Geopolítica del petróleo: ¿cambios existenciales?
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Sería erróneo identificar al llamado “oro negro” como el único ocupante del asiento del conductor, pero no cabe duda de que pocos elementos influyen tanto en las relaciones internacionales como las necesidades energéticas.
Sin suministro energético las fábricas se paralizan, el transporte se detiene y los ordenadores de Wall Street dejan de transmitir los índices bursátiles. Sin energía, la sociedad contemporánea no es nada. Y considerando que en la actualidad el petróleo supone un 43% del consumo energético mundial —52% en los países industrializados de la OCDE— no cabe duda de que el suministro petrolífero está en el punto de mira de la clase política y empresarial occidental.
¿Se nos acaba el petróleo?
Tras los episodios de 1973 y 1979 se viene hablando intermitentemente de una próxima crisis energética mundial que tendría su origen en la escasez petrolera. Los años setenta despertaron en Occidente las primeras alarmas sobre el doble riesgo derivado de la sobre-dependencia del petróleo: una fuente de energía limitada y no renovable y con una excesiva concentración de la producción en unos pocos países que peligrosamente podían estrangular la oferta a través de foros como la OPEP.
A parte de las medidas de emergencia que se tomaron en aquel momento, como la creación de la Reserva Estratégica de Petróleo Norteamericana o el establecimiento de la Agencia Internacional de la Energía, durante las últimas tres décadas se ha logrado localizar nuevos depósitos y hacer económicamente viable la explotación de yacimientos que antes no lo eran, mejorándose igualmente los niveles de eficiencia en el refinado y recuperación. Más discreto ha sido el progreso en otros frentes como la reducción en el consumo y el desarrollo de energías renovables y menos contaminantes, pero en general se puede afirmar que las perspectivas maltusianas de hace 30 años, abanderadas por el Club de Roma, han cedido paso a interpretaciones más optimistas.
Geopolítica del oro negro
Cuestión muy distinta es la certeza sobre el fácil acceso a dicha producción y los temores que genera el exponencial incremento de la demanda por parte de las economías asiáticas. Es aquí cuando la geopolítica entra en escena.
En relación con la demanda, que crecerá un 60% en los próximos 25 años, China es ya el segundo consumidor mundial de crudo, mientras el consumo indio crecerá un 50% en los próximos ocho años tras las importantes reformas acometidas en los años noventa por Nueva Delhi en su sector energético. Este aumento de la demanda no parece alterar significativamente las previsiones sobre las reservas, pero contribuirá sin lugar a dudas a mantener elevados los precios durante los próximos años. El hecho de que ambos gigantes emergentes obtengan la mayor parte del petróleo de la OPEP también está influyendo en que las economías occidentales busquen nuevas fuentes de suministro que permitan reducir la enorme dependencia que actualmente tienen de esta organización.
Durante los últimos años, el Golfo de Guinea, los yacimientos siberianos y la cuenca del Caspio se han convertido en las nuevas estrellas de la geopolítica petrolífera. Las multimillonarias inversiones de Chevron-Texaco en Kazajstán o de Shell en Nigeria —único país africano miembro de la OPEP— son buena prueba del interés por explotar los yacimientos de estas regiones, por no hablar de proyectos como los oleoductos Chad-Camerún, o la reciente disputa entre Pekín y Tokio por el trazado de un nuevo oleoducto para transportar el petróleo siberiano hasta el Mar de Japón.
Una Europa muy dependiente
Aunque la Unión Europea ha aumentado su presencia en estas nuevas regiones como parte de su estrategia para diversificar importaciones, no parece que la dependencia de la OPEP vaya a declinar drásticamente en los próximos años. Europa importa en la actualidad casi el 80% del petróleo que consume, un 45% del cual proviene de la OPEP. Unos lazos comerciales más estrechos con Rusia pueden ayudar a aumentar el peso de este país en los suministros petrolíferos que los 25 reciben, por no hablar del incremento en la presencia europea en Asia Central y el Cáucaso. Pero los estudios apuntan a que el Caspio no es ese nuevo Golfo Pérsico que muchos creían a mediados de los noventa. La realidad es que la producción regional no superará lo 4,7 millones de barriles diarios en 2010, apenas la mitad del petróleo que Arabia Saudí actualmente produce.
Otro tanto puede decirse de África Occidental, cuyo porcentaje en las importaciones europeas bien podría haber tocado ya techo en torno al 25%. No hay que olvidar que la producción conjunta de Nigeria, Congo, Gabón, Camerún y Guinea Ecuatorial suma 4,5 millones de barriles al día, y que las petroleras norteamericanas llevan la delantera a las empresas europeas. Dado que se espera que la OPEP incremente en un 10% su peso en el total de la producción petrolífera mundial de aquí al 2025, es de esperar que el Golfo Pérsico nos siga dando noticias en los próximos años. Con el petróleo no se juega.