John Bird: "Sé lo que es ser juzgado, estar borracho o en la cárcel"
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Cristina Benlloch DoménechJohn Bird, aprovechando que The Big Issue -la revista para los sin techo de la que Bird es cofundador- cumple 17 años en septiembre; nos habla con sus 62 años de experiencia sobre el racismo londinense, la delincuencia, el mayo parisino de 1968 y la pobreza en Gran Bretaña
“No me gusta la mayoría de periodistas”, se queja John Bird, que acaba de salir de una reunión editorial en el Café Ponti, sobre el andén 17 de la estación Liverpool Street en Londres. “No tienen un pensamiento analítico. Estoy harto de oír cuanta gente muere en la cárcel. Ya basta de historias sobre lo malísimo que es George Bush. Necesitamos gente que identifique los problemas y encuentre soluciones, no que se dedique a exponerlos y pasar a otra cosa. Periodistas de investigación como John Pilger, del Daily Mirror, -ya se lo dije a él mismo- no están socialmente ubicados, sino por encima del resto de la gente”.
París je t’aime
Conocemos al fundador de The Big Issue, una revista de actualidad y entretenimiento que es un “negocio social”. Escrita por profesionales, se distribuyen cinco ediciones regionales por sin techo. La mayoría de los vendedores compran la revista de la fundación The Big Issue (que financia programas para las personas sin hogar) y lo hacen por 70 peniques (90 céntimos de euro), vendiéndola en las calles por una libra y media (dos euros), lo que supone una ganancia de un euro por copia para el vendedor. “Yo no soy especialmente bueno como editor” -puesto que dejó en 2006 para dedicarse a escribir- admite Bird, después de una segunda taza de té, mientras los negocios continúan en la ciudad y se oyen los murmullos de los trenes de la estación cercana. “Escribir es una buena forma de agudizar tus ideas y todo eso. Si eres un buen director de orquesta puede que no seas un buen violinista. Yo preferí tocar el violín”.
Se puede decir que el violín en manos de Bird te hace pensar en el racismo, la pobreza y la dureza, inspirada por su escritura. John Bird conoce lo que es la falta de un hogar. Hacemos un repaso a sus últimos 41 años: Bird comenzó su contacto con la prensa vendiendo el Internacional Herald Tribune durante unos pocos meses en las calles cercanas a los Campos Elíseos, su primera vez en el extranjero. Se escondía de la policía en Francia tras obtener un pasaporte de un año, otorgado entonces por la oficina de correos. Por aquel entonces, él vivía en la misma calle de París en la que ahora vivo yo con un colega –“os lo juro”- Leanelle, procedente de Goa (en India), “del mismo color de piel que tú”.
¿Un extraño comentario para alguien que se describía a sí mismo como “blanco de clase obrera racista”? “Muchos de los que se dedican a la política solo repiten la porquería que viene de otra persona”, responde. La madre católica e irlandesa de Bird se mudó desde Cork a Londres a los 18 años, trabajando en un bar hasta que conoció a su marido protestante. “Ella me decía desde que era pequeño que eran los indios-judíos-el dinero-negros y vagos los que estaban destruyendo el país. Empecé mi vida siendo envenenado por la idea corta de miras resultado de la pobreza de que era la culpa de otra persona. Tienes que culpar a los árabes o los franceses para desahogarte”.
Big Issue Europa
Desde la xenofobia a los sesentayochistas (Bird participó en los disturbios del 68 como parte de los JCR -jóvenes comunistas revolucionarios- de Alain Krivine), pasando por el trabajo de impresor, a los 29 años Bird publicaba su propia revista de arte. En 1991, el empresario británico Gordon Roddick, marido de Anita, la fundadora de The body shop, le invitó a dirigir The Big Issue. Roddick se inspiró en la mayor revista para sin techo hasta el momento, la neoyorquina Street News, que ya llevaba en marcha tres años. De ganar un millón de libras al año en 2003, The Big Issue pasó a ganar hasta cuatro millones en 2007, gracias a un mayor espacio para la publicidad en sus páginas.
El TBI patrocinó la Internation Network of Street Papers (Red internacional de periódicos callejeros) en 1995. Treinta mil libras después, surgieron sesenta filiales nacionales en veinte países europeos, incluyendo la fallida publicación española La Farola y los diarios belgas y francés, de corta duración, Macadam Journal, fundados por un vendedor sin techo francés y un empresario belga respectivamente. “Acabó siendo controlado por grupos de extrema derecha”, comenta Bird sobre Macadam. “Solo le dimos a los diarios franceses y alemanes un estilo. Hay verdaderos problemas en Europa”, dice, refiriéndose al hecho de que el diario conservara el mismo nombre en lugares como Australia y Namibia, mientras que se cambiara el de sus ‘colaboradores’ europeos. “Mucho de esto tiene que ver con la competitividad. Es difícil ver a la gente trabajando junta. Mira en Alemania, con 30 periódicos callejeros, uno por cada ciudad. Ellos creen que son únicos”.
En Gran Bretaña, la pobreza está patrocinada por el gobierno, dice Bird. “Prácticamente todos los jóvenes negros que van por ahí matándose unos a otros reciben ayudas de la seguridad social. El Estado los deja en la pobreza, para beneficio de la burocracia. No fabrica esperanza, justicia u oportunidades. Lo fastidia en educación”. La palabra posh (pijo en español) está cada vez más de moda: “Posh es sinónimo de desconectado”, explica. “Tener una cultura que no se ajusta a la realidad. El gobierno ‘santo’ habló con los expertos –las organizaciones de sin techo o de lucha contra la pobreza- pero dejaron a sus espaldas miles de vidas rotas”.
“Mejor búscate una casa antes que convertirte en sin techo”
Bird comenta que los jóvenes delincuentes saben que es sincero. “Solo hay un puñado de personas como yo en Gran Bretaña. Aparte del hecho de que yo también provengo de la pobreza, he cometido todos los errores imaginables y sobreviví. Sé lo que es ser juzgado, estar borracho o en la cárcel, intentando matar gente con pistolas. Yo tuve un futuro, no como mis hermanos mayores, que o bien han muerto a causa de la droga y la bebida o viven en un infierno de edificios altos en las afueras de la ciudad, odiando a los negros, los judíos y a los indios. Jodidos cabrones. Tengo sobrinos y sobrinas a los que hablaría con un acento extranjero para que no me reconocieran en caso de que me llamaran por teléfono”.
Aprender a leer y a escribir a los 16 años en la cárcel fue la “mayor escalada social”, afirma Bird, algo que nadie creería hoy. “Aprender tarde deja una mayor huella en tu vida, como la posibilidad de no ser racista”. Bird ha conseguido de verdad darle la vuelta a la tortilla en ambos aspectos. Después de presentarse como independiente a la alcaldía de Londres en la primavera de 2008, está ahora escribiendo un libro sobre el distrito de Notting Hill, al este de Londres, el lugar de nacimiento de, insiste, “una pobreza muy miserable y un asqueroso pensamiento fascista de extrema derecha”. Su esposa tiene orígenes indios, y sus dos hijos pequeños de tres y 16 meses tienen nombres sij (de la religión india llamada sijismo). “He aprendido a formar parte de la solución, no del problema. Mis hijos son el resultado de la solución”.
Translated from John Bird: ‘I know what it's like to be prejudiced, drunk, imprisoned’