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Irlanda y su nueva diáspora: La de la 'cuchara de plata'

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SociedadPolítica

Miles de personas abandonaron Irlanda cuando esta salió disparada hacia las alturas del boom económico, cuando el término  “diáspora” sonaba a un capítulo de Las cenizas de Angela... Ahora que el país lo tiene todo pero está en quiebra, aquellos que se fueron en los buenos tiempos han pasado de ser "expatriados" a "inmigrantes". En 2010, 65.000 más se unieron a esta huída de niños con estudios.

Los emigrantes irlandeses del siglo XXI son bastante diferentes a sus tíos y tías, aquellos que se fueron a trabajar de constructores a Londres o a Boston en los años 80. Primero: están muchísimo mejor educados; en respuesta a la ola de emigración de hace tres décadas, el Gobierno irlandés estableció universidades gratuitas esperando sembrar una riqueza global que volvería a Irlanda. Funcionó: las historias irlandesas de éxito impulsaron a nivel internacional la economía de un país que comenzó a ser llamado 'Tigre Celta'. Cuando la emigración cesó, la universidad pública continuó (con un fuerte apoyo social, y hoy las aulas están hasta los topes). Segundo: esta generación tiene unas expectativas completamente diferentes. “La gente que emigró hace 20 o 25 años buscaba cualquier tipo de trabajo”, dice a The Irish TimesMark O’Brien (director de una liga de fútbol gaélica en Toronto). “Los recién llegados tienden a ser muy exigentes, elevando sus mentones en trabajos que consideran por debajo de ellos. Crecieron con una cuchara de plata en sus bocas”.

Lamiendo la cuchara

Incluso aquellos veinteañeros irlandeses que ni siquiera pudieron chupar esa cuchara de plata pueden ser disculpados por tener una visión equivocada de su potencial fiscal: después de todo, durante 15 años vieron cómo todo el mundo alrededor de ellos se hacía más rico cada día. El boom fue brutalmente visual: las casas se multiplicaron por cuatro, se transformaron los pueblos… La juventud actual de Irlanda no sólo es “la mejor y la más brillante”, sino también la más “burguesa” que ha visto el país. El ejército de obreros ansiosos por ganar lo que vale una pinta ha sido sustituido por una liga de fisoterapeutas y dietistas deseosos de labrarse una vida a lo Mujeres Desesperadas. En esta línea, ni las sensibles connotaciones del término “expatriado” ni las gratuitas de “inmigrante” terminan de identificar esta tendencia social.

1868La nueva diáspora irlandesa está haciendo más o menos lo mismo que sus antecesores durante los años del ‘boom’: la mayoría piden visas de trabajo para Australia, EEUU y Canadá con la esperanza de encontrar un empleo que les permitiría quedarse. La única diferencia discernible (aparte de la cualificación) es que ahora son más numerosos; su búsqueda se ha vuelto más urgente. “Expatriado significa simplemente inmigrante profesional”, dice John Heffernan, que dejó Irlanda para estudiar derecho internacional público en la Universidad de Amsterdam. “Siempre estuve planeando irme al extranjero por mis másters, más que como respuesta a la crisis financiera”. No está solo: el ejército de conseguidores que antes eran la envidia de las naciones vecinas está saliendo de la República. El licenciado cum laude y una vez presidente estudiantil de la prestigiosa Trinity College, Andrew Byrne, trabajó con el partido verde y el movimiento Ireland for Europe, pero ahora vive y trabaja en Alemania. “Mientras técnicamente aquí soy un inmigrante, sé que definitivamente volveré a Irlanda en el futuro”, dice Byrne. “Pienso que muchos jóvenes irlandeses sienten lo mismo, y viajar barato o herramientas como Skype facilitan el contacto con casa”.

"Todo el mundo debería emigrar"

Ciertamente, la mecánica de la emigración ha cambiado mucho desde los 80. Cruzar medio mundo en avión en Navidades ya no es la hazaña colosal de antes, y con los videoteléfonos Skype de la era Star Trek, los días de las tarjetas telefónicas hace tiempo que pasaron a la historia. A principios de año, The Irish Times publicó un artículo titulado Emigration: The Next Generation, coronado por la foto deslumbrante de una rubia sonriente posando en el Greenwich Village de Nueva York. Su leyenda decía: If I Can Make It Here ("Si lo puedo lograr aquí"). “En un mundo ideal, todo el mundo debería emigrar”, afirma Steven Lyndon, que dejó Irlanda para estudiar en Cambridge. “Aprender cómo instalarte en un ambiente social poco familiar es una ventaja admirable, y empiezas a darte cuenta de que tu casa no es el centro del universo”. Ideal o no, con un Gobierno endeble, impuestos crecientes y un futuro en manos de los tiburones del FMI, la juventud irlandesa se está quedando sin opciones rápidamente. La larga tradición migratoria ha vuelto con fuerza, pero esta vez el país está exportando un tipo diferente de trabajador. ¿En qué terminará convirtiéndose esta diáspora de la cuchara de plata…? Quién sabe.

Foto: Ilustración del prefacio de la Primera Edición de 'An Illustrated History of Ireland from AD 400 to 1800', de Mary Frances Cusack; dibujo de Henry Doyle, extraido del Gutenberg project's z (1868)

Translated from Ireland’s expat-emigrants: silver spoon diaspora