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Josefa Idem: "un hijo y una medalla de oro"

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Elvira Fente

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Encuentro con esta campeona canoísta de origen alemán, que defendió los colores italianos en el en las Olimpiadas de Pekín en 2008, las séptimas en las que participa, con muy buenos resultados: una medalla de plata

Artículo publicado originalmente en cafebabel.com en septiembre de 2007

Los Ángeles, Olimpiadas de 1984. La veinteañera alemana Josefa Idem gana la medalla de bronce en la modalidad de kayak junto a su compañera Barbara Schuttpelz. Estuvo cerca de conquistar la plata en el mundial de Hungría poco después. Más tarde se confirmarían sus éxitos: dos nacionales, el oro olímpico de Sydney 2000, su matrimonio, dos hijos y un compromiso político.

Aquellos encuentros clandestinos con los atletas de la Alemania del Este

Nacida en Goch, en la actual Alemania Occidental, Josefa Idem descubrió el canoísmo a los once años y medio de casualidad: “Estaban haciendo una demostración en el colegio de mi hermana y me animé a probarlo. Al principio me caía al agua continuamente. Mantener el equilibrio no era tan sencillo, pero era muy divertido y seguí intentándolo”.

Pronto llegaron las competiciones internacionales, y a los diecisiete años participó en los campeonatos del mundo. Allí conoció a los atletas de la Alemania del Este. Un cara a cara que consideró impresionante e inquietante en su momento. “Recuerdo que no tenían permiso para hablar con nosotros, ni para saludarnos. Como si no existiésemos.” Sobre los jóvenes del Este existía un control férreo. “En realidad, a ellos también les apetecía conocernos”, nos cuenta. “Organizaban encuentros secretos en las habitaciones del Hotel. Con alguien vigilando dispuesto a dar la voz de alarma en caso de controles. Si los descubrían sabían que los vetarían y expulsarían de las competiciones para siempre.” Pero la curiosidad bien merecía el riesgo. Lo que despertaba interés en Idem eran, en realidad, las técnicas de entrenamiento de la Alemania del Este, anticipar los trucos de la reunificación que estaba por venir. “Aparte del conocido sistema del doping, utilizaban otros métodos de entrenamiento muy de vanguardia. La ciencia aplicada al deporte.” Eso sí, también se hablaba de sueños, de aspiraciones, de la posibilidad para los atletas del Este de abandonar la Alemania comunista. “Una hipótesis que de todos modos resultaba difícil de materializar. Dejar la familia no era asunto fácil. Además, era costumbre casarse siendo muy jóvenes. El tiempo de dedicación a una disciplina deportiva antes de tener descendencia era limitado”.

“Sentimientos de culpabilidad cuando retomé el entrenamiento a los dieciocho días de dar a luz”

Pero pronto algo se resquebraja con el equipo nacional alemán. Con los mundiales de Polonia en 1989 llegan dos bronces en las competiciones individuales; Josefa no siente la confianza de su equipo. Entonces, se traslada a Italia junto al italiano Guglielmo Guerrini, el entrenador de vóleibol que había conocido en Praga un año antes. Seguir los entrenamientos en Alemania se vuelve cada vez más difícil y problemático. Guglielmo no habla alemán, los largos desplazamientos para ir a entrenar y las relaciones insatisfechas con el equipo nacional alemán la empujan cada vez más hacia Italia. En el país de la bota encuentra un ambiente más adecuado a sus exigencias, empieza a frecuentar el círculo canoísta de Milán y desde 1988 Guerrini se convierte en su entrenador personal. El cambio de equipo está a punto de realizarse: “Me sorprendí mucho cuando me concedieron de pronto el permiso para competir en las filas del Italia”, y añade, “sólo después descubrí que dos campeonas de Alemania del Este había solicitado y obtenido el permiso para competir por Alemania Oeste”. Con una cierta satisfacción apostilla: “En Alemania pensaban librarse de un bronce incómodo y traer a casa dos oros, pero ya en el mundial del noventa yo llegué primera por Italia mientras que Katrin Borchert, la ex atleta de la Alemania del Este, quedó tercera”.

Es sólo el primero de una serie de éxitos impresionantes. El oro en Sydney 2000 es su logro más prestigioso de la treintena de medallas recogidas entre Mundiales, Europeos y Olimpiadas. Resultados obtenidos también gracias a entrenamientos sofisticados y personalizados: “Habíamos iniciado un estudio, para adaptarnos a mi edad que cambiaba. El mérito es de mi marido”.

Deporte político

La novedad más importante de su vida llegó en 1995, cuando nació Janeck, su primer hijo. “El año precedente había disputado los mundiales en Méjico embarazada de diez semanas y logré un tercer puesto. “¡Tuve tantos sentimientos de culpa, cuando retomé los entrenamientos sólo dieciocho días después del parto!”, recuerda Idem. “Estaba muy confundida. Pensaba en mi madre, que estaba siempre en casa”. Al final, esta campeona italiana ha seguido su camino sin renunciar jamás a sus hijos, Janek y Jona, quienes la siguen en sus desplazamientos para las competiciones. “Muchos atletas dejan a sus hijos en casa durante las grandes competiciones, pero nosotros queríamos tenerlos cerca.”

En 2001, llega también una propuesta insólita para un atleta. Le proponen presentarse a las elecciones municipales de Ravenna, la ciudad en la que vive junto a su familia. “Al principio quería estar segura de que no fuera sólo un trabajo ligado a mi imagen.” Finalmente, acepta y resulta elegida y nombrada delegada municipal de Deportes. “A principios de 2006 no sabía si sería reelegida y me había tomado también un período de pausa en las competiciones.” Abandona la política y vuelve a concentrarse en la canoa. “Decidí volver a competir: es el trabajo que mejor se hacer, en vista de los mundiales estivales de Hungría”. Tras retomar los entrenamientos cumple lo más difícil: un bronce en los campeonatos europeos y una plata en los Mundiales de Hungría en 2006. “Fue grandioso. Después de dieciséis meses de pausa, dos hijos y a mis 42 años, lograr obtener este resultado era casi impensable.” Idem no se ha cansado aún. Ya está centrada en su nueva hazaña: clasificarse para las Olimpiadas de Pekín 2008, sus séptimas Olimpiadas.

Translated from Josefa Idem: «Io canoista (e mamma) a 42 anni»