Gadafi, Tito y la OTAN: El eco de la crisis libia en los Balcanes
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Desde hace unos días abundan las comparaciones entre la guerra libia y las crisis balcánicas de los años 90, y las potencias occidentales repiten los argumentos humanitarios que entonces justificaron su intervención. Pero ¿cuál es la relación entre la situación en Libia y la de los Balcanes? ¿Cómo son las relaciones entre Gadafi y los líderes balcánicos?
Recorrido por la doble moral y los juegos políticos en tiempo de bombas.
Las revoluciones exitosas de Túnez y Egipto trajeron esperanzas a mucha gente descontenta en otros países; incluso algunos seguidores de la actualidad balcánica nos atrevimos a imaginar que quizá también en Sarajevo, Belgrado, Zagreb, Pristina o Podgorica la gente saldría a las calles exigiendo un cambio. Pero la tercera revolución se ha convertido en guerra y va camino de terminar en un terrible desastre, con un Gadafi que defiende a sangre y fuego su trono y una intervención extranjera tan acelerada como inciertos son sus motivos. La ilusión de un cambio propiciado desde abajo se ha esfumado tan rápido como llegó.
Semanas antes del inicio de los bombardeos internacionales ya se esbozaban los argumentos que justificarían la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU. De sus 15 miembros 5 se abstuvieron y, el resto, entre ellos Bosnia y Herzegovina, votaron a favor de autorizar "las medidas necesarias" para defender a la población civil, y para dar respuesta a "las demandas legítimas del pueblo libio". Su objetivo lo resumió en pocas palabras el presidente estadounidense y Nobel de la Paz, Barack Obama: "Evitar repetir los Balcanes en Libia."
Días después, y recién comenzada la intervención aliada contra Libia, unas docenas de belgradenses se manifestaban para demostrar su solidaridad con el pueblo libio; y es que los serbios recuerdan muy bien que han sido dos veces objeto de las bombas de la "coalición internacional", bombas que acabaron cayendo sobre puentes, túneles o fábricas, cuando no en el mismo centro de las ciudades, y que segaron la vida de centenares de "víctimas colaterales".
En los Balcanes la cuestión libia provoca nerviosismo y no deja indiferente a nadie. Las relaciones entre la región y el régimen de Gadafi se han mecido según las mareas de la política internacional: primero fue un firme aliado de Tito en el Movimiento de los No Alineados, pero durante los años 80 y 90, ya como adalid del antiamericanismo, Gadafi hizo suya la máxima de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" y apoyó abiertamente a Slobodan Milosević. Libia fue la primera en prestar ayuda humanitaria a Serbia tras el fin de la Operación Fuerza Aliada de 1999, y, poco después, el dictador libio recibía de Milosević la "Gran Estrella de Yugoslavia", máximo galardón de una potencia que ya no existía.
Gadafi, que se casó en 1970 con una mujer de la ciudad bosnia de Mostar, siempre ha sabido cultivar buenas relaciones con los países balcánicos. Aparte de su relación con Serbia, Libia fue el primer Estado africano en reconocer la independencia de Croacia, con cuyo último presidente Gadafi ha mantenido una intensa amistad no exenta de polémica (Stjepan Mesić ha visitado Trípoli en tres ocasiones). Croacia, Serbia, Bosnia y Herzegovina... Todos los países balcánicos han establecido relaciones con Libia desde que la comunidad internacional olvidara los pecados de Gadafi, después de que éste se declarara "en guerra contra Al-Qaeda" tras los atentados del 11 de septiembre, y pagara una indemnización millonaria por el atentado de Lockerbie.
Solo Kosovo ha tenido graves desavenencias con Libia, e incluso se cuenta que el nuevo presidente kosovar, Behgjet Pacolli, fue humillado en una reciente visita a la jaima de Gadafi, donde fue para pedirle el reconocimiento de su país independiente. No sólo la delegación kosovar no logró su objetivo, sino que supuestamente tuvo que cantar y bailar para satisfacer las excentricidades del presidente libio.
Ahora que Gadafi vuelve a ser la oveja negra, los gobiernos balcánicos no se salen del guión y han mostrado su apoyo a la intervención internacional. Los costes de la crisis son grandes, y se cuentan por decenas las empresas balcánicas con inversiones en Libia. Solo las bosnias calculan en mil millones de euros el valor de los contratos firmados con el país norteafricano, sobre todo en los sectores de la ingeniería civil, la construcción y la energía. Varios ciudadanos bosnios han sido heridos desde que comenzara la crisis, y miles de trabajadores de la región han sido evacuados de sus puestos en Libia.
La crisis libia ha tenido otros efectos esperpénticos, como la aparición del ministro de Defensa serbio negando categóricamente que sus fuerzas aéreas estuvieran participando en los ataques a los insurrectos. Pero sin duda la situación más embarazosa la vive la comunidad islámica de Sarajevo, que aplaudió la donación de Gadafi de 5 millones de dólares para la construcción de la espléndida sede de su presidencia. El líder espiritual Mustafa Cerić, en señal de agradecimiento, decidió poner el nombre de Gadafi al edificio en construcción, pero ahora se encuentra ante la disyuntiva de qué hacer con el millón que Libia ingresó a principios de febrero. La oficina bosnia del Comité Helsinki de Derechos Humanos ya ha pedido que lo devuelva.
Pero a la población en Sarajevo apenas le interesan estas vicisitudes. Los sarajevitas asisten incrédulos al desarrollo de los acontecimientos, que ven como una muestra más del proverbial cinismo de los poderes occidentales. Y es que el mundo se ha puesto de acuerdo para intervenir en Libia en apenas unas semanas, pero tardaron más de tres años en hacerlo en Bosnia y Herzegovina. En Sarajevo no están para comparaciones como la de Obama, sobre todo cuando obvian que aquí no hay petróleo.
Artículo original publicado en la web Balkanidades.com
Foto: Portada: Fotograma de 'En tierra de nadie'; (cc) Obama: Mr. Wright; (cc) B.R.Q/ambas cortesía de Flickr