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Hungría, de presión a depresión
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La crisis económica se ceba con Hungría. La sustitución sin elecciones del primer ministro socialista, Ferenç Gyurcsany, pone al descubierto las dificultades de un país cuya historia reciente se ha vuelto correosa. Su sociedad polarizada se asoma al abismo de la depresión y sólo su juventud noctámbula y desacomplejada parece aportar notas de optimismo y creatividad al corazón de un país aislado.
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Descolgado del pelotón de cola
“Esta crisis no es para tanto”, nos lanza en un inglés rudo la dependienta de una confitería a la que le comentamos sus elevados precios. “¡Nosotros sí que
Crispación a la española
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think tank
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La esperanza de los socialistas es que las reformas den sus frutos en el año que resta antes de las próximas elecciones parlamentarias de 2010, desactivando así el discurso del jefe de la oposición, Víktor Orban y la polarización política que tiene paralizado al país, una situación que recuerda demasiado la que vivió España entre 1993 y 1996 con Felipe González y Aznar como primeros espadas. En Hungría, sin embargo, el empresario Gyurcsany ha escogido una estrategia diferente. Con su dimisión informal y la colocación al frente del Gobierno de su ministro de finanzas, Gordon Bajnai –un tecnócrata sin aspiraciones políticas dispuesto a meter la tijera en las cuentas públicas- se busca desvelar que el único capital político de los conservadores es el ataque al primer ministro cesante.
La factura de la fiesta de la globalización
A la aseveración por parte de numerosos especialistas sobre el carácter “deprimido” del húngaro medio, se suman las cifras: mientras en 2008 el PIB húngaro creció cerca del 5%, para 2009 la Comisión europea ha previsto un decrecimiento del 1,6%. “Nuestra previsión es aún más negra: decreceremos entre un 3% y un 4%”, aprieta Vértes. “El PIB húngaro decrecerá en 2009 un 6%”, rematan desde la agencia de notación Standard & Poors.
No es que ambos expertos acusen al librecambismo de los males de la crisis, sino que subrayan el exceso de dependencia que Hungría ha tenido hasta ahora de la inversión y los capitales extranjeros para alcanzar el ideal occidental de desarrollo. “Como los bancos más importantes son extranjeros”, advierte Vértes refiriéndose a Unicredit, KBC o Intesa Sanpaolo, “en el instante en que los países de origen de estos bancos han tenido problemas de liquidez debido al lodo de las hipotecas basura, se han llevado los capitales que mantenían en Hungría y no prestan a nadie”.
El sueño occidental y la deuda pública
Romsics apoya: “Ya en el año 2000, cuando gobernaban los conservadores del Fídesz, hubo un intento infructuoso de equilibrar las inversiones extranjeras con inversiones domésticas”. En 2002, con la llegada de los socialistas de Gyurcsany al gobierno, se quiso impulsar la inversión PPP: partenariados de capital público y privado, pero tampoco funcionó y el Estado tuvo que acometer por su cuenta las ingentes inversiones necesarias para modernizar el país. “Aquello disparó la demanda de capital extranjero y el aumento de la deuda pública que lastra al país”, concluye Andras Vértes. La deuda pública pasó del 53% del PIB en 2001 al 65% en 2006.
“En cuanto al patrón de consumo, Hungría ha querido imitar a los occidentales. No tanto en cantidad, porque Hungría no está viviendo por encima de sus posibilidades, sino en estructura de consumo: casa propia, hipotecas den Francos Suizos y Yenes, coche propio…”, sostiene la joven Judit Járádi, recién casada y estrenando el piso que ha comprado junto a su marido en el distrito 13 de la ciudad. Las familias que no se habían endeudado no tienen problema, pero las que lo han hecho en divisa extranjera no alcanzan a pagar la hipoteca, pues el Forint húngaro ha perdido un tercio de su valor en lo que va de crisis debido a que los capitales extranjeros se marchan. Vértes lo explica de la siguiente manera: “Hungría tiene una enorme deuda externa también porque los Estados de la zona Euro garantizaron los depósitos de sus bancos en dificultades y eso provocó más fuga de capitales del centro y este de Europa hacia las potencias occidentales, pues en los primeros el Estado no puede permitirse el lujo de garantizar los depósitos”.
La dependencia histórica de los capitales extranjeros es fácil de entender y además no tiene alternativa posible. Hungría es un país que sale de un régimen comunista que duró 41 años y en el que “no había una acumulación individual de capital considerable”, explica Romsics, “con lo que es difícil invertir en la creación de empresas o pequeños negocios familiares”. Esto es lo que también hace que la gente esté acostumbrada a vivir al día y no se vuelva histérica con la crisis, al contrario que en otros países europeos.
Reconversión cero
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El país más aislado de la Unión Europea
“Somos un país rodeado de enemigos que se las tiene que aviar solo”, expone con una mezcla de resignación y orgullo el rubio Janos, un joven de porte atlético que gestiona un restaurante de tradición húngara en lo alto de la colina de Buda desde la que apostarse a contemplar los brumosos atardeceres sobre la capital de este antiguo imperio. Su sentir es compartido por cualquier ciudadano de a pie al que se consulte, sea cual sea su extracción social o su opinión política. Los húngaros exhiben, cada uno a su manera según su grado de pudor, un sentimiento nacionalista sincero y una cierta nostalgia por la “Gran Hungría” de hace décadas.
Este problema se puso de manifiesto mejor que nunca hace un mes y medio, cuando Gyurcsany solicitó de la UE un plan de ayuda económica para los países del antiguo bloque del Este valorado en 600.000 millones de euros. Ninguno de los países de dicho bloque apoyó la propuesta y la UE desoyó la súplica húngara. “Los nuevos Estados miembro de la UE no cooperan entre sí”, se lamenta Vértes, “practican una ley de la jungla sin complejos en la que todos se aprovechan de la caída en desgracia de uno de ellos”. La imagen de Hungría en los mercados financieros es muy mala y por oposición sus vecinos quieren sacar rédito de ello. El hecho de que Hungría sea percibida como una economía enferma fortalece a sus vecinos y la hunde más.
“Lo único que nos queda son los fondos europeos, pero es que hasta para eso tenemos que competir con todos los países del bloque del este”, resume Romsics. Es más, Hungría y sus vecinos compiten en los mismos sectores económicos, por lo que la cooperación es más que improbable en el futuro.
Un agujero para salir del agujero
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Como si del Doctor Jeckyll y Míster Hyde se tratara, cuando cae la noche, Budapest se trasviste en cuestión de media hora con el ropaje de gritos, maquillaje y desenvoltura de una juventud sana, hacendosa y agazapada por el día en las universidades. Donde durante el día sólo hay fantasmas del pasado y pequeños comercios de aspecto desvaído, se escenifica un salto generacional de gigante mediante el que una juventud desacomplejada busca en la modernidad creativa y el reciclaje sus notas distintivas.
A Budapest la suelen colocar en la tríada de las tres B junto a Berlín y Barcelona, los últimos gritos en tendencias de urbanitas europeos. Sin embargo, la juventud de Budapest crea, recrea y se divierte sin la impostura esnob de ciertos ambientes de la capital catalana ni la indolencia trendy de los berlineses.
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Hungría contra Hungría
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Para mayor complicación, unos meses más tarde, trascendieron unas grabaciones en las que Gyurcsany se confesaba ante sus colaboradores harto de mentir a la opinión pública sobre la verdadera situación de las cuentas del Estado con tal de ganar las elecciones. De inmediato, la ultraderecha organizó manifestaciones a las puertas del Parlamento exigiendo su dimisión y el Fídesz optó, ya sin rémoras de conciencia, por una táctica de acoso y derribo contra el Gobierno.
Según Piotr Kaczynski, investigador del bruselense CEPS, la crispación entre la izquierda y la derecha en Hungría se debe a que en este país no ha habido un repudio oficial del pasado comunista, de modo que los antiguos cuadros comunistas están en el MSZP, generando un verdadero rechazo en las filas del Fídesz. Esto no sucedería en otros países de la órbita ex soviética como Polonia, o Chequia, en donde incluso hay un partido comunista. Como contrapartida, este bipartidismo húngaro garantiza su estabilidad institucional.
think tank
En cambio, para Gergely Romsics, investigador del Instituto Húngaro de Asuntos Internacionales, si el MSZP y el Fídesz pueden permitirse el lujo de la polarización, aun en contra del sentir ciudadano cotidiano, es debido al escaso control que la sociedad ejerce sobre los políticos. “Las élites políticas en los países post-soviéticos están menos controladas por los electores y los medios de comunicación que en Occidente. En los primeros hay menos impuestos y eso hace que los políticos se sientan con menos necesidad de rendir cuentas. La ciudadanía, a su vez, les pide menos cuentas.” La prensa se ha desarrollado sólo desde 1989 y sigue mostrándose débil frente a los poderes públicos. (Fotos: )