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La Dama y el Hierro: ¡Que vuelva la Política!

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CulturaPolítica

La Dama de Hierro trae a los cines europeos un retrato amable y facilón de Margaret Thatcher. Pero también rememora un estilo retro de hacer alta política, menos aparatoso y distante, más ochentero… ¿Más enganchado a la realidad? En tiempos de languidez y sombras, nos permitimos un poco de nostalgia.

Traje azul, pelo cardado y collar de perlas: la sencilla fachada de alguien capaz de llegar allí donde los demás no se atreven, que cierra minas, privatiza medio Estado y reconquista Las Malvinas; alguien que dice y hace, corta y abre, quita y cose; lo que sea para sacar a Gran Bretaña de la flacidez, y todo después de sortear siglos de machismo y tradición elitista llegando a ser la primera mujer en ocupar el número 10 de Downing Street

Pese a retratarla también senil y rodeada de fantasmas en su apartamento-cárcel de Londres,La Dama de Hierro (Phyllida Lloyd, 2011) ofrece un retrato benévolo de la ex primera ministra conservadora Margaret Thatcher (1979 - 1990), que revive en flashbacks su camino al liderazgo poniendo mucho énfasis en su vida familiar, y casi sin tocar los episodios más feos de su gestión (los despidos masivos, las huelgas o las manifestaciones violentas se mezclan por el medio para pasar, con música, de una escena a otra; tampoco se mencionan su complicidad con Pinochet y otros criminales). Un camino fácil para contentar a más paladares, y aún encima a hombros de Meryl Streep, confirmada una vez más por crítica y premios como una actriz técnicamente perfecta.

Reminiscencias de la actualidad

Curiosamente, las situaciones que vive Thatcher en la película recuerdan a la actualidad, donde los líderes políticos europeos toman a diario decisiones parecidas: ¿minas o astilleros? ¿Pensiones o camas de hospital? ¿Becas u oposiciones? Cortar, reducir, limitar (o incluso “adelgazar”, como si en lugar de quitar protección social se tratase de perder unos kilitos para perfilar la figura).

A la derecha, Margaret Thatcher en el papel de primera ministra

Pero hay algo que no casa: dejando de lado la ideología, “Meryl Thatcher” pone contenido a sus palabras, desprende energía y nervio, como si se conectase a la realidad desde un trono lleno de palancas de mando que funcionan y producen cambios. Los manifestantes pegan sus morros al coche oficial y le gritan cosas; salen imágenes de archivo donde la Thatcher real le da la mano a la gente y, recién investida, se marca una cita medieval a veinte centímetros de diez cámaras. ¿De dónde sale esa sensación de proximidad y efectividad política, y por qué se echa tanto de menos?

A lo mejor es porque es una película, y se queda con la proteína, con esos momentos clave donde todo cambia. O porque refleja ese estilo británico de mantener a los políticos lejos de altares y pompas, apelmazándolos en un parlamento estrecho, obligándoles a gritarse en la propia cara, soportar sus gotitas de saliva, las miradas retadoras, los olores del día anterior; un espíritu resumido también por la residencia del primer ministro: un pisito más de ladrillo oscuro y ventanas a pie de calle. Quizá sea por la textura visual del pasado: imágenes granulosas, vetustas, con peinados pasados, coches toscos y chaquetas de pana; un universo al alcance de la mano, de teléfonos fijos, grandes y coloridos, donde muchas primicias todavía se daban en papel porque no había tweets ni móviles con cámara.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Consciente de oler a “conspiranoia” y a poder caer en la clásica trampa de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, uno se pregunta si, en su quehacer cotidiano, los líderes europeos actuales siguen operando en esa dimensión terrenal y palpable donde sus ideas encuentran eco en el medio plazo, o si bien han pasado a depender más y más de cadenas de mando ocultas, que nadie ha elegido y que ni los periodistas más sagaces pueden desvelar. Políticos que no aceptan preguntas, que explican sus proyectos a otros gobiernos antes que a su propia gente, que van a Bruselas o a Nueva York con una idea y vuelven con otra, que reforman una Constitución en 48 horas para limitar el gasto público, que suben los impuestos cuando prometieron bajarlos, o que incluso gobiernan sin pasar por las urnas, llegados directamente de los mismos bancos que provocaron la crisis económica.

La película ya ha sido estrenada en países como Reino Unido y España; a las pantallas francesas, llegará el 24 de febrero

Uno se pregunta con ingenuidad si la Dama que interpreta Meryl Streep, aun extremadamente neocon e impulsora de la actual desregulación financiera, tan dueña de sus principios y enamorada de la acción, recuperaría hoy espacio para la autonomía política, si haría honor a lo de “Hierro” no sólo contra obreros y sindicatos, sino también contra el chantaje de las agencias de calificación, los grandes bancos y los fondos de inversión que especulan con países enteros; si se abriría paso entre tanto funcionario timorato, pondría los brazos en jarra y diría: ¡Hasta aquí hemos llegado!

Fotos: portada, Meryl Streep (en texto) y cartel de la película, cortesía de la página oficial de "The Iron Lady"; Margaret Thatcher, cortesía de la página oficial de la oficina del Primer Ministro; vídeo (cc) cinescondite1/youtube