La alcaldía de Moscú a una carta: Navalny
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El caso Navalny podría haber sido un episodio más de la aparente campaña de limpieza que de manera periódica se lleva a cabo desde el Kremlin. En la memoria colectiva quedan Pussy Riot, Serguéi Udaltsov, Gari Kasparov o Jodorkovski.
En esta ocasión el popular bloguero anticorrupción y opositor, Alexéi Navalny, resultó ser el “agraciado”. Quien fuera una de las figuras clave en las protestas ciudadanas, ocurridas en mayo de 2012, contra Vladímir Putin, y posible azote del Kremlin en la carrera por la Alcaldía de Moscú de septiembre, vio cómo de la noche a la mañana, la Justicia rusa le condenaba a 5 años de prisión por malversación de fondos públicos.
Para conocer la raíz de la imputación del abogado hay que remontarse a 2009, cuando trabajaba como asesor para la empresa estatal Kirovles -una maderera hoy en ruinas- ubicada en una región de la Rusia central llamada Kírov. Navalny con su socio Piotr Oftsérov (acusado a 4 años) se habrían llevado casi 400.000 euros, según la Fiscalía. Acusaciones que ambos han desmentido hasta la saciedad y que les sentaron en el banquillo en un proceso relámpago.
Tras conocerse la noticia una importante masa social ocupó los principales núcleos moscovitas para mostrar su apoyo al líder opositor. Corrió como la pólvora la opinión de que era una nueva caza de brujas, o un evidente proceso político y poco a poco trascendió a todo el país. Una reacción que pilló por sorpresa a las autoridades que ante la situación, tomaron una decisión aún más increíble.
Y es que en este desarrollo encadenado de incongruencias aún faltaba lo mejor por escribir. El Ministerio Fiscal que había solicitado el encarcelamiento de Navalny, de manera insólita para la justicia rusa, pedía un día después su libertad. Una sentencia sospechosamente teledirigida que permanecerá en el limbo hasta las apelaciones y los acusados en la calle. Y Navalny se erigió en Ave Fénix y confirmó sus aspiraciones a la Alcaldía de la capital rusa.
Así quedó quebrado el destino que uniría al bloguero a otro activo opositor, en este caso empresarial, como lo es (bueno lo era) el exmagnate petrolero Mijaíl Jodorkovski. Desde su encarcelamiento en 2003 su figura ha perdido brillo igual que le ocurre a las hadas cuando dejan de creer en ellas. Y en la actualidad casi ha desaparecido de la opinión pública para tranquilidad de muchos oligarcas que bajo el paraguas del Kremlin siguen desfalcando el país más grande del mundo.
Muchos achacan a Putin el mal de ilustres monarcas del pasado que centran su obsesión en enemigos imaginarios, incluso aún no nacidos y no ven cómo avanzan a su alrededor Brutos por doquier. El caso Navalny destapó sin quererlo una lucha fratricida por ser alcalde de Moscú, hoy en juego debido a las elecciones anticipadas convocadas al 8 de septiembre por Serguéi Sobiani, actual edil en funciones.
El llamado "hombre de paja" (asignado a dedo por el presidente omnipresente) quiere quitarse el sambenito y ha decidido jugarse el cargo o ganarse el cargo en las urnas. No sólo ha desoído las órdenes del partido oficialista Rusia Unida, sino que ha ido más allá y se alza garante de la candidatura de la oposición. Para ello ordenó que sus concejales (49) entregaran sus avales a Navalny hasta completar las 110 firmas necesarias para registrar su opción.
¿Por qué? Pues obvio que Sobiani confía tanto en su carisma y buen hacer que "regala" a su rival la posibilidad de participar para después, saborear así mejor la victoria y no vaya a ser que digan que ganó por incomparecencia.
Ahora todo está por ver, las municipales que parecían heridas de muerte antes de empezar con la detención de Navalny, toman un giro que se aprecia muy interesante para desesperación de Putin. Al jefe del Kremlin no le salen las cuentas de su delfín y teme perder la capital, lo que sería visto por muchos como el principio "del fin". Veremos qué sorpresas nos aguarda el mes que resta, por si acaso, opositores manténganse en las sombras.