Girls in Hawaii, la banda que sobrevivió
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Cuando hace tres años perdieron al batería en un accidente de tráfico, pensaron que todo había acabado. Estaban en lo más alto y, de pronto, llegó el silencio. Ahora, el grupo Girls in Hawaii ha vuelto a subirse al escenario, dispuesto a ofrecer lo mejor de sí mismos para decirle al mundo que "no todo está acabado, que han sobrevivido y que hay esperanza".
Se llaman Girls in Hawaii pero ni son girls, ni vienen de Hawaii. Todo lo contrario. Se trata de Antoine, Lionel, Brice, Daniel, François y Boris, los seis componentes del grupo indie-pop belga que consiguió sobrevivir al silencio. Ahora, un año después de haber lanzado su último disco, Everest, la banda se prepara para una gira en acústico que los llevará a treinta escenarios de Francia, Bélgica y Suiza el próximo otoño. "El nombre es una especie de invitación al viaje", me cuenta François Gustin, guitarra y teclado del conjunto, un rato antes de que comience su concierto en el Festival Europavox de Clermont Ferrand. "Se aburrían mucho, vivían en una ciudad muy pequeñita al sur de Bruselas y querían un nombre que no se pareciera a lo que ellos eran: jóvenes de los suburbios de Bruselas, un lugar en la que no pasa nunca casi nada". François habla un perfecto castellano pues, según me cuenta, pasó un tiempo en Santiago de Compostela mientras estudiaba traducción e interpretación. Habla de forma tranquila, piensa bien lo que va a decir y no muestra reparo alguno en mostrarse tal como es y explicarme lo que siente. Como el grupo, también François rebosa naturalidad. "Somos una banda muy auténtica, no intentamos hacer una música que no se parezca a lo que somos, somos 100% honestos, ni tenemos un plan de marketing ni trabamos mucho la imagen, eso nos da más o menos igual, lo que importa es la música y lo que podamos dar a un público cuando tocamos en vivo", me explica cuando le pregunto qué define a Girls in Hawaii.
Escalar el Everest
La naturalidad, sí, pero también su historia marcan las señas de identidad del grupo, su presente y lo que los hace tan especiales. La banda, que vio la luz hace más de diez años y casi por azar, ha sufrido varios cambios desde su nacimiento hasta ahora. Tras un primer disco muy exitoso, Denis, batería del grupo y hermano de Antoine, cantante del conjunto, tuvo un accidente de carretera y perdió la vida. Esto marcó un antes y un después en la historia de la banda, y aún hoy es imposible no emocionarse y sentir cierta melancolía al escuchar canciones como Misses, del álbum Everest (2013), en la que el grupo repite una y otra vez, como en un vacío infinito "I miss you, I miss you..." ("Te extraño, te extraño...", en castellano). "Fue todo muy difícil", me comenta François. "Perdimos a Denis, perdimos dos proyectos, no había nada que hacer, fue brutal y muy difícil de aceptarlo, Girls in Hawaii es una gran familia, las relaciones entre nosotros son muy importantes y, tras el accidente, la banda ya no existía... después del accidente acabó todo, no intentamos volver a tocar juntos, era la nada de un día para otro, un trauma muy grande".
Tras un silencio que se prolongó más de dos años, poco a poco, Antoine y Lionel volvieron a escribir canciones, cada uno por su lado, hasta que se decidieron a juntarse de nuevo y enfrentar el vacío que un tiempo atrás había dejado Denis. No fue fácil. "Durante un año volvimos a tocar juntos, pero sonábamos como una banda de cover, como una cover de Girls in Hawaii", me cuenta François. Así que decidieron volver a intentarlo y contrataron a un nuevo productor, Luuk Cox, que les ayudó a cambiar algunos hábitos y a escalar el Everest que supuso su vuelta a los escenarios. "Ahora tenemos un equipo muy fuerte, estamos todos conectados y tenemos mucha confianza, con un nuevo batería [Boris], y tenemos ganas de sacar un disco más grande y más fuerte", asegura el guitarra quien, no obstante, reconoce la "presión" que siente el grupo en este momento. "Creo que tuvimos mucha suerte porque después de tres años sin sacar un disco todavía estaba la gente, pero pienso que el accidente creó una cierta empatía", explica. "La gente tenía mucha curiosidad por ver a la banda renacer y somos conscientes de que los medios se portaron bien con nostros cuando sacamos el último disco, lo que conlleva que tengamos más presión ahora que para Everest, un disco que fue un milagro".
"Estamos aquí, hemos sobrevivido, hay esperanza"
Y hoy, cuatro años después de la desaparición de Denis, la banda sigue tocando y ofreciendo a su público lo que siempre les ha definido, la autenticidad y la naturalidad, y unas canciones que cuentan historias, "historias de todos los días, a veces un poco surrealistas", en las que uno puede encontrar, según François, la siempre confusa y un tanto contradictoria identidad belga. "Somos belgas, somos un pueblo bastante surrealista, en nuestra música hay un poco de storytelling como el que haría Paul McCartney y de surrealismo belga", señala François. "Somos un pueblo bastante absurdo, la gente no entiende muy bien lo que somos; una mezcla de muchas influencias, Bélgica es tan pequeña y estamos en contacto con tantas culturas que solemos ser gente con una mente abierta... aunque al mismo tiempo es casi imposible de explicar cómo funciona nuestro sistema político", ahonda. Con todo, casi todas las letras comparten una característica común: la melancolía. Una añoranza, una nostalgia por un mundo mejor o por una emoción pasada que se palpa en las canciones y que gana fuerza en su directo, cuando el escenario se oscurece y el grupo toca débilmente iluminado bajo los focos azules y las (falsas) estrellas blancas que titilan tras ellos. "¿Cómo no quieres ser melancólico hoy en día?", se pregunta (¿me pregunta?) François. "Si eres un poco listo y ves cómo funcionan las cosas en este mundo, hay que ser melancólico... pero también hay que tener mucho humor y no tomarse todo en serio".
Misses - Girls in Hawaii (2013).
Para François, la vida "es triste". Y esto no es algo ni bueno ni malo: simplemente es así. Por eso las canciones de Girls in Hawaii, que hablan "de la vida de todos los días", tienen una parte melancólica. Pero también un lado luminoso (de nuevo, la contradicción belga), una faceta que el guitarra reivindica para defender que Everest no es, en absoluto, un disco de luto: "Intentamos decirle a la gente 'hemos sobrevivido, estamos aquí, las cosas no están tan mal y queremos daros algo un poco luminoso, un poco de esperanza'".