Jóvenes europeos: la buena vida en Rumanía
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Claudia Caballero LópezMás allá de la burbuja de exiliados y de los grandes empresarios que quieren aprovecharse de una mano de obra barata, los jóvenes europeos se mudan a Rumanía por amor al país y las oportunidades que ofrece. Sidonie, Anna y David han elegido vivir en Bucarest, una ciudad "llena de recursos".
Tras los bloques de estilo comunista y los grandes bulevares saturados, la capital rumana esconde tesoros. A menudo es eso lo que les gusta a los extranjeros que viven aquí: vagar por las calles, descubrir la arquitectura copiosa de las casas que no fueron arrasadas en la era de Ceausescu, y ver si una cafetería se ha instalado en el interior de una de ellas. En el barrio de Piata Amzei hay una librería francesa que se encuentra allí donde antes había una vivienda. Ante el pórtico verde todo lleva a creer que hay gente alojada en su interior si no fuera por el cartel de "Kyralina, libreria francesa" que demuestra lo contrario. En el interior, un gato blanco y negro deambula entre los libros juveniles, el último premio Goncourt y un cómic de Tintin traducido al rumano. Sidonie, tras su ordenador, discute en francés con un cliente de Bucarest.
'UN ENORME TERRENO DE JUEGO'
En 2009, después de estudiar literatura en la Sorbona y tras trabajar en una editorial, Sidonie partió a Bucarest para hacer un voluntariado internacional en el Instituto Francés. En ese momento, el instituto tenía una librería que vendía poco. Para la joven, es un chollo desperdiciado: "me di cuenta de que los rumanos, incluso los más jóvenes, eran aún muy francófilos. Mi cónyuge encontró trabajo aquí y decidimos crear una librería francesa, independiente del Instituto". El éxito se percibe: poco más de un año después de la apertura, sobrepasan sus previsiones y cerca del 70% de los clientes son rumanos. "Estamos contentos de responder a una demanda de los rumanos y de no ser una librería de exiliados".
Unos buleváres más lejos, en el casco antiguo, el « Hub » reúne a los jóvenes autoempleados y les ofrece un espacio de trabajo. Anna es una de ellos. Originaria de los Países Bajos, llegó en octubre de 2012 en el marco de un Servicio Voluntario Europeo (SVE). Como las misiones de su asociación no funcionaban a las mil maravillas creó su propio proyecto y se dio cuenta de que tenía alma de empresaria. Al final de su SVE participó en un programa Erasmus para jóvenes empresarios y montó su despacho de consejos en comunicación: "Doy cursos de 'pitching' y ayudo a mis clientes a crear un mensaje fuerte para sus empresas. La mayoría de ellos son rumanos. Va bien, sin duda, porque soy la única que hace esto aquí".
La poca competencia también es una ventaja para Sidonie. Ella compara la ciudad con una "gran leonera", propicia para la experimentación y la creatividad. "Es una ciudad de posibles. París está saturada de buenos proyectos. Me vine a Bucarest ya que es un gran terreno de juego."
LEJOS DE LOS TÓPICOS
La cálida recepción de los rumanos, la lengua, la cultura y la belleza de los paisajes son otras razones que llevan a quedarse en Rumanía. David llegó en 2005 en el cuadro de una beca Erasmus. Este joven catalán se enamoró enseguida de la ciudad y del país. "Lo que me gusta de aquí son los contrastes. Cada día es una sorpresa. No me aburro nunca". Desde entonces domina el rumano y trabaja a media jornada para una empresa francesa y dos días en la Radio Rumana Internacional.
Sin embargo, muchos extranjeros que pasan algunos días en Rumanía tienen la imagen de la cajera gruñona o del camarero con prisas. Para David, "eso pasa a menudo y no ha cambiado en ocho años". Imita con brío a una vendedora de billetes de bus, que se ofende al verlo. "Después de haber vivido aquí encuentro a los rumanos acogedores, espabilados, creativos, aunque ellos mismos no lo vean. Sólo me han dicho una vez en ocho años que no pintaba nada aquí".
UN 'SUEÑO RUMAnO', AUNQUE CON DIFICULTADES
La imagen de "todo es posible" tiene sus fallos. Los que emigran al extranjero se encuentran a veces ante una administración que puede sobrepasarlos. En Rumanía, nos encontramos pronto ante un caos primitivo al más puro estilo de Ionesco. Multas excesivas por estupideces y una burocracia que no tiene nada que envidiar a su homóloga francesa. "La administración rumana es muy absurda. La apertura de la librería se retrasó por culpa de una acumulación de papeles inútiles" dice Sidonie. Aunque peor sorpresa fue el precio del alquiler: "el mercado inmobiliario no está dirigido. Podemos alquilar un piso por casi nada ¡pero un local comercial es más caro que en París!".
David también ha tenido dificultades financieras. "Conseguir un trabajo es más bien fácil, pero tener un trabajo que te permita tener una vida decente es más complicado. En mi primer trabajo cobraba 500 lei al mes (sobre 100€) y mi factura de la luz ya era de 300 lei. Los salarios no han cambiado desde que llegué". Aunque los precios suben, a un profesor principiante le pagarán siempre 200 euros al mes, y a un médico 500 euros. "Es por lo que la corrupción se da en la educación y en la salud", añade.
Sin embargo, no dejan Rumanía: "algunos de mis amigos españoles se han ido ya que no encontraban un salario decente. Yo realmente quería quedarme aquí. He hecho concesiones, tuve tres trabajos al mismo tiempo y he salido adelante". En cuanto a Sidonie y Anna, Rumanía les ha aportado más de lo que buscaban: un viraje inesperado en su vida.
Declaraciones recogidas por Marine Leduc, en Bucarest.
ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DE UN DOSSIER sobre LA INMIGRACIÓN EN EUROPA, EDITADO POR LA REDACCIÓN de CaféBabel
Translated from Jeunes européens : la belle vie, en Roumanie