Invisible y rechazada: La comunidad musulmana en Budapest
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Mariana LicioTras los ataques en París el pasado mes de noviembre, proliferan en Europa los sentimientos anti-islámicos. Incluso aquellas comunidades musulmanas pequeñas, que resultan prácticamente imperceptibles, están siendo discriminadas. La capital húngara, Budapest, revela cómo este sentimiento puede ser incitado tanto por el gobierno como por la población local y cómo afecta a los involucrados.
Dos mujeres con hiyab, dos policías y Amir, un musulmán paquistaní que ya lleva 3 años viviendo en Hungría, parado junto a los oficiales armados en un tranvía en el centro de la ciudad de Budapest.
"Mira eso", escucha que uno de los policías dice al otro en voz baja, mirando a las mujeres. Mientras revisa su feed de Twitter, como hace todos los días de camino al trabajo, de repente cae en la cuenta de que un hombre con barba, aparentemente extranjero y que está leyendo las noticias sobre los ataques terroristas más recientes puede parecer peligroso si tienes al lado a la policía húngara vigilando. Amir intenta pasar desapercibido y guarda su móvil de nuevo en el bolsillo.
Amir es uno de los pocos musulmanes que hoy viven en Hungría. De hecho, la comunidad es tan modesta que el censo oficial de 2011 ni siquiera incluyó al Islam dentro de las religiones practicadas en el país. Tal como dijo Tímea Szabó, un trabajador humanitario, periodista y antiguo miembro de la Asamblea Nacional de Hungría, "no existe comunidad musulmana en Hungría".
Según indican las cifras de 2010 de la Organización de Musulmanes en Hungría, el número de musulmanes en el país es aproximadamente de 32.000. Si bien muchos inmigrantes optan por irse a Europa Occidental o del Norte, el porcentaje ha aumentado a causa del flujo de entrada al país el verano pasado.
Sulok Zoltán Szabolcs, presidente de la organización, explica que desde un punto de vista legal no existe ningún problema, dado que el Islam en teoría es una religión reconocida en Hungría. "No obstante", sostiene que en ocasiones se producen "sentimientos muy anti-islámicos".
Las amenazas son moneda corriente en los buzones de correo de las mezquitas. El ejemplo más notorio de violencia hacia la comunidad se produjo hace 4 años, cuando durante las plegarias vespertinas, incendiaron diversos coches aparcados en los alrededores de la mezquita.
Si bien se llamó a la policía y se produjo un arresto esa misma noche, el incidente no fue declarado como un crimen de odio porque el edificio en sí mismo no fue atacado. "Esta es una señal que indica que no se tomaron en serio el caso", y agrega que tales incidentes "reciben una menor prioridad que, por ejemplo, los ocurridos dentro de la comunidad judía. Entonces sí sería tomando muy en serio".
El uso del lenguaje
"El tono de los medios de comunicación húngaros está empeorando", dice Zoltán, recostado sobre la silla de su oficina. "Hemos decidido no presentar una queja o una demanda contra los artículos sumamente anti-islámicos que se han publicado recientemente, porque normalmente las autoridades no toman medidas al respecto y es una pérdida de dinero".
Hace hincapié en la importancia que tiene el lenguaje en la esfera pública. El imam ni siquiera cree que existan diferencias en la manera en que los medios de comunicación conservadores y los liberales describen a la religión.
Sonríe irónicamente al mencionar que, antiguamente, el partido conservador extremista Jobbik era pro-Islam "porque querían conseguir las simpatías de Irán". También considera demasiado inconsistentes las simpatías políticas: "No hay que tomárselas demasiado en serio".
Las acciones gubernamentales en mayo de este año acercaron la retórica a la política local como nunca antes. El estado financió cartelería en húngaro con consignas anti-inmigrantes y anti-musulmanas en lugares públicos a lo largo y ancho del país. Los lemas tenían frases como "Si vienes a Hungría, no tomes los puestos de trabajo de los húngaros".
Zoltán cree que esto era una medida para poner a la opinión pública en contra de los refugiados incluso antes de que llegaran al país. Esto también agravó las actitudes del pueblo hacia las minorías que ya se encontraban en Hungría.
Como indicó el gobierno del Primer Ministro Orban, la cartelería es parte de una encuesta sobre inmigración enviada a todos los húngaros adultos. Después de realizarse la encuesta, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU refutó fuertemente que se hicieran preguntas como "¿Está de acuerdo con el gobierno húngaro en que el apoyo debería dirigirse hacia las familias húngaras y sus potenciales hijos en lugar de a la inmigración?".
Condenó preguntas de este tipo como sumamente sugestivas. Thomas, un voluntario de Migzol –el Grupo de Solidaridad hacia los Inmigrantes de Hungría– confirma esta visión: "Se mete a todos en el mismo saco: Inmigrantes, musulmanes, terroristas".
Dicen que no se trata de la barba
De acuerdo con Amir, los musulmanes también se enfrentan a varios tipos de discriminación indirecta. Cuando él llegó al país y una vez que abandonó el campo de refugiados, tuvo que buscar trabajo. Después de unos meses de búsqueda, se dio cuenta de que, aunque tuviese un máster en Ciencias Políticas de una universidad paquistaní, probablemente no lo encontraría.
En su opinión, esto se debía a la discriminación contra los musulmanes:"Cuando veían mi nombre, ni siquiera consideraban ofrecerme una entrevista", explica, "e incluso si lo hacían, más adelante me pedían que me deshiciese de mi barba". Afeitarse la barba no está permitido por la religión de Amir: "Cuando les dije que no me afeitaría, no me dieron el trabajo. Si bien nunca dijeron que la barba era el motivo, yo sabía que era por eso".
Zoltán asegura que muchos de sus amigos musulmanes de otros países árabes también afrontan dificultades a la hora de encontrar un empleo. "Intentar encontrar un trabajo con un turbante es muy difícil", dice. "Muchas compañías tienen un código de vestimenta y no te ajustas a él. Los hombres no pueden encontrar trabajo a causa de su nombre o su origen".
Una mirada al futuro
Si bien incidentes como estos preocupan a la comunidad musulmana en Budapest, hay algunos aspectos positivos. "Los húngaros no te agreden físicamente siempre que tú no lo hagas", explica Amir. "La violencia callejera es muy poco frecuente en Hungría, al menos en Budapest".
"No olvides que en la capital de Hungría la sociedad sigue siendo bastante multicultural", agrega Mustafa, un musulmán no practicante que vive en Budapest. "En las ciudades más pequeñas la gente es mucho menos toletante. En otros lugares el movimiento nacionalista es muy fuerte".
Existen dos condiciones esenciales para asegurar un mejor futuro a los musulmanes que hoy viven en Hungría: Aumentar la seguridad y reducir el miedo. Aunque sea para que Amir sea capaz de mirar tranquilamente la barra de noticias de Twitter.
Translated from Unseen yet unaccepted: Budapest's Muslim Community