Italia: jóvenes, guapos y obligados a emigrar
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Begoña ArechederraLas últimas cifras de la OCDE lo demuestran: en Italia, no se cuenta con los jóvenes. Aunque el país haya evolucionado considerablemente tanto social como económicamente en los últimos 50 años, la emigración de los jóvenes continúa siendo una tendencia persistente.
Las vacaciones de verano son uno de esos raros momentos del año durante los que algunos miembros de la familia, residentes en distintas partes del mundo, se encuentran bajo el mismo techo. Este año fue alrededor de mi tía abuela, turinesa de adopción pero de origen siciliano. Mientras los sobrinos y sobrinos-nietos se lanzan al mar para combatir los calores estivales, ella solo se moja las piernas contemplando a su pequeña familia revoloteando delante de ella.
"Nunca aprendí a nadar, en mi época nadie pensaba en ir a la playa a darse un baño", "pero tía, Bagheria está al lado del mar, ¿tú nunca metías los pies en el agua, ni siquiera en verano, con estos calores?". "No, mi madre siempre estaba esperando un bebé y tenía otro niño al que todavía había que sujetar de la mano, ella no tenía nunca tiempo de traernos aquí. Además, mi padre murió durante la guerra y a los trece años mis hermanos y yo ya trabajábamos en la fábrica para satisfacer las necesidades de la familia".
Ella y sus hermanos, ocho en total, no tuvieron una vida fácil. Por eso no es sorprendente que al ser adultos todos quisieran emigrar al Norte de Italia, más industrializado y más rico, a Estados Unidos o incluso a América del Sur.
Algunos se marcharon y mejoraron sus vidas, otros se marcharon para encontrar unas condiciones de vida igualmente difíciles, pero en cualquier caso ninguno se quedó ni volvió a su país natal salvo para las vacaciones.
Italia ha tenido desde esa época, un gran crecimiento económico (el boom económico de los años 50 y 60) y la sociedad italiana ha progresado. Sin embargo, este periodo de milagro económico se parece más a un momento histórico puntal que los jóvenes solo podemos imaginar.
Aunque nuestras conidiciones de vida sean indiscutiblemente mejores que las de nuestros abuelos, los jóvenes italianos no están siempre satisfechos y siguen emigrando en busca de una vida mejor allende sus fronteras.
Un episodio representativo de esta situación se desarrolló en un bar de Bruselas donde yo estaba con otros jóvenes italianos que, igual que yo, se encontraban allí por trabajo o de prácticas. Estábamos bromeando sobre la denominación expat con la que los belgas se refieren a nosotros (diminutivo de expatriado, término que en un principio se utilizaba para referirse a los que trabajaban en las instituciones europeas), cuando en un determinado momento de la conversación, uno de nosotros dejó el tono amable para emplear otro algo cínico : "Yo no me siento expat", sino que me siento emigrante, como mi abuelo".
Si bien Bélgica ofrece una buena calidad de vida, es un país lluvioso y frío al que le falta una verdadera identidad nacional y que se enfrenta a numerosos problemas sociales. Una gran parte de nosotros estábamos de acuerdo en que la búsqueda de un empleo con tantas ventajas, era impensable en Italia, pero la tentación de volver a nuestro país natal estaba siempre presente.
Esta posibilidad parece aún más lejana a la vista de las últimas cifras de la OCDE. El desempleo juvenil alcanza un nuevo récord en Italia, el 53% de los jóvenes tienen un empleo precario y el 70% de los nuevos contratos son temporales.
Los jóvenes italianos crecemos dándonos cuenta con amargura de que los buenos empleos son muy limitados, y que para conseguir nuestros sueños, tendremos que emigrar a un país donde el clima será siempre objeto de quejas por parte de los italianos.
La razón es la crisis económica, pero también la política de reducción de las inversiones en educación y formación de los menores de 25 años llevada a cabo en Italia en los últimos 20 años, contrariamente a lo realizado en otros países europeos, que han aumentado sus inversiones en este campo una media del 30%. Podemos añadir a este problema el gran aumento de las búsquedas de empleo "informales" (por clientelismo principalmente) debido a la ineficiencia de las agencias de selección.
El desempleo afecta tanto a los jóvenes sin cualificación como a los jóvenes cualificados. En algunos casos, tener demasiados títulos puede incluso ser un handicap: los empresarios no escogen a los que tienen más títulos por miedo a que se quejen de las precarias condiciones de trabajo que les van a proponer. Y de este modo, para muchos, la posibilidad de seguir una carrera relacionada con sus estudios o de obtener finaciación para innovar, equivale a instalarse fuera de las fronteras italianas. Los "cerebros" del país se marchan, y cuando un país pierde sus mejores talentos, también pierde sus más preciados recursos. La economía italiana gasta dinero para formar a sus jóvenes -y como hemos visto, no demasiado- pero no aprovecha las reprecusiones económicas y sociales de sus inversiones ya que sus jóvenes, una vez formados, no tienen otra salida que marcharse de Italia.
Los estudios universitarios de Italia se encuentran entre los mejores de Europa y por eso, los jóvenes formados en Italia están muy bien considerados. Sin embargo, los jóvenes se van de Italia por falta de meritocracia y de movilidad social, lo que hace que encontrar trabajo sea sumamente difícil.
Se han tomado algunas medidas pero todavía son insuficientes para invertir la tendencia. Unicamente un cambio de la política para la juventud y la cultura, podría permitir que los jóvenes tengan la posibilidad real de quedarse en Italia sin, por otro lado, impedirles que vayan al extranjero a perfeccionarse o a descubrir nuevas culturas. Por el momento nos seguimos enfrentando a la imposibilidad de encontrar nuestro sitio en la sociedad italiana y tendremos que seguir comprando billetes de avión "baratos" para visitar a nuestros amigos emigrados por todo el mundo.
Translated from Ciao Bella: Giovani, carini e costretti a lasciare l'Italia