hungría piensa en verde
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El aumento del poder adquisitivo en el país magiar, al igual que en otros Estados de la UE, hace que cada vez sean más habituales los anuncios de productos “bio” que asoman en la televisión o en supermercados de ciudades como Budapest, Debrecen o Szeged. La pregunta es: ¿qué significa realmente ser “bio”?
Desde que se iniciara la recesión de la economía europea en 2007, el consumo de productos orgánicos en Hungría se redujo considerablemente debido a su elevado precio en comparación con los productos convencionales. Sin embargo, en los dos últimos años la demanda de productos ecológicos en el país magiar no ha parado de crecer. La clave está en reconocer los productos que han sido cultivados de forma natural de aquellos que bien durante su crecimiento, recogida o transporte han sufrido una modificación.
Szatyor o el poder del verdadero “bio”
“Ahora en Hungría existen muchas tiendas llamadas ‘bio’ pero es difícil encontrar algo verdaderamente ‘vivo’ en ellas porque el 70% de los productos que allí encuentras no son húngaros”. Tal y como explica Erika Karman, una de las propietarias de la asociación Szatyor (“bolsa”), una cantidad muy grande de la producción húngara se exporta a Alemania para procesarla y después venderla de nuevo en Hungría. De modo que el 85% de los productos ecológicos húngaros se exportan para después ser re-comprados en el país de origen.
Szatyor es la mayor tienda de productos orgánicos en Budapest. Con ayuda de un grupo de voluntarios, Erika organiza cada semana distintas conferencias con agricultores y ganaderos, talleres sobre cómo fabricar tu propio ketchup o maquillaje, o excursiones a granjas ecológicas con el fin de concienciar a sus clientes sobre la importancia de un consumo responsable.
“Cuando comenzamos con este proyecto, comenta Erika, la gente nos miraba como si estuviéramos chiflados, pero hace dos años todo el mundo comenzó a pensar sobre el uso de productos químicos en la cosmética y en la salud, y comenzaron a entender que lo que los medios de comunicación te cuentan no es siempre lo que necesitas”.
El auge de las granjas agrícolas
El año pasado, Mónika Sobják y otros 20 amigos decidieron comprar unos terrenos en la Isla de Szentendre para poder cultivar alimentos 100% ecológicos y cumplir con ello su sueño de poder degustar los mismos productos que comían de pequeños en el campo. “Cada viernes quedamos con nuestros clientes, explica Mónika, para entregarles las cajas con los productos que nos han encargado previamente y así con lo que ganamos pagamos a la persona que trabaja en nuestros cultivos”.
En Hungría, cada vez son más las personas que, como Mónika, se asocian y buscan maneras alternativas de cultivar y distribuir productos orgánicos a través de redes sociales.
Entre algunos de estos “ecoagricultores”, destaca la alargada figura del profesor Matthew Hays, quien vive en el pequeño pueblo de Zsámbok desde hace 14 años y se ha hecho con una clientela de 40.000 personas. A pesar de haber sufrido un año de inundaciones, un verano seco y un invierno que ha llegado con antelación, este profesor de la Universidad de Gödöllö no pierde la sonrisa: “Si valoras la importancia de la comida orgánica, aunque no tengas mucho dinero, gastarás antes en eso que en comprar un par de zapatillas nuevas Nike”.