La crisis no deja un solo premio para Hungría
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“Hay que evitar que se levante un nuevo telón de acero en Europa”, clamaba el primer ministro húngaro, el socialista Ferenc Gyurcsany, para justificar su petición del plan que evite la bancarrota de los países del Este y el centro europeo. La Comisión europea rechazó tal plan; nada de premios económicos que ayuden a estas economías.
Hungría, la gran enferma de Europa, ni siquiera va a poder estrenar su Gran Premio de motociclismo en 2009 por retrasos en la construcción debidos a la crisis económica, diez días después de que la UE denegara un plan de ayuda de 160.000 millones de euros a los países de Europa del este y central. Es la confirmación de una división que existe desde hace años.
Es cierto que Hungría está sufriendo. Hasta proyectos de bandera como el mundial de motociclismo tendrán que esperar un año más para estrenarse en suelo húngaro. Según GKI Economic Research Co., el PIB magyar descenderá un vertiginoso 4% en 2009 y el consumo interno se ha desplomado. La economía está paralizada por falta de liquidez bancaria, aunque no por un exceso de deuda del país.
Una división de siempre, llamada doble velocidad
Sin embargo, es falso que en Europa la falta de solidaridad financiera esté provocando una nueva división en dos bloques, uno al este y otro al oeste del continente.
Primero, porque es falso que todos los países del este y centro de Europa secunden la petición húngara. No se sienten solidarios con Hungría, y como afirman casi al unísono los expertos, los países del este y el centro de Europa están jugando la baza de pisarse unos a otros para salir de la crisis. Confían en que algún vecino como Hungría o Estonia caiga en la desgracia de la mala reputación para desmarcarse y sustraerle inversores.
En segundo lugar, porque la división ya existía en muchos planos. En lo económico, la solidaridad para con los países menos avanzados no es la misma que practicaba en los años ochenta y noventa con los países del sur e Irlanda. Luego, los países de la ampliación de 2004 y 2007 han aportado a la UE un componente nacionalista que les separa de manera inmediata de las aspiraciones de los miembros más veteranos, aunque estos últimos también sean nacionalistas, como Francia. Se trata de un mensaje velado hacia la presidencia semestral checa de la UE, tan locuaz siempre a la hora de menospreciar las iniciativas por la integración europea.Las economías del Este viven en su mayoría una excesiva dependencia de la inversión privada extranjera que ahora se ha retraído por culpa de la crisis bancaria. Este rechazo por parte de la Comisión europea a un plan de liquidez estas economías es también un rechazo a depender de los Estados europeos que más trabas están poniendo ahora a la profundización de la integración mediante el Tratado de Lisboa. Es una forma de marcar distancias entre el núcleo que desea ir más deprisa en la integración (la primera velocidad) y el grupo al que parecen espetar que si no quieren más integración que no esperen más solidaridad (la segunda velocidad o furgón de cola). La excepción la vuelve a protagonizar Irlanda, que el año pasado estaba en contra del Tratado de Lisboa y, ahora que sufre como nadie la crisis económica, presenta unas tasas de aceptación popular de dicho Tratado como nunca hubiera imaginado. Sólo una pronta ratificación del Tratado por parte de Irlanda, puede abocar a Chequia a hacer lo propio y retrasar lo que tarde o temprano sucederá en la Unión: una definitiva división entre primera y segunda velocidad política. (Fotos: )