La ambigüedad de Gran Bretaña hacia Europa.
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cati cano cabezasCon Inglaterra presidiendo la Unión Europea a partir de julio con la labor de devolver la credibilidad a la misma, es lícito preguntarse si alguna vez Inglaterra llegará a ser parte integral de Europa.
Las diferencias se extienden en el seno del Reino Unido al ser éste un país compuesto por cuatro naciones distintas, y con una considerable población de inmigrantes. Pero a pesar de las divisiones entre sus habitantes y regiones, algunos factores comunes pueden ayudar a explicar el escurridizo concepto de “lo británico”. El rico tapiz de la Historia británica se entreteje en el inconsciente colectivo de sus ciudadanos. Los jóvenes británicos aprenden que su país fue el primero en tener una democracia moderna, que fue la primera nación industrializada, que gobernó sobre un vasto imperio y que estuvo en el lado de los vencedores en dos guerras mundiales. Es un secreto a voces sentirse especiales por ser británicos, según el reconocido periodista Will Hutton.
La mentalidad de las Islas
La geografía también tiene un papel significativo en la configuración de la identidad británica. La separación respecto al continente ha llevado a los británicos a adoptar una mentalidad aislada a la que se añaden sentimientos exclusivistas. El hecho de que no fueran ocupados por ninguna fuerza extranjera durante la dos guerras mundiales representa otra diferencia importante respecto a la mayoría del continente. Quizás lo más importante de todo sea que la mayoría de los británicos sólo hablan su lengua nativa, representando esto un obstáculo más para su entendimiento con otros países europeos. Alimentada por siglos de conflictos con el continente y estos sentimientos de superioridad, la actitud británica hacia Europa ha sido generalmente escéptica.
De este modo, Gran Bretaña, una nación de tamaño medio pero de ilustre pasado, está intentando llevar a término su menguado papel en el siglo XXI. El dilema de cómo reconciliar el glorioso pasado de Gran Bretaña con una cada vez más modesta realidad ha atormentando a sus ciudadanos desde 1945. Su ambigua relación con Europa refleja esta crisis de identidad post-imperial. Aunque no esté completamente comprometida con Europa (permaneciendo fuera de la eurozona y del espacio Schengen), Gran Bretaña ni desea, ni puede permitirse caminar aislada de los demás.
Un Euroescepticismo inveterado
El problema de formar parte de la UE siempre ha existido a ambos lados del espectro político: para la izquierda, la UE representa un club capitalista, mientras que la derecha teme la pérdida de soberanía y al eje franco-alemán. En 1980, un capítulo de la serie satírica "Yes, Minister", describía a las mil maravillas la política exterior británica de los últimos 500 años con el propósito de desintegrar Europa. Desde entonces, no es disparatado creer en este pícaro comentario al leer la euroescéptica prensa inglesa. De hecho, esta última ha jugado un papel clave atacando la agenda de los asuntos europeos y ha fomentado una imagen sospechosa de la UE en la mentalidad de la gente.
Durante una generación, la cobertura informativa de la prensa británica sobre los asuntos de la UE ha sido abrumadoramente negativa. Como resultado los británicos se han visto desinformados acerca de la UE porque la mayoría de los medios promueve estos sentimientos nacionalistas que rechazan cualquier tipo de debate racional. Aunque el gobierno de Blair es en líneas generales proeuropeo, ha eludido la confrontación con la prensa sobre Europa. De hecho, la razón principal escondida tras la decisión de Blair de suspender el referéndum sobre la Constitución europea era evitar que este asunto se pusiera en su contra en las elecciones. Es más, el partido laborista ha usado una retórica beligerante sobre las “líneas rojas” y la defensa de los “intereses nacionales” para aplacar el alboroto euroescéptico que provoca cada gran decisión europea.
En breve, se avecinan tiempos difíciles para la presidencia del Reino Unido por la lucha de la devolución del cheque y la futura dirección económica y social de la UE. Por otro lado, en comparación con muchos ciudadanos de la UE, los británicos se muestran bastante seguros sobre el futuro de las relaciones europeas y han aceptado el desafío de la globalización de manera típicamente pragmática. Además, el Reino Unido se ha despojado de la etiqueta del “Síndrome de Europa” y es ahora una sociedad dinámica y multicultural que se vanagloria de su éxito económico, de su bajo índice de desempleo y de la mejora de los servicios públicos. A la vista de los recientes acontecimientos de la ampliación de la UE, el No a la constitución y a la luz de los esperados cambios de gobierno en Francia y Alemania, se vislumbra un nuevo amanecer de la política europea. Quizás este nuevo panorama podría animar a los británicos a aceptar la UE más rápido de lo que algunos piensan.
Translated from Britain’s ambivalence towards Europe