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Germán Reyes: manteniendo el espíritu europeo en Jerusalén

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Café babel viaja a Jerusalén para hablar con Germán Reyes, agregado cultural de la Agencia de Cooperación Española para los Territorios Ocupados.

Jerusalén, ciudad internacional, recoge los sentimientos de tres culturas, tres religiones que mal conviven en un día a día lleno de tensión. Llegar a las puertas de la ciudad vieja, sede de los tres sitios de culto nos ha costado varias horas llenas de registros, preguntas y controles: las mal llamadas “medidas de seguridad”. Encuentro a Germán sentado apaciblemente en una terraza aislada del ruido del zoco, cruce de caminos hacia los distintos lugares santos, protegido por imberbes israelíes enfundados en chalecos de seguridad.

“Viaje a los inicios del Mundo…”

Llegó a Jerusalén el 18 de octubre de 2002. Su primer trabajo fue como lector en la Universidad de Al–Quds, en la periferia de Jerusalén, tenia 26 años y acababa de terminar filología árabe en Sevilla. Cuando le pregunto cómo fueron sus primeros sentimientos, cómo vivió Jerusalén en sus comienzos, responde: “Fue mi primer encuentro con la realidad del conflicto: decisiones que se toman a muchos miles de kilómetros afectan inmediatamente a la gente común”. Sueños rotos, incertidumbre…, desalojo: “A los seis meses de mi llegada empezó la invasión americana de Irak. Todo personal no esencial expatriado en los Territoros palestinos fue desalojado por temor a un recrudecimiento de la situación”. De vuelta a España sólo le quedaba esperar.

Germán tardará otros seis meses en volver para continuar su trabajo. Jerusalén, ciudad vieja, tensa y preocupada, cierra sus puertas. La imagen: una mujer bloquea sus ventanas con placas de metal, se acerca la oscuridad.

Jerusalén y sus visiones del Mundo

Antes de establecerse en Jerusalén pasó por otros países musulmanes como Túnez, Egipto, Jordania y Marruecos. Cuando le pregunto que diferencias hay entre todos estos países y Cisjordania, se sorprende, le parece obvio. Ante esto, le pido que intente separar el conflicto de la realidad. “No se puede separar, el conflicto está en todo lo que se hace, se vive y se siente… Esa es la diferencia”. Pasear por Jerusalén -si te atreves a llamarlo así- tiene algo de excitante y pintoresco, de triste y agresivo. Te puedes parar a preguntar. Eso es lo mejor que hay: que la gente no tiene miedo a hablar.” Esa es la gran diferencia: “El palestino es uno de los pocos árabes que se expresa libremente, la tensión le hace hablar sin tapujos”, señala. “El mundo árabe adolece de autocrítica que, a veces, se ve sustituida por un intenso humor negro. La falta de un Estado firme y arraigado abre las puertas a la libertad de expresión”, puntualiza. La reflexión y la libertad de expresión permiten al palestino ser consciente de su situación. De manera inteligente -fruto de las experiencias vividas en su propia carne- es capaz de distinguir entre gobierno y ciudadano. Para ellos, “América es el Gobierno Bush y además sus ciudadanos”. ¿Y Europa?, le pregunto. ¿Qué es para ellos? “No hay una visión de conjunto de lo que es Europa. Para ellos es aún una amalgama de países con grandes diferencias. La política comunitaria no llega hasta aquí. No saben qué países pertenecen a la Unión y cuales no. Sólo Francia se sale del montón, pues fue quien acogió a Arafat en sus últimos días. Nada que ver con Europa”.

Sin embargo, desde su trabajo en la Oficina Técnica de Cooperación Española, como encargado de la cooperación cultural, intenta promocionar la imagen de la Unión Europea. Para conseguirlo, todas las delegaciones europeas en la zona se reúnen una vez al mes para sacar adelante proyectos comunes. Así mantienen vivo el espíritu europeo: se conocen unos a otros, trabajan juntos, aúnan esfuerzos. Europa existe en Jerusalén.

Palestina desconocida, territorio de momentos históricos

¿Cuantas imágenes tienes ya grabadas en tu memoria para siempre? “Miles... Momentos inolvidables por causas muy distintas: personales, históricas…” ¿Vivir en Jerusalén te hace sentir un verdadero ciudadano del mundo? “Aún recuerdo el sonido de los helicópteros que llegaban de Egipto transportando el cuerpo sin vida de Yasser Arafat. Me encontraba en la Muqata [el cuartel general de la Autoridad Palestina] en la ciudad de Ramallah. Miles de Palestinos se habían congregado para recibir a su líder, miles de disparos al aire le daban la bienvenida. Fue un momento histórico.”

Sin embargo, también se puede llevar una vida más o menos normal. “Los viernes, cuando termino el trabajo, tomo una cerveza en algún hotel acompañado de algún amigo, después parto hacia casa a preparar la comida y tras descansar salgo a cenar y a relajarme en algún local de Jerusalén Este, el lado Palestino de la ciudad”. La rareza está en las condiciones en las que se lleva a cabo la cotidianeidad, las cosas mínimas se impregnan de tensión, temor e incertidumbre.

Aún deberán pasar dos años hasta que finalice su misión. Después, cree que ya será tiempo de dejar esta zona. Preguntamos por los objetivos cumplidos, “¿personales? Estamos en ello”. Se nota que trabaja día a día para dejar lo mejor de sí mismo en esa tierra. “Un alumno mío palestino de 18 años recién llegado a la Universidad me dijo: Esto no se está solucionando y no se va a solucionar hasta que no haya un Estado para los dos pueblos. Su frase aún resuena en mi cabeza”.

Ayhhh!, suspiro, ¿Qué sería esta ciudad sin conflicto? “¡¡Una locura!!” me responde, “la ciudad vieja desaparecería bajo oleadas de turistas y creyentes. Como ciudad de peregrinación para tres religiones del mundo, sería impracticable”, me dice siempre con una sonrisa. Sería una locura pero significaría el final de muchas cosas.

No quiero terminar mi entrevista con esta frase así que le pregunto por algo que no debamos dejar de hacer en nuestra visita a Palestina: “un atardecer en Jericó…”, concluye.