en Estambul. En el orden del día, Siria, la crisis y Europa (aunque poco). El que fuera otrora candidato declarado a entrar en la UE no goza actualmente de gran consideración, particularmente en Francia.
Aún peor, el tema turco parece que ha sido pospuesto ad eternum. ¿De quién es la culpa?
¿Ignora Bruselas a Turquía? “A mí ya me está bien, yo estoy en contra de la entrada de Turquía en la UE”, explica Caner, estudiante turco de Gestión y Logística de 22 años. Según Lukáš, estudiante eslovaco de Comercio Internacional (23 años), es “Francia la que bloquea la entrada de Turquía”. Con casi 75 millones de habitantes y siendo la 15ª economía mundial, la adhesión de Turquía a la Unión Europea podría “crear un eje Estambul-Berlín que relegaría a París a un rol secundario”. Para Víctor, estudiante español de Mercadotecnia y Comunicación (20 años), “Europa debe dejar de vivir en el pasado y aprovechar la oportunidad de incorporar a una potencia económica principal antes de que sea demasiado tarde”. Estas son las opiniones que dividen a la comunidad estudiantil en Esmirna, la tercera ciudad de Turquía y considerada la más liberal. Y, con semejantes testimonios, surge la pregunta: si el programa Erasmus ha llegado hasta aquí, ¿por qué bloquear su entrada en la UE?
Bruselas y Ankara, de espaldas
Oficialmente, Bruselas (¿o quizás París?) espera avances respecto a la cuestión curda y armenia, aunque entre bastidores el problema con Chipre también es motivo de agitación para muchos. Sin embargo, la derrota de Nicolas Sarkozy, punta de lanza de la oposición a la entrada de Turquía en la UE, y la llegada de un nuevo inquilino al palacio presidencial francés podrían volver a poner el caso turco encima de la mesa.
Por parte turca, la opinión pública es variable. El gobierno de Erdoğan, después de haber sufrido el rechazo europeo al igual que sus predecesores (Turquía presentó su candidatura en 1987), volvió la vista hacia el mundo árabe. Pero la evolución de los acontecimientos en Siria ha despertado bruscamente a los turcos de su sueño de liderar la región: desde entonces, el ejecutivo turco se pregunta si eso acabará pasando.
Así las cosas, ¿qué se puede hacer? Si Ankara y Bruselas quieren acabar dando el “sí, quiero”, “la UE debe empezar a considerar a Turquía como un socio en igualdad”, explica Gonca, estudiante turca de Relaciones Internacionales en Roma. “Cuando oigo a algunos de mis profesores decir ‘os queremos ayudar’, me vienen ganas de responderles que Turquía no necesita una niñera, sino un aliado”. Gonca sonríe cuando habla de la “ignorancia” de los europeos: “Sí, los lavabos turcos son un tópico”, aunque nos tranquiliza diciendo que “la ignorancia es mutua”. Y ahora que el programa Erasmus se ve amenazado, “hace falta que los jóvenes europeos continúen yendo a Turquía, que nos den su opinión, que critiquen lo que consideren aberrante para que podamos continuar abriéndonos”, añade. Eso sí, con mucho cuidado. El artículo 301 del código penal turco prohíbe cualquier insulto a la identidad turca: un concepto que el aparato judicial no tiene problema en interpretar ampliamente, como demuestra el caso Sevil Sevimli. Así pues, se puede criticar pero ¡con cortesía!
Polémica en el Bósforo
La expansión del programa Erasmus a Turquía en 2005 parecía ser un punto de inflexión en las negociaciones. Sin embargo, 25 años después de la primera solicitud de adhesión, el debate está encallado. Y eso es porque hay razones para que la discusión se haya convertido en una especie de Junta de Valladolid del siglo XVI. Más allá de consideraciones políticas y económicas, la entrada de Turquía conlleva preguntas de orden geográfico y religioso. ¿Dónde acaba la frontera de Europa? ¿Se trata de una Unión mayormente cristiana?
Mientras que el ciudadano medio europeo es capaz de citar los lazos que le unen a Estambul, Capital Europea de la Cultura en 2010, o incluso a Esmirna, más raro es encontrar a alguien que pueda hablar de las relaciones entre Europa y Batman, ciudad en la frontera oriental. Y es que sería la totalidad de Turquía la que entraría en Europa: la parte occidental desarrollada pero también la oriental, en recesión económica y cerca de zonas inestables. Un desafío que, por otra parte, no asustó a los dirigentes europeos cuando aceptaron a países del anterior bloque soviético. Así pues, ¿se trata solamente de una pelea entre geógrafos que no se ponen de acuerdo?
Pues no. La subida de los partidos de extrema derecha ha colocado la cuestión de las raíces cristianas de la Unión Europea en la agenda política. La adopción de un pronunciamiento en este sentido acabaría con las pretensiones de adhesión de Turquía, con una población musulmana de más del 95%. Y, sobre todo, sería una burla al eslogan oficial de la UE: “Unidos en la diversidad”, más allá de las naciones, opiniones políticas y religiones. Por lo tanto, ¿cuál es el problema?
Una Europa atemorizada
Durante la visita que el expresidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, hizo a Esmirna hace unas semanas, dijo que “el miedo ha metamorfoseado Europa, pues ha pasado de ser un laboratorio de innovación en otras épocas a un verdadero museo”. Prodi, quien siempre sostuvo una integración “paso a paso” de Turquía para no “precipitar las cosas”, lamenta la falta de progreso respecto a la integración hacia el este.
Y en Oriente, nada nuevo bajo el sol. Este artículo se acaba dejando más preguntas que respuestas que solo se podrán contestar cuando los líderes políticos decidan tomar la responsabilidad de hacer avanzar el caso turco. Así que, señor Hollande, como decía el lema de su campaña, el momento del cambio, ¿es ahora?
Fotos : portada, (cc) Charles Fred/Flickr; texto, (cc) featkae/Flickr.
Translated from Les jeunes turcs et l'Europe : « la Turquie n’a pas besoin d’une nounou »