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Je suis Charlie, ¿y después?

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María García

El reciente ataque no solo hacia Charlie Hebdo sino hacia los principios fundadores de la democracia y la libertad de expresión requiere que examinemos y cuestionemos las dinámicas sociales de nuestro país. Lejos de apuntar hacia causas directas o justificar este detestable y trágico ataque, queremos abordar las preguntas adecuadas, por ejemplo, ¿cómo hemos llegado a esto?

Francia y Europa se han unido en apoyo a los valores de la libertad. Esa dinámica podría ser una llamada de atención intelectual que nos ha incitado a debatir y quizás incluso a redefinir nuestras estructuras sociales, pero ¿se ajustan los valores comunes y económicos que sustentaban nuestras sociedades en el siglo XX a las expectativas modernas?

¿Todos somos Charlie ?

En Francia no se veía un encuentro de personas tan numeroso o tanta solidaridad por una causa desde su liberación. El número 1178 de Charlie Hebdo permanecerá como un símbolo de solidaridad y tolerancia no solo para Francia sino para el mundo occidental. Habiéndose agotado en tan solo unas horas, la edición histórica de Charlie Hebdo representa la resurrección y la manifestación de la laicidad, la estricta separación que existe en Francia entre la religión y el Estado. Que haya tanta pasión y entusiasmo por una causa de manera generalizada es sin duda algo positivo, pero también es susceptible de ser criticado por exhibirlo solo llevado al extremo. ¿Qué pasará cuando se haya revendido la última copia por Internet y se acaben los beneficios imprevistos? ¿Qué quedará cuando pase la moda? Esta puede ser una oportunidad única de dar el paso atrás que se necesita si queremos redefinir juntos nuestras prioridades republicanas. 

Entretanto, en el mundo musulmán se han producido reacciones virulentas contra la revista satírica, especialmente en Pakistán, Irán y Afganistán. Un tribunal turco ha prohibido el acceso a la controvertida portada del número. Aunque estas voces de protesta son dispares y varían entre diferentes partes del mundo, son indiscutiblemente reales y su existencia confirma que la política de la editorial de Charlie Hebdo es una fuente de desavenencias que tiene el poder de sorprender. A la luz de los últimos acontecimientos, el gran reto de este siglo será, como sugiere el controvertido filósofo Tariq Ramadan, proponer una interpretación del islam que sea compatible con las sociedades seculares y democráticas. 

Medidas de seguridad... ¿y qué más?

Como consecuencia de esta tragedia, las operaciones antiterroristas se verán reforzadas. Endurecer las medidas de seguridad dará lugar a una restricción de la libertad. Es paradójico que las concentraciones y las manifestaciones en nombre de la libertad terminarán con la restricción de ese valor. La Liga francesa de Derechos Humanos advirtió recientemente sobre los riesgos asociados a una legislación más dura: “Los franceses salieron a la calle para decir no al terrorismo y defender sus libertades; por esas dos razones. Es una hipocresía decir que los trágicos sucesos que hemos presenciado han sido consecuencia de una legislación inadecuada”.

¿Se resuelve el problema o simplemente se enmascara? ¿No hay nada más que podamos aprender del hecho de que los niños que nacieron en la República Francesa se han vuelto en su contra al crecer? Es inconcebible que hoy en día, con nuestro régimen fiscal, todavía no podamos reducir la pobreza social extrema a largo plazo. La política francesa está estancada en códigos institucionales y estructuras del siglo XX que ya no se ajustan a nuestras expectativas modernas y democráticas. Una vez más, no se trata de justificar las acciones de aquellas causas perdidas de la República que se transformaron en terrorismo; se trata de saber cuándo se han perdido. ¿En qué momento se rompió el vínculo?

Si el empleo no es un factor de integración social, el debate en torno a la relación entre crecimiento económico y terrorismo es infundado. Sin embargo, es una pregunta que debemos formular si queremos garantizar que esta tragedia, a la que algunos llaman “el 11 de septiembre francés”, nos permita crecer como nación. Para verdaderamente poder decir “nunca más”, necesitamos un diagnóstico completo de nuestro modelo social republicano. Se necesitará que esa labor se haga a nivel supranacional, reflejando los valores democráticos y el desarrollo que la Unión Europea ambiciona y usando esos valores como base en la que empezar a construir. Más que de construir las bases de una nación, seremos capaces de construir una base para las personas y, sobre todo, una Europa que ha encontrado un denominador común lo suficientemente sólido como para construir en él. Se trata de construir y optimizar lo que las dos guerras mundiales nos enseñaron a defender: el rechazo a la tiranía y la defensa de la libertad. El mundo occidental se congregó para compartir nuestro dolor y apoyar esta causa y esos valores. El mayor ausente fue Obama.

Haber nacido en Francia es una responsabilidad si quieres destacar en la gastronomía, la literatura, el arte, la moda o los deportes; ya existen grandes nombres que han dejado su huella en cada campo. Una vez aceptada, esa responsabilidad nos impulsará a que nos superemos a nosotros mismos. Estamos siguiendo los pasos de aquellos que hicieron de Francia un país respetado y observado por personas de todo el mundo.

“Somos embajadores de la historia y el pensamiento que nos hizo, como personas, respetados por todos. Voltaire, Montesquieu y Rousseau dedicaron tiempo para pensar en nuestro futuro. Pensemos en el futuro de nuestros seres queridos uniéndonos en nombre de esta causa”.

La manifestación del 11 de enero, la más multitudinaria que ha visto el país desde su liberación, nos recordó por qué podemos estar orgullosos de ser franceses. Lassana Bathily, el héroe musulmán del asedio en el supermercado kosher de Porte de Vincennes, simboliza una Francia unida, laica y libre. Muchos han pedido no solo que le concedan la ciudadanía francesa sino que también le otorguen la medalla de la Legión de Honor. Francia está bajo los focos de un nivel extraordinario de atención, todos con la mirada puesta a cómo la democracia más antigua del mundo resolverá este estancamiento. ¿Lo usaremos como oportunidad para brillar? En este momento, podemos confirmar que nuestro estatus como nación democrática permanecerá por siempre pero, si es difícil aceptar nuestro estatus como ciudadanos franceses, es incluso más difícil aceptar nuestro estatus democrático como europeos. Antes de que podamos reivindicar nuestros valores de laicidad y democracia, debemos establecer el pensamiento europeo geopolíticamente, a escala global. 

Esta reflexión no pretende de ninguna manera establecer una verdad universal; su objetivo es simplemente proponer cuestiones que nos puedan ayudar a vivir juntos en un país que nos pertenece a todos. Una vez formuladas las preguntas, podemos mirar a la sociedad que construiremos con una gran fuerza de voluntad. Je suis Charlie aparecerá escrito en nuestros libros de historia durante mucho tiempo, y seremos capaces de decir que esa historia es nuestra. Esta es una conexión emocional a escala nacional, europea y global basada en lo que más nos aferramos: el derecho a pensar libremente. Los cimientos de cualquier sociedad deben tener en cuenta factores económicos y la capacidad de integración de las personas mediante el empleo. Hoy en día, con o sin titulación, las perspectivas de empleo son ínfimas a no ser que se emigre. (Consulta este artículo sobre empleo juvenil). 

Francia debe convertirse en lo que el mundo espera de ella. Tenemos la oportunidad de reconstruir nuestra sociedad basándonos en principios básicos como el empleo, el progreso, la libertad y la democracia. El empleo juvenil es uno de los mayores retos a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas, por lo que Politicus ha decidido lanzar su primera iniciativa ciudadana: OPCV.

Translated from Je suis Charlie, et après?