La crisis migratoria de Lesbos en siete imágenes
Published on
Translation by:
Patricia Bejarano HernanzLa periodista Federica Tourn y el fotógrafo Stefano Stranges viajaron a la isla de Lesbos para ser testigos del drama de la superpoblación del mayor campo de refugiados de Europa. He aquí su experiencia en primera persona mostrada a través de siete fotografías. Reportaje en colaboración con QCodeMagazine.
El punto crítico, pensado para menos de tres mil personas, ha estallado como una vieja lata de sardinas. Veinte mil personas ocupan las colinas de Moria, en la isla de Lesbos. Mientras tanto, en los últimos dos meses, el gobierno griego se ha dedicado a aprobar medidas todavía más restrictivas con el objetivo de desalentar nuevas llegadas: diques flotantes, centros cerrados en el centro de la isla y en el norte de Grecia, o deportaciones forzosas basadas en el pacto firmado por la UE con Turquía en2016.
Decenas de mujeres, niños, ancianos, y enfermos se encuentran apiñados en un ambiente gélido bajo las tiendas de campaña, hundidas en el barro y en la basura, sin luz ni agua corriente. No hay comida suficiente para todos y la que hay a menudo se echa a perder: los huevos se hacen polvo en la mano, las alubias están llenas de gusanos. Además, la asistencia sanitaria es muy escasa y ahora también se teme por la amenaza del coronavirus: en Mitilene, la capital de la isla, el 9 de marzo se registró el primer caso de una persona ingresada en cuidados intensivos por covid.
"Mi hermano es un cabezota, intratable como todos los chicos de su edad, pero no debo dejar que me quiten la custodia o arriesgarme a que lo asesinen". Fátima, de 24 años, era gimnasta profesional. Hoy en Lesbos su principal preocupación es que su hermano adolescente no se meta en líos. Llegaron solos desde Afganistán y ella, al ser mayor de edad, es considerada la cabeza de familia: "Moria es un sitio horrible. Ayer hubo una pelea justo delante de mi tienda, la calle estaba llena de sangre". Asegura que cada día es una pesadilla, sobre todo en el sector A, donde están los menores no acompañados: "Cuando llegamos al campo, a un chico lo acababan de asesinar". El sector A, la zona protegida de los menores de edad, en realidad es un colador por el que pasa de todo: drogas, alcohol, adultos violentos...
Mientras tanto, los inmigrantes que han desembarcado en las pedregosas playas cercanas a Mitilene, empapados y asustados, han acampado bajo los olivos, con el viento ululando con fuerza y el miedo a ser atacados por los grupos de extrema derecha que merodean por la isla. Europa no es lo que habían imaginado.
¿Por qué han emprendido ese viaje? En cuanto supieron que Erdogan abría las fronteras, a finales de febrero, se pusieron en movimiento. Sin embargo, la acogida ha sido horrible. La guardia costera ha tratado de echarlos por la fuerza, cuando aún se mecían aterrados entre las olas. En el puerto, un sirio de Deir El Zor me dice: "Europa es lo peor que nos podamos imaginar".
La historia de una represión
Los afganos de Moria se manifiestan gritando "libertad" y protestando por las condiciones inhumanas del campo. Es una mañana soleada, de comienzos de febrero. Por las calles de Mitilene el aire del mar sabe a primavera. A la cabeza de la manifestación están las mujeres y los niños más pequeños, detrás van los niños más mayores y los hombres. Pacíficos, tranquilos, firmes en sus reivindicaciones: seguridad, higiene, asistencia médica. Quieren que les escuchen las autoridades que les han encerrado en este limbo sin fecha de caducidad.
En la primera curva se encuentran con la barricada de la policía en calidad de antidisturbios, que les responde de forma violenta con gases lacrimógenos. La multitud se alborota por un momento pero enseguida se recompone en una larga fila que trata –con los ojos rojos, en chancletas y con los niños sobre los hombros– de llegar a la capital a través de las colinas. Los agentes también llegan allí, con porras y gas lacrimógeno, sin importarles los heridos, las mujeres con dificultades o los niños asustados.
Hay tormenta
Recibo un mensaje del campo de Moria: "Hay una tormenta que desde ayer está causando daños en muchísimas tiendas. No hay calefacción, no hay de nada. Aquí está el verdadero infierno del que ya había leído en los libros pero que nunca antes había presenciado; ahora lo estoy viendo con mis propios ojos y cada vez nos hundimos más", explica Waled, un agrónomo de 36 años de Afganistán*. Está en Moria desde el 5 de septiembre de 2019 con su mujer, su hijo de 12 años y su hija de 6. Solo hay una fuente en el campamento exterior y solo tiene agua por la tarde durante una media hora. Las mujeres bajan y suben de nuevo las colinas para rellenar las botellas pero no hay suficiente para todos; incluso lavar un plato o dos tazas en Moria es difícil.
Cuando se pone el sol, la gente se mete en las tiendas y espera en silencio a que amanezca, observando en la oscuridad. Es imposible ir solo a buscar un baño, es mejor resignarse: demasiadas personas han sido agredidas en la fila delante de los tambaleantes y sucios aseos. "Es mejor encontrarse mal", dice F., mirando hacia el suelo por la vergüenza.
Este artículo se publica como parte de una asociación editorial con QCodeMag. El artículo, reeditado por la redacción de Cafébabel, es obra de Federica Tourn y Stefano Stranges y fue publicado originalmente en QCodeMag el 11 de marzo de 2020.
Translated from La crisi migratoria a Lesbo in 7 scatti