Golinko: “Putin es un ejemplo típico de la mundialización”
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Fernando Navarro SordoEl 26 de octubre, la cumbre UE-Rusia en Mafra (Portugal) debería permitir saber más sobre las ambiciones del zar Putin: política energética, sucesión, etc. Dmitry Golinko, poeta y crítico ruso, nos transmite su visión.
Vladimir Putin ha anunciado que quiere ser Primer Ministro una vez terminado su mandato presidencial. ¿Cómo han reaccionado los rusos a ello?
Desde 2004, la sucesión de Vladimir Putin inunda los programas en los medios de comunicación rusos. La idea más extendida era que “el año 2008” sería para la conciencia rusa un punto de inflexión con respecto a las dos décadas anteriores, dominadas por una economía capitalista en el país. En otros términos, el destino del Estado no podía predecirse más allá de 2008, considerado como un punto sin retorno. Consecuencia: un contexto de franca histeria se extendió en el país. Supuestamente para tranquilizar las aguas, el equipo de Putin propuso como candidatos a su sucesión a dos candidatos para sucederle, Dmitry Medvedev y Sergei Ivanov, con idénticas posibilidades. Pero con el anuncio del jefe del Kremlin, simple imitación de la actitud de Boris Yeltsin cuando presentaba cada tres meses a un nuevo primer ministro, la histeria no ha hecho sino catalizarse. El paisaje político alumbrará seguramente más caras nuevas durante 2008.
¿Puede ser Putin Primer ministro tras haber sido presidente y trabajar como es debido bajo las órdenes de su sucesor?
Es incierto. Y es que Putin es un líder carismático y su sucesor debería ser su doble absoluto, aplicando su mismo programa y obedeciéndole a pies juntillas. Pero claro, tal alter ego no existe por ahora. Putin es el ejemplo típico de la mundialización: se adhiere a la economía neoliberal demostrando cierto pragmatismo, al tiempo que pone en pie un aparato purocrático conservador. A la vista de cómo gestiona la economía petrolífera rusa, podríaamos llamarlo: “lo mejor de lo peor”. El único verdadero opositor a Putin sólo podría ser una especie de Savonarola, que no venga ni de la clase proletaria ni de la burguesía, y que proclame “el estado de urgencia”, devolviendo la prioridad de las ideas.
¿Cree posible que las relaciones UE-Rusia mejoren?
Se observan dos tendencias en la política exterior russa. Por un lado la aspiración de integrarse con Europa, pues la mayoría de los urbanitas rusos parecen más cercanos al modelo occidental de vida, basado en los valores e ideales del humanismo y del siglo de las luces, que al modelo asiático capitalista. Por otro lado, hay gente que quiere conservar el país como una entidad replegada sobre sí misma y aíslada, sempiterna pretendiente al título de superpotencia mundial mientras desde la caída de la Unión Soviética Rusia ha perdido su estatus de imperio invencible. Estas dos tendencias están en perpetuo conflicto; la verdad histórica se situa probablemente entre las dos.
Es usted crítico de arte y escritor. ¿Cómo define la situación de los escritores en Rusia?
La situación de la literatura y el arte rusos de hoy está repleta de contradicciones. El sector cultural padece de lleno la crisis institucional. Las instituciones heredadas de la época soviética son obsoletas, y las otras, nacidas durante el periodo post-soviético, están corrompidas y viven en la inercia. La ausencia de instituciones activas y eficaces no puede resolverse sin la financiación por parte del Estado. Los artistas no reciben ningún apoyo, ya sea del Estado o de las fundaciones privadas, por eso se dirigen a los mecenas internacionales. Además, sigue existiendo una cierta censura estética. La burocracia cultural exige de una obra ser tan hermosa y alegre como sea posible. El arte en la Rusia contemporánea debe servir los intereses de una clase media rampante, expresar opulencia y ostentación. El arte se resume en un decorado con encanto que cautive los gustos de la clase media. La demanda simplifica los valores culturales rusos y el arte se convierte en una especie de Disneylandia agradable para consumidores de postín.
Una cumbre de Lisboa tensa
Tras el fracaso de la cumbre anterior en Samara en abril de 2007, las relaciones entre Rusia y la UE no andan en su mejor momento. Un orden del día sobrecargado, intereses contrapuestos y una agenda política rusa hasta los topes permiten albergar pocas esperanzas. Concluida con un rotundo fracaso, el anterior encuentro en Samara no hizo avanzar las negociaciones entre estos dos socios económicos. La cuestión kosovar, la redefiniciónn del actual acuerdo marco económico con la UE, el embargo ruso sobre la carne polaca, o el mantenimiento de su zona de influencia en los países bálticos, son las espinas que siguen envenenando las relaciones diplomáticas y económicas entre las dos potencias. El cambio de los jefes de Estado en los países europeos tampoco favorece la mejora de las relaciones. Desde mayo, sus discusiones se encuentran en punto muerto: Rusia no se plantea concesiones algunas.
Fotos, portada (DWinton/Flickr), texto (opendemocracy/Flickr)
Translated from Poutine, Premier ministre en 2008 ?