La crisis de refugiados sirios en Bulgaria
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Diana Rodríguez GonzálezBulgaria ha recibido una afluencia sin precedentes de refugiados procedentes de Siria. El país no está preparado y aún espera la ayuda necesaria de sus vecinos de la UE, mientras lucha por hacer frente a la situación. Las familias sirias que dejaron atrás el conflicto solo para encontrarse en medio de una crisis humanitaria parecen haber caído de la sartén al fuego.
“Decidimos ir al Bulgaria, aunque no sabíamos nada acerca del país. Desconocíamos que no había trabajo para los búlgaros y no éramos conscientes de lo que se dice de los extranjeros aquí”, dice Ami, un sirio de 20 años de origen kurdo que no quiere usar su verdadero nombre.
Ami y su familia se alojan en el centro de recepción de refugiados de Vrazdebna, en Sofia, la capital búlgara. Aunque el centro tiene capacidad para 310 personas, actualmente acoge a más de 400 solicitantes de asilo.
La madre de Ami nos prepara algo de té y se sienta a nuestro lado con una sonrisa acogedora. Hay 20 personas durmiendo en la habitación, dos en cada cama. En el rincón está la zona de la cocina. Los zapatos se colocan delante de la puerta principal, sujeta con un cordón, ya que no tiene pomo.
Tradicionalmente, Bulgaria, uno de los estados miembros más pobres de la UE, no ha sido un destino popular para los solicitantes de asilo. Sin embargo, el país ha experimentado un aumento sin precedentes del número de refugiados en los últimos meses. La mayoría entran por Turquía, huyendo del sangriento conflicto sirio.
Más de 8000 solicitantes de asilo entraron en Bulgaria este año, en comparación con los 1000 de años anteriores. El país no está preparado para hacer frente a tal afluencia y se enfrenta a un reto para hospedar a los refugiados de forma adecuada. Muchos viven en condiciones miserables en campamentos improvisados sin comida regular, calefacción ni asistencia médica.
Ami y su familia viven en Bulgaria desde septiembre, después de cruzar la frontera turco-búlgara ilegalmente en medio de la noche. Ami se embarcó en este arduo viaje con sus padres, sus seis hermanos y hermanas y su abuela de 70 años. Temía que ella no pudiera sobrevivir al cruce de la frontera atravesando el “bosque oscuro”.
Él vivía en la ciudad siria de Qamishli, en el noreste del país, donde estudió ingeniería geológica. Su hermana, que nos observa sentada en un rincón con un libro de texto en el regazo, hizo informática. Su hermano cursó filología inglesa. “Todos queremos continuar con nuestros estudios”, me cuenta Ami. Se queja de que no está acostumbrado a ducharse con tan poca frecuencia. Solo hay unas pocas calderas en el edificio y más de cien personas esperando en cada una. Ha empezado a estudiar búlgaro recientemente. Le pregunto cómo le va y me responde en búlgaro con una sonrisa: “no muy bien”.
Latifa es un ama de casa de 24 años procedente de Damasco. “Aquí todos me quieren”, me cuenta. Se ha convertido en el alma del campamento por su carácter jovial y su amabilidad con los niños. Vive aquí con su marido y sus gemelos. Para llegar, tuvo que atravesar el mismo bosque que Ami, junto con otras tres familias. Pagaron 450 $ por persona.
Cuando no está cuidando de sus hijos, Latifa pasa cada segundo ayudando a la madre de una recién nacida de tan solo una semana. La pequeña, que nació en un hospital local, duerme en una habitación separada, acondicionada para niños. En contraste con el resto de habitaciones, grises y abarrotadas, este espacio es acogedor: está pintado con colores brillantes y hay juguetes en los estantes. Actualmente hay 2135 niños viviendo en los centros de refugiados búlgaros, muchos de los cuales se han convertido en huérfanos como consecuencia de la guerra.
Sin la ayuda de los voluntarios no habría un suministro estable de comida en la mayoría de los campamentos. Los refugiados dependen de donaciones o de una subvención mensual de 33 €. Algunas madres han dejado de lactar debido al estrés. Las organizaciones como Cruz Roja o Ayuda Humanitaria para los Refugiados organizan donaciones con la ayuda de una red de cientos de voluntarios.
“Es duro porque los refugios no son adecuados y se ha sobrepasado su capacidad”, dice Sabrina Trad, una voluntaria que colabora con Ayuda Humanitaria para los Refugiados. “Se han tomado algunas medidas para mejorar las condiciones, pero es difícil porque los campamentos están llenos”, asegura.
Una crisis humanitaria sin precedentes en Bulgaria
Sabrina, que es medio búlgara medio siria, destaca que los campamentos provinciales son el verdadero problema. Uno de ellos, una antigua base militar, está situado en la ciudad de Harmanli, en el sureste del país. En noviembre, 100 personas amenazaron con empezar una huelga de hambre como protesta por las condiciones de vida del campamento, que alberga a unos 1000 refugiados.
Recientemente, Nikolay Chirpanliev, director de la Agencia Nacional para los Refugiados, anunció que la UE había prometido 800 000 €, el gobierno búlgaro 817 320 €, la República Checa 1 millón de euros y 3,6 millones de dólares el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Chirpanliev ha prometido una pronta mejora de las condiciones.
El hermano de Sabrina, Ruslan Trad, es un joven periodista búlgaro. Este destaca el hecho de que Bulgaria nunca antes se ha enfrentado a una crisis humanitaria a escala tan grande. “Es importante que Bulgaria responda a esta situación y se ocupe de las fuerzas políticas implicadas”; dice Ruslan. “Hay más refugiados de camino. Y no hay lugares adecuados que puedan proporcionarles unos aposentos decentes. Esto podría desembocar en una crisis”, añade.
Según los observadores, los movimientos nacionalistas se están aprovechando de la situación para buscar apoyo. En noviembre, Volen Siderov, el líder del partido nacionalista, Ataka, pidió que Bulgaria expulsase a todos los inmigrantes ilegales.
Ruslan Trad dice que las actitudes hacia los refugiados en Bulgaria son muy diferentes. Sugiere que, aunque la mayoría de búlgaros parecen tener una predisposición negativa ante los refugiados, hay “docenas de voluntarios que dedican su tiempo y recursos para ayudarlos”.
La familia de Ami aguarda la decisión sobre el estado de los refugiados, que debería llegar en los próximos meses. No saben si a alguien del campamento se le ha concedido la categoría de refugiado oficial. A decir verdad, muy pocos lo han conseguido y no es algo que vayan a reconocer en voz alta.
Los refugiados se encuentran atrapados en un limbo extraño. “Un mes aquí parece un año. El tiempo pasa lentamente”, dice Ami. "No queremos volver a vivir en condiciones deplorables, así que el oeste de Europa parece un lugar mejor donde ir”. Cuando se la pregunta por el futuro, Latifa dice que todo lo que quiere es una “buena vida”. Ami no tiene intención de dirigirse hacia el oeste y Latifa no tendrá su “buena vida” hasta que la UE llegue a un acuerdo sobre lo que rápidamente se está convirtiendo en una auténtica crisis de refugiados.
Este reportaje forma parte del dossier que CaféBabel ha dedicado al conflicto de Siria
Translated from Bulgaria's syrian refugee crisis