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Jóvenes europeos enamorados, burdeles y estrés en Kosovo

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Lifestyle

A pesar de la falta de verduras y electricidad -o quizá por ello-, jóvenes europeos suecos, holandeses y franceses disfrutan trabajando en este remoto paraje de Europa, recién independizado de Serbia.

Algunos Estados miembro de la UE han reconocido la independencia unilateral de Kosovo del 17 de febrero de 2008. Algunos otros lo harán, y otros más no lo harán, como España. Pese a la incertidumbre política, muchos jóvenes europeos ya se han dirigido a este país recién nacido bajo bandera de la OTAN, la OSCE o la nueva misión de la UE.

Martin, 25 años, Sueco

Unas mujeres algo ancianas arrastran los pies al pasar por su puesto de guardia de Martin de camino al memorial por sus maridos muertos en la guerra de 1999. Martin, un sueco de 25 años, guarda una iglesia ortodoxa en el enclave serbio de Graanica. O Graçanicë, como escriben los albaokosovares. Para respetar la corrección política, y para simplificar las cosas, los soldados de la KFOR que sirven en Kosovo bajo bandera de la OTAN han sustituido los nombres de las calles por los de animales. Girando a la izquierda en la Calle Perro llegamos a la Calle Pez.

Martin está destinado en el Campamento Victoria junto con el resto del batallón sueco. Lleva en Kosovo cinco meses y es probable que permanezca allí durante dos o tres meses más. "Casi siempre estamos en la base, en realidad no nos mezclamos con la población local. Entrenamos mucho y vemos pelis de DVD.” El contacto con los habitantes de la zona tiene lugar a través de un interpréte y por ello está limitado a cuestiones de trabajo. Hasta el esperado rebrote de la violencia tras la declaración de independencia de Kosovo, el aburrimiento parece ser la mayor amenaza. Hace algunos años, soldados noruegos desplegados en Kosovo rodaron una parodia de los Beach Boys Kokomo.

La famosa parodia de los Beach Boys Kokomo

Alcanzaron el estrellato fulgurante en YouTube y un billete de vuelta a Noruega. Hoy, la población local prefiere que los soldadados tomen parte en este tipo de entretenimiento, en lugar de visitar la gran cantidad de burdeles surgidos tras la llegada de las tropas internacionales.

Huub, 24 años, Holandés

El holandés Hubb, de 24 años, ha sido oficial de Derechos Humanos para la OSCE (Organización para la Seguridad y la Coopración en Europa) desde hace casi tres años en la ciudad occidental de Pejë/Péc. Cuenta una historia que muestra que el amor en Kosovo, también fuera de los burdeles, puede siempre tener un precio. La moralidad local es más estricta que en la mayor parte de Europa, gobernada por un antiguo código moral conocido como los cánones del Príncipe Lekë Dukagjini. Un soldado internacional en Pejë/Péc aprendió mucho cuando rehusó casarse con una chica de la zona a la que había dejado embarazada. Su coche fue incendiado y él huyó de Kosovo.

Cartel contrario a la misión de la UE en Kosovo en la ciudad de Mitrovica (Foto: morbin/ Flickr)

Huub, que tiene novia, no corre el riesgo de que prendan fuego a sus propiedades. Su trabajo le mantiene en contacto con la mayoría de los albaneses del lugar. "Puedes tener muy buenos contactos con la población local, todo depende de tu propia actitud. Yo me reúno a menudo con mis colegas albanokosovares y hemos recorrido Albania juntos. Pero ellos ya tienen familias, por lo que casi siempre salgo con otros expatriados.” Mantener contactos con sus coetáneos es incluso más difícil. "No tengo ninguna relación con jóvenes kosovares de mi edad. Su estilo de vida es demasiado diferente.”

Con unos ingresos y una posición más avanzada que incluso la mayor parte de los jóvenes de 24 años de la Europa Occidental, esto no es difícil de imaginar. Huub coordina dos equipos y como internacional no paga impuestos sobre sus ingresos. Echa de menos cosas sencillas, como las verduras, el agua corriente o la electricidad. "La primera noche que dormí en mi apartamento, no había electricidad. Estuve sentado en la oscuridad pensando, ahora estoy en Kosovo.”

Carole y Emmanuel, 29 y 26 años, Franceses

Los colegas franceses Carole y Emmanuel trabajan en la oficina de contacto de la Comisión europea en Pristina. Tienen mucho en común, pero no sus motivos para querer venir a Kosovo. Emmanuel está interesado en el desarrollo y el impacto de la política exterior europea. De conformidad con Carole, hay una diferencia entre trabajar para la Comisión en Bruselas o Kosovo. "El nivel de estrés es el mismo, pero aquí es más intenso por el contacto directo que tienes con tus homólogos en los ministerios y la ventaja de contemplar en directo el impacto de tu trabajo sobre el terreno.”

Carole trabaja en la puesta en marcha de proyectos en el área de estabilización democrática, incluyendo la sociedad civil, lo que requiere contactos constantes con la Dirección General para la Ampliación en Bruselas, así como con otros donantes en Kosovo. Trabajar en una socieda patriarcal como Kosovo no es una obstáculo para ella. "Como mujer tuve más problemas trabajando en Bosnia. Los habitantes allí sólo hablaban a veces con el hombre del equipo. No es así en Pristina, una capital donde la gente está más acostumbrada a trabajar con mujeres, en especial con internacionales.”

Emmanuel acaba de llegar a Kosovo y todavía tiene lo que denomina una "visión muy idealista de lo que el servicio diplomático europeo puede ser". Kosovo, afirma, es el lugar perfecto para quien esté interesado en ver la política exterior europea en funcionamiento. "Kosovo es un lugar de oportunidades. Y si me presento a una oposición comunitaria en el futuro, Kosovo me ayudará a entrar en el futuro servicio de acción externa europea.” Ahora bien, Kosovo no sólo tiene un impacto en su carrera. "Mi casero me ha contado su pasado en el UÇK, el Ejército de Liberación de Kosovo. Me llevó a Prekaz, donde empezó la guerra. Es en este punto, cuando todo se convierte en algo personal.”

Fotos en texto: (PFK); EU-MIK' (morbin/ Flickr)

Translated from Young Europeans on love, brothels and Beach Boys in Kosovo