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Geo-economía: el pulso continuará.

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La llegada de Bush ha coincidido con el crecimiento de la UE como potencia económica. Con Kerry, el enfrentamiento continuará. Pero las reglas del juego podrían cambiar.

Hay un maravilloso cielo azul sobre el Atlántico durante una de las innumerables travesías que me llevan a Washington. Sueño con los ojos abiertos y la mente despierta. Si las próximas elecciones americanas dan como vencedores a los demócratas, a lo mejor en algunos meses el mundo será diferente. ¿Pero cómo cambiaría la política económica de la superpotencia? ¿Y, sobre todo, cuáles serían las consecuencias para Europa?

¿Kerry como Clinton?

Tanto en economía como en política, el candidato demócrata John Kerry tiene un claro sello multilateralista que podría volver a proponer a Europa aquel contexto clintoniano que había garantizado a América el liderazgo moral y político, y al resto del mundo la sensación de contribuir a la paz y a la prosperidad global. Los equilibrios geopolíticos, en realidad no han cambiado con el relevo de Bush Jr a Clinton. El nuevo dato/hecho es más bien el unilateralismo extremista de la administración republicana, que ha puesto al desnudo aquellas relaciones de fuerza -económicas y políticas- que Clinton había tapado sabiamente con el velo de las instituciones financieras multilaterales. Baste señalar el apoyo dado por la OMC , y los salvamentos operados por el FMI en la economía mejicana en el 94 y en la asiática en el 97; o incluso aquellas políticas de libre cambio expresadas desde el NAFTA y la iniciativa de reducción de la deuda de los países más pobres en vías de desarrollo.

La política antieuropea de Bush.

La administración Bush, por el contrario, no sólo ha pasado la página del multilateralismo clintoniano, sino que, respecto a la UE ha cambiado el paso, pasando de un comportamiento de benévolo apoyo o al menos de neutralidad (como por ejemplo con la introducción del euro), a una velada hostilidad. El motivo es simple. La llegada de la administración republicana ha coincidido con el intento de la UE de definir su propio papel geopolítico y económico diferenciándose de los Estados Unidos. Por ejemplo, ha buscado proponer un acercamiento a la economía de mercado más atenta a la protección social (pensiones, asistencia sanitaria, subsidios de paro, derecho de los trabajadores), que a la competitividad y al crecimiento. A su vez Washington no ha sabido canalizar las aspiraciones de la UE en el cauce de las mejores tradiciones atlánticas, cuando, por el contrario, habría podido proponer una política de mayor apertura a los intercambios internacionales. En este sentido, habría evitado el fracaso de las negociaciones de la OMC en Cancún.

Una eventual administración Kerry favorecería seguramente tonos más distendidos y una mayor cooperación, pero el hecho de fondo, es decir la nueva aspiración geopolítica de la UE, permanece. Europa es un aliado, pero en economía también es un competidor. Entonces, es normal que en el mercado global los intereses recíprocos a veces estén en conflicto. No obstante, esto no debería poner en discusión los valores comunes sobre los cuales se asientan las democracias liberales y las economías occidentales.

Si Bruselas no quiere hacerse la “americana”.

En cuanto al comercio internacional y al dólar, no deberían cambiar mucho con Kerry. Los Estados Unidos están entre los principales inversores internacionales en Asia, y por lo tanto, no sólo contribuyen al crecimiento económico del área, sino que son también los principales receptores de los flujos de beneficio. Mientras, respecto a las negociaciones de la OMC, todo dependerá de la capacidad de la UE de modificar la política agrícola común, y abrir el propio mercado a los intercambios internacionales. Este hecho podría empujar a los USA a imitarla, y así conectar un circuito virtuoso que favorecería a muchos países pobres.

También las políticas respecto al dólar no cambiarán. Y hay motivos: la relación euro-dólar es relativamente correcta. Está en manos de los europeos avanzar hacia una economía competitiva e innovadora, no relajarse con una eventual tasa de cambio favorable o pedir a los EE.UU. que asuman el papel de locomotora global del crecimiento, y aceptando las consecuencias.

Aquí, no nos vendría mal un poco de Kerry y un poco de Bush.

La realidad es que Europa tiene todo que aprender del debate interno en Estados Unidos. En vista a las elecciones de Noviembre Bush se centrará en la recuperación de la economía, apartando al máximo la desastrosa política exterior, y propondrá una visión económica para el próximo cuatrienio basada en la alta flexibilidad, en la investigación, en la tecnología, en una fortísima reducción de la burocracia, y en el libre mercado internacional. Sobre esto, Kerry no ha definido aún una precisa estrategia; hasta ahora parece más preocupado por el déficit de la balanza y ha abandonado grandes proyectos de reforma sanitaria en favor de un refuerzo de los programas ya existentes.

Ha sido el mismo Kerry quien ha afirmado que en política económica seguirá la estela de Clinton: “Si habéis apreciado todo lo que Clinton os ha dado en 8 años, adoraréis aquello que Kerry os dará en los próximos 4”.

¿Y Europa? La UE debería hacer suyo el impulso de Bush, que responde a la estrategia de Lisboa, sin abandonar la prudencia fiscal de Kerry. Pero Bruselas no posee aún el impulso político necesario para imponer similares reformas. Esto explica porqué el proyecto de Lisboa, que pretende hacer de la Unión Europea la economía más competitiva del mundo de aquí a 2010, no es todavía creíble. Los europeos se hallan ante una presa, pero no la encaran. Piensan aún en términos de aumento de los gastos públicos, mientras es necesario definir reformas estructurales en los diferentes sectores de la economía, invertir en investigación y tecnología, y abrirse con fuerza a los intercambios internacionales. Sea cual sea la próxima administración americana.

1)Organización Mundial del Comercio.

2)North America Free Trade Area.

Translated from Geoeconomia: il braccio di ferro continuerà