Italia y Charlie Hebdo: valores de usar y tirar
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Belén Burgos Hernández[OPINIÓN] La polémica provocada por las viñetas del semanario satírico Charlie Hebdo avivan el debate. Los italianos se han olvidado rápidamente del famoso "Je suis Charlie". La viñeta es de mal gusto, irreverente, poco respetuosa, pero nadie obliga a nadie a leerla o a comprar la revista. ¿Quiere esto decir que nuestros valores son válidos un día sí pero al siguiente no?
El 24 de agosto del 2016 la tierra tembló. Las casas se derrumbaron, los colegios se desmoronaron, lo que queda en pie está lleno de grietas. Mientras los italianos lloran la enésima tragedia, se activan las ayudas. Todo el mundo sabe que en situaciones de emergencia, [los italianos] damos lo mejor de nosotros mismos y además somos famosos por nuestro gran corazón. En cualquier parte podemos leer titulares y artículos sobre la solidaridad italiana, sobre nuestra capacidad para hacer frente a las situaciones de urgencia, sobre nuestras lágrimas, sobre los abrazos de las instituciones que no escatiman en promesas rápidas y en compartir tuits en las redes sociales. Empiezan las investigaciones que esperemos den con la verdad y, sobre todo, que determinen quiénes son los culpables. Todo el mundo conoce la verdad: el sector de la empresa pública en Italia es una presa fácil para los negocios sucios y, a pesar de los códigos, las formalidades y las leyes, los edificios siguen derrumbándose. Y siempre la misma comedia a la italiana, siempre el mismo guión, al que seguirán obras interminables, promesas olvidadas y procesos perdidos. ¡Abajo el telón! Otro terremoto comienza.
Todo esto los italianos lo saben de sobra, pero, ¿es verdad que uno se acostumbra a las cosas feas y sólo nos lamentamos de los robos delante de un café en el bar? Luego, cuando los extranjeros dicen que sólo somos "Mafia, pizza y mandolina" nos ofendemos, pero ocultamos un arrebato de orgullo para mantener las apariencias. Ya se sabe, los trapos sucios se lavan en casa.
Para remate del asunto aparece Charlie Hebdo, una revista satírica francesa de la que mucha gente no había ni oído hablar antes del 7 de enero del 2015, cuando dos terroristas asesinaron brutalmente a 12 personas dentro de la redacción del semanario al grito de Allahu Akbar ("Alá es [el] más grande"). De inmediato, las redes sociales se hicieron eco de la frase convertida en eslogan "Je suis Charlie", de infinidad de fotos, imágenes de perfil, frases de indignación en contra de los islamistas que atentan contra nuestra libertad y nuestro modo de vida. Es hora de decir basta, de defender los valores de Occidente. Y así, mediante la defensa de la Constitución, nuestro modo de vivir en libertad ni puede ni debe verse empañado por el miedo y el terror.
El 2 de septiembre del 2016 Charlie Hebdo vuelve a ser protagonista en nuestros muros de Facebook. Una viñeta representa a un hombre lleno de sangre, a un mujer herida y a varios cadáveres ensangrentados y sepultados bajo los escombros. En la ilustración, un título, "Terremoto a la italiana: penne con salsa de tomate, penne gratinados y lasaña".
La publicación desata la indignación del pueblo italiano. Se sienten terriblemente ofendidos, exigen que se les pida perdón e incluso el cierre del periódico satírico más irreverente y políticamente incorrecto de Francia. Hasta que no nos ha tocado a nosotros, la libertad de expresión y la libertad de prensa eran valores irrenunciables. Hoy nos toca a nosotros, a nuestra imagen, y no lo soportamos.
El artículo 21 de nuestra querida Constitución, esa que muchos llaman "la mejor Constitución del mundo" sin apenas haberla ojeado, comienza diciendo claramente: "Todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente con la palabra, la escritura o cualquier otro medio de comunicación. La prensa no puede estar sujeta a autorización o censura". Y ahora ¿qué hacemos? No más desfiles, cortejos y panfletos en defensa de nuestros valores occidentales. ¿No hay nadie todavía que se sienta ofendido por los que, gestionando de modo deshonesto las obras públicas, declararon que una escuela se había construido siguiendo las normas antisísmicas y esa escuela terminó hecha pedazos? ¿Nadie se siente ofendido por un Gobierno que, como ocurre actualmente, no ha sido capaz de crear un proyecto serio de seguridad siguiendo las normas antisísmicas para las zonas de riesgo? ¿Nadie se pregunta por qué cada cuatro años prácticamente nos vemos obligados a llorar por familias destruidas, vidas rotas, futuros cancelados? ¿Nadie se preocupa de buscar el origen del problema? Por una viñeta de mal gusto que nadie nos obliga a leer o a comprar sabemos indignarnos, pero no hemos sido capaces de rebelarnos contra todo lo que trae consigo tanto dolor. Y es el propio Charlie Hebdo el que nos da una respuesta brutal y fría que probablemente tiene un fondo de verdad: "Italianos, no es Charlie Hebdo quien construye vuestras casas. ¡Es la mafia!".
Aunque no deja de ser una frase que responde a ciertos tópicos, no podemos cerrar los ojos ante la evidencia, debemos ir a la raíz y tratar de cambiar realmente las cosas, mostrando la honestidad, exigiendo nuestros derechos, protestando cuando se nos niegan y enfadándonos si aquellos que tenían que protegernos y representarnos no lo han hecho, aunque ahora vengan a llorar con nosotros y a abrazarnos. También es cierto que hay otros que, al olor del dinero de la reconstrución, se están poniendo en movimiento, pues se respeta el guión y siempre se repite la comedia a la italiana de costumbre.
Siendo justos, también hubo alguien que dijo: "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo" (frase atribuida a Voltaire pero que en realidad utilizó su biógrafa británica Evelyn Beatrice Hall en el libro Los amigos de Voltaire, publicado en 1906, ndlr), frase válida también para los valores de todos los que se manifestaron tras los atentados de enero del 2015. Pero ya se sabe, los italianos tienen la memoria corta.
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Publicado por la redacción local de cafébabel Palermo.
Translated from Ieri eravamo Charlie, oggi siamo solo italiani in cerca d'autore