Glifosato: la bestia negra de Monsanto
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Belén Burgos HernándezGlifosato, el nombre de una de las ventas más sofisticadas de Monsanto. ¿En realidad? Un herbicida denunciado por cientos de estudios, pero declarado inofensivo por la Unión Europea. En la lucha que enfrenta a grupos de cabildeo propesticidas, Estados, instituciones y ONG, un grupo destaca sobre los demás: individuos disfrazados de animales dispuestos a todo para prohibir el producto.
Delante del Palacio de Justicia de Bruselas, una extraña concentración: peces, medusas, zorros, osos, patos y otros animales ejecutan un haka a la vez que emiten unos gritos bestiales. En medio de ese ambiente de alboroto, unos eslóganes muy concretos: "Patatas sí, glifosato no", "Somos la naturaleza que se defiende", "Solidaridad con los inculpados del mundo entero", "No, no, no al glifosato... y al mundo de mierda que conlleva". Detrás de este pequeño zoológico, se esconden los que apoyan a los miembros del grupo de activistas denominado Ensamblaje Zoológico de Liberación de la Naturaleza (EZLN). Nueve de ellos están acusados desde mayo pasado de vandalismo hacia la sede de la Asociación Europea de Protección a los Cultivos (ECPA, por sus siglas en inglés), un grupo de presión que agrupa a las principales industrias de pesticidas en Bruselas. En masa, los apoyos más próximos del subcomandante tigre y del subcomandante pájaro han venido a clamar su indignación.
Al lado del EZLN, numerosos apoyos: Greenpeace, el Observatorio de la Europa Corporativa, la Liga de los Derechos Humanos, Oxfam... Hasta un total de cincuenta organizaciones son las que han firmado la petición en apoyo del EZLN. Consideran que "las acciones llevadas a cabo por este colectivo llaman la atención sobre un tema de interés general", en un momento crucial para la Unión Europea (UE), que "debe tomar la decisión de prolongar o no la autorización para que el glifosato siga en el mercado durante otros cinco años, el componente principal del herbicida comercializado con el nombre de Roundup" [finalmente, la UE ha decidido prolongar otros cinco años la utilización del glifosato, ndlr].
El tan polémico glifo
Si el EZLN ha elegido atacar la ECPA, no ha sido al azar. Este grupo representa, sobre todo, los intereses de la firma Monsanto, una de las principales empresas productoras de pesticidas. Oficialmente dedica 400 000 euros al año para presionar a Bruselas, una cifra muy por debajo de la realidad, según estima el Observatorio de la Europa Corporativa (El lobby de Monsanto: un ataque contra nosoros, nuestro planeta y nuestra democracia, 2016).
En los años setenta, la firma se apodera de la invención de un tal Henri Martin destinada a desatascar las tuberías: el glifosato. El éxito del producto vendrá de la mano de una utilización novedosa: la eliminación de hierbas y arbustos. El producto desde luego es muy útil: permite matar las malas (y las buenas) hierbas, sin impacto en los cultivos siguientes si se respeta un periodo de una semana. Este efecto es aún más interesante cuando se combina con semillas genéticamente modificadas (OGM) de la misma marca, resistentes al producto. A día de hoy, cada año se venden en el mundo más de 700 000 toneladas de glifosato. La molécula es barata y muy eficaz. Por eso, desde el año 2000 -año en el que expiró la patente que poseía Monsanto- noventa empresas lo utilizan. Hoy en día la encontramos en más de 750 productos, lo que convierte al glifosato en el herbicida más utilizado en el mundo.
En 2015, sin embargo, una sombra viene a empañar la exitosa historia del glifo. El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIRC), un órgano intergubernamental que forma parte de la OMS de las Naciones Unidas, con sede en Lyon, concluye el "carácter mutante, cancerígeno para los animales y probablemente cancerígeno para el hombre» de la molécula. Los investigadores relacionan sobre todo el linfoma no hodgkin, un cáncer de sangre raro, y la exposición al glifosato. La literatura utilizada por el CIRC excluye los estudios encargados por las propias firmas.
A partir de estas conclusiones, la opinión pública, más bien indiferente e incluso favorable a la utilización del producto (propiciado sobre todo por las numerosas campañas de publicidad realizadas par Monsanto), descubre que está en contacto con una sustancia peligrosa. El reciente documental de Marie-Monique Robin, El Roundup frente a sus jueces (2017), hace un recorrido por los años en los que el producto se ha utilizado libremente. Madame Grataloup, francesa, o la argentina María, cuentan cómo sus hijos sufren una malformación respiratoria por el hecho de haber utilizado Roundup o por vivir al lado de los campos. Un criador de cerdos alemán hace un paralelismo entre esos niños y cientos de sus cochinillos, nacidos también con deformidades, después de que sus madres fueran alimentadas con granos OGM que contienen glifosato. Historias como estas existen a montones.
"Dentro del marco de los reglamentos europeos, una molécula que es probablemente cancerígena no se debe de volver a autorizar", nos explica Nadine Lauverjat, miembro de la ONG Generaciones Futuras. Sin embargo, el CIRC, que ha reconocido el carácter cancerígeno del glifosato en 2015, no es la agencia oficial para la Unión Europea. Ese lugar lo ocupa la EFSA, la Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos.
Sin embargo, en 2015, los informes de la EFSA y de la ECHA, la Agencia Europea de Productos Químicos, concluyen que el glifosato no es cancerígeno. Un duro revés para las asociaciones, que denuncian que se trata de una decisión acorde al reglamento pero no científica. Las agencias se apoyan en los estudios proporcionados por la propia empresa Monsanto, sin analizar toda la literatura científica existente. "Esto pone en tela de juicio la validez de los evaluadores europeos y su independencia", señala Lauverjat. Un tema que vuelve a la palestra con más fuerza en 2017, cuando los Monsanto Papers salen a la luz en el periódico Le Monde. El diario revela, entre otras, prácticas de ghost writting, que consiste en escribir informes ensalzando sus productos firmados, además, por 'científicos' a cambio de generosas sumas de dinero. Frente a estas revelaciones, el grupo activista belga considera que los modos de actuar tradicionales ya no son suficientes. De hecho, Lauverjat reconoce que "el debate sobre el glifosato en Europa es de una violencia poco frecuente".
Cuando la naturaleza retoma sus derechos
El colectivo, creado con ocasión de la COP21 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático) en 2015, encadena las luchas. Tras la lucha contra el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones) en 2016, la lucha del 2017 tenía que ser la del glifosato: "En 2017 nos hemos dado cuenta de que el permiso para el uso del glifosato iba a ser renovado, y se había dicho que el tema tenía que llevarse a los medios de comunicación, que había que hablar de ello, mostrar que hay gente que no está de acuerdo y que hay una oposición concreta y directa", recuerda el subcomandante pato. No estamos llevando a cabo esta lucha "para con la naturaleza", añade el palmípedo.
Organizados a semejanza del grupo de resistencia mexicano EZLN, al que apoyan y toman como modelo, son de doscientas a trescientas personas con edades comprendidas entre los dieciocho y los sesenta años, y que vienen de todas partes y están preparados para movilizarse en caso de fuerza mayor en pos de defender el medio ambiente. Hay una veintena que son mucho más activos, pero el grupo intenta no establecer relaciones jerárquicas. De hecho, todos los miembros, sin distinción de raza, son "subcomandantes". Un modo de organización horizontal, de inspiración anarquista. Porque, antes que defensores de la naturaleza, mariposas y macacos son anticapitalistas. "El glifosato es uno de los elementos del capitalismo, de hecho es un síntoma. Estamos dentro de un modelo que quiere generar ganancia a costa de todo: a costa del medio ambiente, a costa de los trabajadores y de las trabajadoras. La naturaleza es una de las cosas que el capitalismo está destruyendo. Es por la reflexión que nosotros hacemos sobre la protección de la naturaleza y todo lo que eso conlleva por lo que nos llamamos anticapitalistas", nos explica el subcomandante pato.
El grupo lleva a cabo acciones no violentas, pero lo suficientemente llamativas como para tener un impacto en la opinión pública. Un modo de actuar que comenta Lauverjat: "No tenemos que prescindir de todas las herramientas legales a nuestro alcance: las herramientas mediáticas, visuales, que nos permiten llegar a un público que, por ejemplo, con nuestros estudios científicos no lo conseguiríamos. Las asociaciones demuestran una gran imaginación y es útil para suscitar el debate. Después, es importante no sobrepasar la legalidad. La desobediencia civil tuvo sentido, pero tiene que llevarse a cabo de forma muy precisa".
Armados con botes de pintura plástica, esprays de nieve, tierra de cultivo, hierbas y paja, el 9 de mayo del 2017, el animado grupo se dirige en misión comando hacia la sede de la ECPA en Bruselas. La acción es un éxito, pero termina mal. Nueve de los activistas participantes -seis hombres y tres mujeres- regresaron a recoger sus bicicletas y en ese momento son arrestados por la policía. Estuvieron detenidos veinticuatro horas y están acusados por el Estado belga de vandalismo, lo que les puede acarrear pena de prisión en suspenso, una pena grave.
El pasado jueves 9 de noviembre, día en el que los Estados miembros de la UE tenían que pronunciarse sobre la renovación del uso del glifosato, la "naturaleza" se moviliza de forma solidaria. Un vendedor de patatas vino para apoyar a los activistas y, desde el inicio de la movilización, vendió más de mil sacos, es decir, tres toneladas. Por cada saco vendido, dona tres euros a la asociación. Un modo, según él, de apoyarles; él, que no tiene tiempo de acercarse a menudo "a la ciudad", el lugar idóneo en el que tienen que llevarse a cabo las acciones. Por la tribuna que se ha montado van pasando los diferentes subcomandantes. El subcomandante oso presenta al EZLN como "una convergencia de animales y verduras" que desea ante todo la creación de un tribunal penal internacional contra los crímenes contra el medio ambiente. El subcomandante zorro lamenta el "clima de represión" y enumera todos los procesos en curso en los que están implicados activistas. Nina, miembro del Observatorio Corporativo Europeo, explica lo que pasó esa misma mañana y lo hace delante de la puerta cerrada de las instituciones. Los Estados miembros no se pusieron de acuerdo y la decisión se pospuso. Cuando Francia, Bélgica e Italia se posicionaron en contra de la renovación por cinco años de la licencia del glifosato, España, Dinamarca y Reino Unido votaron a favor.
La diputada Christine Revault D’allones Bonnefoy (S&D), miembro del Parlamento Europeo que votó a favor de la prohibición del glifosato, se muestra desolada: "Aunque tenemos todas las informaciones, es imposible cerrar los ojos. Hay que parar este escándalo". Para la diputada, los Estados miembros se convierten en cómplices de Monsanto si no prohíben el uso del glifosato. Señala también la importancia que tiene el trabajo que realizan los lanzadores de alerta, como puede ser el EZLN. Añade que "esto concierne a la vida de hombres y mujeres. Al fin y al cabo, si se hace política, es para ellos".
La sentencia del juicio se espera para diciembre e, independientemente de cuál sea, el EZLN no piensa parar: "El juicio es una manera de hacernos callar. Estamos aquí para preservar el bien común, así que no nos callaremos, no", afirma el subcomandante pato.
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Translated from Glyphosate : les bêtes noires de Monsanto